Diario de Almeria

CUANDO LLUEVE ME DAN NO SÉ QUÉ LAS ESTATUAS

- Abogada amateaboga­da@yahoo.es

ALLÍ estaba como siempre, erguido e inmutable, con la mirada perdida en el horizonte y el dedo señalando el infinito. El mar al fondo le miraba entristeci­do, nunca se movía del lugar en el que lo colocaron, y los pájaros eran su única compañía en esas horas muertas en las que la ciudad duerme. Esa mañana lluviosa e indiferent­e a todo, dejaba ríos de agua por las ramblas, mientras él se mojaba sin hacer una mueca de desagrado. Recordó a Mercedes Sosa: “cuando llueve me dan no sé qué las estatuas…, no se ríen por qué no tuvieron nunca infancia…..” Vivía en una de las ciudades más bellas y convulsion­adas, que tomaba esa elegancia romántica bajo la lluvia tan propia de las ciudades europeas más admiradas. Estaba orgulloso de su tierra, aunque no tanto de quienes la gobernaron en un pasado cercano, en un presente ausente y en un futuro incierto, la Sagrada Familia, icono de modernidad y belleza a partes iguales, había sido mancillada por el equipo “dos por siete”, sustituyen­do al “tres pur sen”. Nació en Barcelona en los años cincuenta, sus padres huyendo de la pobreza desesperan­zada del sur, viajaron hasta allí en busca de un Vellocino de Oro, que tuvieron la suerte de encontrar. Mientras, su pueblo se desangraba, perdiendo cada día a alguno de sus hijos, que desaparecí­a en el autobús de línea con su maleta llena de recuerdos y el corazón encogido, fueron tiempos duros en esa parte de España. Aunque él era catalán por los cuatro costados, su sangre andaluza le borboteaba cada vez que viajaba a la tierra de su estirpe: veranos de calor intenso, baños en las balsas, comidas familiares en un porche y noches de estrellas en el campo, escuchando los grillos. No podría decir cuando empezó todo a cambiar, pero en un pasado cercano, aún caliente en su memoria, la “Sagrada Familia” investida de poder, comenzó a recaudar fondos, para ellos quizá, para la futura república, tal vez. No importa el fin con el que lo hicieran, el caso es que el famoso “tres pur sen” tan negado como Jesucristo por San Pere, se nacionaliz­ó en Andorra, como todos los buenos patriotas, y sus amigos, muchos de ellos, tan charnegos como el que más, se hicieron “indepen”. Y mientras tanto, las estatus bajo la lluvia y sin paraguas, observaban todo, inmóviles. Colón señalaba América, la tierra descubiert­a y entregada por él a la corona de España y que no fue bautizada con su nombre, una de tantas injusticia­s de las que había presenciad­o a lo largo de los siglos que llevaba vigilando el horizonte. El agua corría rauda bajo sus pies, buscando ansiosa el mar en el que deseaba confundirs­e. En el horizonte, un inmenso arco iris se dibujó ahuyentand­o la lluvia, las calles se llenaron de pájaros que correteaba­n sobre los bancos y las aceras desiertas buscando algo que comer, para acabar posándose sobre las estatuas, tan solas, tan húmedas, tan calladas...

El agua corría rauda bajo sus pies, buscando ansiosa el mar en el que deseaba confundirs­e

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ANTONIA AMATE

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