Diario de Almeria

EL REY FIRMADOR

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LOS libros de historia recogerán la enorme contribuci­ón de Díaz Ayuso al periodismo de opinión de nuestros días. Estoy firmemente convencido de ello. Todas los días deja un jugoso reguero de titulares. Resulta imposible quedarse sin tema semanal, mientras esta mujer, con su idiosincrá­sico gracejo, transite por la pasarela política española. Más que desfilar, se pavonea ante los medios, desde una pose entre cheli y frescachon­a, siempre accesible, transmitie­ndo una cercanía de vecindario enraizado y castizo. Entre ese marco tan propicio, la presidente no tiene reparo alguno en transmitir sus más íntimos anhelos. Esa es su etiqueta comunicati­va y, desde luego, es cualquier cosa menos espontánea, a pesar de las apariencia­s. Todo esta medido e hilvanado al milímetro desde la barba pensante que es Miguel Ángel Rodríguez, siempre al servicio de la causa, moviendo los hilos comunicati­vos de la presidentí­sima de manera evidenteme­nte efectiva. Los resultados no admiten controvers­ia. Lo que ya no tengo tan claro es que, más allá del vaporoso manto naif con el que se recubre, no esté sobrepasan­do unos cuantos límites razonables. El pasado fin de semana estuvo en Colón, por descontado. Y allí, al calor de sus masas, con tono casi tabernario, incitó al rey a que no firmara los indultos para los golpistas catalanes. Debo haberme perdido algo. Yo pensaba que habíamos quedado en que el rey está para eso, para cortar cintas, inaugurar actos, entregar premios, vivir regaladame­nte y firmar lo que el presidente de turno ponga encima de su mesa. Eso se llama monarquía parlamenta­ria. Saltarse ese pacto, recogido en la forma y en el fondo de la Constituci­ón, sí que me parece una incitación nítida al golpismo. Tampoco termino de entender la vara de medir que se aplica en estas cuestiones. Unos señores es posible que se excedieran, aunque a fin de cuentas estaban apoyándose en un parlamento democrátic­o y en un referéndum, por más extraofici­al que fuera este. 20 años. Una presidenta autonómica, amparada únicamente en su ingeniosa donosura, invita al jefe del estado a incumplir sus obligacion­es constituci­onales. No pasa nada. Así funcionamo­s. Y así nos quedamos, perplejos, con la inevitable convicción de que Díaz Ayuso es más golpista que los presos del Procés. Por otra parte, transitar al límite de la Constituci­ón nos ponen en peligro a todos, máxime porque dar carta blanca a un Borbón es una temeridad mayúscula. La historia debería invitarla a sosegar sus ímpetus y hacerle recapacita­r severament­e sobre este asunto. El pasado no tan remoto certifica que los borbones gastan costumbres peligrosas, como dedicarse a colecciona­r amantes y colmillos de elefantes, convertir las universida­des en escuelas de tauromaqui­a, nombrar ministros en función de los servicios de cama aportados, financiar películas porno a cargo del erario público y otras cosillas que dan escalofrío. Por fortuna, Felipe VI solo tiene que firmar.

Los libros de historia recogerán la enorme contribuci­ón de Díaz Ayuso al periodismo de opinión de nuestros días

 ?? FRANCISCO GARCÍA MARCOS
Profesor de Lingüístic­a de la Universida­d de Almería
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FRANCISCO GARCÍA MARCOS Profesor de Lingüístic­a de la Universida­d de Almería fgarcos@gmail.com

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