Diario de Almeria

El Niño Republican­o de Adra

-

EL sábado cinco de febrero de 1843; la casa del Santo Cristo, que da nombre a la calle, es una casa barroca levantada por un Peragalo genovés, del mismo origen de los dos Gnecco que dotaron a Adra de dos de las tres casas más bonitas del siglo XVIII, felizmente en pie y que Dios las guarde. Es propiedad de doña Ana Rodríguez, nieta del fundador, que cobra de renta al municipio un real diario que no es mucho pero poco más merece dado el estado en que se halla.

Convertida en escuela de la Instrucció­n Primaria establecid­a en los últimos años de Fernando VII y con más de cien alumnos hacinados sirve también de morada al maestro don José Santiago, protagonis­ta de una anécdota un tanto sabrosa cuando impartiend­o doctrina cristiana y probando que es palabra de Jesús que “la Iglesia Católica es la Autoridad infalible que hay sobre la tierra” y que “será reputado por un Gentil y Publicano el que no la obedeciera”… hizo repetir la lección a uno de sus discípulos más aventajado­s el cual lo hizo tal como se le mandaba, pero poniendo al final algo de su cosecha: el maestro, que con la vista y los dedos en el desmenuce del tabaco gibraltare­ño, tenía el oído en el decir del niño, frunció el ceño y le preguntó:

-¿Qué es lo que has dicho, Emilio?

-Que el que no obedece a la Iglesia Católica será reputado por un Gentil y Republican­o.

-¿Por un qué?

-Un Gentil Republican­o.

Guardó el maestro el cuarterón tabaquero, y captó que el disparo de su discípulo iba con bala según apuntaba la adición de una de esas sílabas que tienen por sí solas, como las comas, el poder de revolcar las palabras hasta cambiarlas de sentido, en este caso las de gentil y publicano que de peyorativa­s, dedicadas a los creyentes que andan fuera del cristianis­mo, pasaron a ser piropos. Se puso de pié y miró fijamente al niño mientras le decía:

-No sé la razón por la que alteras una cosa importante que digo yo. -Mi padre así me lo ha ordenado.

Y esta respuesta vino a confirmar al docente lo que ya sabía desde el principio: que el padre del alumno le estaba enviando un recado educativo, muchos años antes de que se creara la educación a distancia.

-Justa es la obediencia que debes a tu padre, pero no es menos la que me debes a mí como maestro. Así es que en tu casa lo dices como tu padre te ordena y en clase como lo digo yo.

Y dicho esto trató el maestro de reconducir la situación pero por más veces que le hizo repetir, el niño, erre que erre, decía republican­o en vez de Publicano desde el más afianzado de los convencimi­entos:

-De ningún modo lo diré de otra suerte aunque me imponga castigo, en razón de ser un disparate, según mi padre.

Emilico fue enviado a la cola de la clase y “lejos de intimidars­e, cada vez más envalenton­ado y con más firmeza”, continuaba animándose, dándose fuerza: y en aquel destierro se le oía repetir:

-Mi padre me ha mandado no obedecer.

Viendo don José lo mal parada que estaba quedando su autoridad ante sus discípulos desgracias a un escándalo, “acaso el primero de esta especie -decíaque haya ocurrido desde que hay clases de Instrucció­n Primaria”... al final con un cierto punto de desesperac­ión recurrió al anuncio del castigo más riguroso y el niño pilló la amenaza al vuelo y respondió:

-También me tiene dicho mi padre que cuando usted vaya a pegarme me marche.

-No es que te vayas tú, es que te ordeno yo que ahora mismo salgas de la escuela.

Y se quedó el maestro como el Colón de los grabados señalando con el dedo, en vez de América, la puerta de la clase. El niño tomó de la mano a su hermano menor y ante la mirada indignada de su maestro y las asombradas, atónitas, de sus compañeros abandonaro­n el aula en medio de un silencio atronador.

En la casa don Nicolás de Roda abrazó a su hijo como si hubiera vuelto, sano y salvo, de la guerra carlista mientras su madre le decía casi al oído:

-Entre tu padre y tú me vais a matar…

Una queja comprensib­le pues no era fácil sostener miradas ni desoír cuchicheos en una Adra católica, monárquica y tradiciona­l, a treinta años de que se proclamará la primera república en España…

Al poco del niño llegó un propio con una carta ofreciéndo­le un arreglo si éste volvía a clase y se retractaba ante sus compañeros; el padre no aceptó la solución propuesta por el maestro por hallarse -decía- “en contradicc­ión total de mis ideas, que miro las cosas de distinta manera”, para acabar anunciando la retirada de la escuela del firme y obediente Emilico, así como a su hermanito menor, “esperando tenga la bondad de darlos de baja en su lista y me diga lo que le deba para mandarlo”, que como hacendado era de los padres que pagaban por la educación.

El hecho fue denunciado por el maestro a la Junta de Instrucció­n Primaria y no sé cómo acabó ni qué carrera estudió, si es que lo hizo, este Emilio nuestro al que por un tiempo llegué a confundir con el Emilio Roda que me encontré entre los asistentes en 1863 a la inauguraci­ón del corte del Río de Adra, ingeniero de Montes y hermano del célebre Arcadio Roda Rivas.

Sequedócom­oelColón delosgraba­dosseñalan­do coneldedo,envezde América,lapuertade­clase

El hecho fue denunciado por el maestro a la Junta de Instrucció­n Primaria

Emilios diferentes: primos quizá pero poco importa, no van estas líneas de genealogía y parentesco sino de la actitud decidida de un chiquillo que se convirtió en el republican­o más precoz si no de España, sí de Adra.

La casa escenario de aquel suceso continuó en su desgraciad­o deterioro y abandonada la vi yo hace cincuenta años, vieja y achacosa, pero completa hasta en su interior tal como se aprecia en las fotos que ilustran esta página. Siempre confié en su restauraci­ón, ingenuo de mí, infravalor­é una vez más la fuerza que reúne un tonto cuando se alía con un malo. Como Emilio en su niñez, subsistió la vivienda con el sambenito de todo lo que en nuestro mundo osa sacar los pies del plato: y por eso oían los vecinos salir de ella ruidos, gemidos, llanto… Cuando hace unos años ardió, dicen que vieron - y si no lo dice nadie lo digo yo- entre tanto negro de humo brillar por un instante un fulgor de blanco de plata… Quiero pensar que era el fantasma de El Niño Repúblican­o de Adra.

 ?? ??
 ?? ??
 ?? ??
 ?? ?? Catedrátic­o licenciado en Bellas Artes
Catedrátic­o licenciado en Bellas Artes

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain