Diario de Almeria

CON ‘Q’ DE QUIERO Y ‘B’ DE BESO

- SILVIA SEGURA FERNÁNDEZ

SUS ojos besaron su boca mucho antes que sus labios lo hicieran en la frente. Creo en los besos en la frente. Son los más incondicio­nales, los que no te venden, los que nacen de forma espontánea y te demuestran sin hablar que de verdad te quieren. Eso debe ser lo más parecido a la magia. Que te ericen sin tocarte y cuando rozan una parte tan pueril, se estremece no solo el cuerpo sino el alma. Mi madre me los daba al acostarse. Ella no es de besar, ni de decir, igual creía que no me daba cuenta, pero me encantaba sentir sus comisuras ladeándome el pelo, mientras remetía por el colchón las seis o siete mantas que mi cuerpo tenía que soportar cada noche. No había nórdicos de esos más ligeros que las plumas de oca que los rellenan. No se encendía la calefacció­n. Una hora antes nos llenaba la bolsa de agua caliente que nos achicharra­ba los pies al meternos en la cama. No había lujos en esa casa-almacén donde las botellas de anís seco entorpecía­n la entrada y tenías que sortear en zigzag para no tropezarte con las cajas de Mahou. No había horas de comida ni llamadas para la cena. Pero había besos en la frente. Un hogar no son las paredes de una casa, es aquel lugar donde se alegran cuando llegas y al cerrar la puerta por dentro notas la paz. Es donde debes quedarte. Allí donde los cimientos no son de hormigón sino de cariño, donde la estructura no es un muro de carga, sino pilas cargadas de positivism­o para afrontar los reveses que la vida se encarga de dar. La vida, siempre enseñando. No nos da respiro para dejar de aprender. Comprender aquello que parece irreal o ilógico y en realidad sólo son piezas de un puzle que se va encajando, sin oprimir, compactan perfectame­nte. Ya no recuerdo qué se siente al recibirlos. Sí los doy, pero mi memoria olvidadiza no puede retener la reacción corporal al cogerte la cabeza, posar las manos en tus mejillas, reclinar el frontal de la cara y recibir ese regalo. Cuando se está a altura te hacen sentir protegida, con los brazos, arropada, y con la presencia correcta el aliento que le permite a uno mirarse y poder ver en el espejo no a una sombra, sino a un “yo”. Aparecerá sin llamar. Ya nadie se atreve a elucubrar si será para siempre o un mero préstamo de voluntades con un tipo de interés basado en la confianza y en el proyecto del ser y estar que pueda durar tantos años como esté predestina­do. En abril, transición entre el frío invierno y la suave primavera, donde los días se alargan y las noches no llegan, retirándol­e el flequillo el viento le acariciará su rostro.

No había horas de comida ni llamadas para la cena. Pero había besos en la frente

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Abogada. Experta en Derecho de Familia

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