FIRMAR EMPATES
DE la infinitud de diferencias que distingo entre la Primera y la Segunda División, quizás la más llamativa sea el distinto sabor que suelen dejarme los empates. En la categoría de plata los rechazo rotundamente. Me parecen poco menos que derrotas, consciente de que es un pozo inmisericorde en el que ser líder o décimo quinto no es más que un simple disfraz, una mera ilusión óptica que otorga favoritismos vacíos y que se deshace cuando el balón se pone en juego. Ahí reconoces, cariacontecido, que solamente sois un equipucho que se mide a otro equipucho. Cualquiera puede ganar en ese homenaje a la mediocridad, y esto hace que siempre confíes en ser tú el agraciado. Sin embargo, en Primera todo cambia. La diferencia entre jugar contra un grande o hacerlo frente a un rival de la zona baja es de varios cientos de millones de euros en presupuesto y, entonces, firmas el empate por inercia. Es la tesitura en la que nos vemos los almerienses en fines de semana como este, excepto algún optimista temerario que no haya aprendido nada y todavía crea en un triunfo en el Metropolitano. Sin embargo, el final de temporada ha llegado antes de tiempo a la zona alta de la clasificación. Mucho antes de tiempo. Así, a falta de ver cómo se van a tomar Real Madrid y Atlético su pugna por el segundo puesto — teniendo en cuenta que ser tercero también te brinda una plaza para la Supercopa—, los partidos ante los colosos pueden quedar desvirtuados. El Barcelona ya se dejó puntos en casa frente al Girona este pasado lunes, y entre los tres grandes tienen que medirse a todos los equipos de abajo. Cádiz, Getafe, Valencia, Mallorca, Valladolid, Espanyol, Sevilla, Girona y el propio Almería deben jugar algún partido ante Atlético, Real Madrid o Barcelona de aquí al ocaso. Lo que hasta no hace mucho suponía firmar un empate sin pensarlo, ahora puede cambiar. Los finales de liga y sus vacaciones anticipadas. Dicho esto, mañana lo firmo automáticamente. Que otro se lea la letra pequeña.