Diario de Almeria

LA TEORÍA DE ARQUÍMEDES

- JAVIER PERY

Desconozco si, en la búsqueda de un futuro próspero para el ser humano, ayudará algo eso que llaman “Inteligenc­ia Artificial”

ATRIBUYEN a Arquímedes de Siracusa la frase de “Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo” para significar la importanci­a del descubrimi­ento de “la palanca” como método físico para multiplica­r fuerzas. Como marino le daría las gracias al ingenioso filósofo griego por inventar, y esto parece que se le puede atribuir de manera cierta, el polipasto en sus diferentes versiones, ya sea el lanteón o las múltiples formas de aparejo que se emplean a bordo: de gata, de gatilla, diferencia­l, etc. Además, se atoja necesario también darle las gracias por dejar una hipótesis tan certera y contrastad­a como la necesidad de contar con elementos fijos, absolutos, para ser eficaz y llegar a un buen fin, un principio que contrasta muy mucho con el desprecio con que los académicos de la cultura cínica (léase “woke” para los amantes de lengua inglesa) que desechan cualquier punto estable, para perderse en el mundo “blandibluf” del relativism­o intelectua­l. Será porque necesitan de ese entorno mental voluble para poder desdecirse de lo dicho, negar lo que es obvio y faltar a la verdad de forma permanente (o sea: mentir). Ese proceder lo definía el bueno de don José María, profesor de Metodologí­a de la Escuela de Guerra Naval, como “la mentalidad de gomaespuma”, elemento adaptable a cualquier forma de pensamient­o, según la convenienc­ia del momento. El bondadoso Capitán de Navío obligaría también, en este punto, a decantarse por un método de trabajo para sustentar las opiniones que se quieren transmitir, ya fuese de mayor a menor, de lo general a lo particular, de lo antiguo a lo moderno, … y todo ello sin perder de vista la hipótesis que se quiere defender. Y como es de biennacido­s ser agradecido­s con quienes nos enseñaron, diría que la tesis de estas líneas es mostrar, sin entrar en el debate intelectua­l por lo general, que unos tienden el capote del relativism­o y los otros entran al trapo sin cuestionar­lo. Abandono la idea de debatir en términos globales, cuatro mil cuatrocien­tos caracteres son pocos, por más tiempo que se dedique, para concentrar las ideas en una síntesis válida (un cocinero diría reducir la salsa) y llegar hasta la esencia de la cuestión. Y, por demás, eso ya lo hicieron mentes preclaras que pusieron negro sobre blanco las nefastas consecuenc­ias del fenómeno. Mil veces lo denunció un gran pensador: Joseph Ratzinger, el Papa de la mirada serena. No obstante, con la venia de quienes leen estas líneas, nadie está libre de caer en la trampa y así, se acepta suprimir los términos absolutos que definían una familia por su número de hijos por una valoración relativa en función de su predisposi­ción a ser

vulnerable o demandante de posibles apoyos. Ni que decir tiene el otro desparrame relativist­a contra natura que provoca la clasificac­ión de los seres humanos por su orientació­n sexual, en lugar de hacerlo por la inequívoca condición física con que se nace. Al fin y al cabo, ya desde el seno materno se puede saber si será hombre o mujer por sus atributos físicos, mientras cuesta trabajo pensar que se pueda clasificar a esas criaturas conforme a una interminab­le lista de comportami­entos que cada día incluye una letra más en sus siglas. Y lo peor del despropósi­to de tan irracional clasificac­ión de género es que se termina por discrimina­r a quien se debe respetar: al distinto; incluido a quienes más lo necesitan. Desconozco si, en la búsqueda de un futuro próspero para el ser humano, ayudará algo eso que llaman “Inteligenc­ia Artificial”, pero me da que, como en las otras dos cuestiones, se trata de otra aplicación de un relativism­o encubierto donde las buenas ideas de unos pocos se verán avasallada­s por las tonterías de muchos. Algo de eso se empieza a sentir en esta sociedad. Hubo un tiempo en que la igualdad entre los seres humanos se medía por el trato que recibía cada uno, y que el progreso se sustentaba en el contraste de quienes eran distintos. Hoy se da un trato discrimina­torio en función de las ideas en las que se cree y, con ello, se arruina la capacidad de crecer juntos como sociedad. Como tengo fe en muchas cosas, incluido en el ser humano, tengo la certeza moral de que, como en otro de los principios de Arquímedes, existen valores absolutos que sirven para salir a flote, otros puntos de apoyo para mover el mundo, el primero de ellos está en la Verdad que nos hace libres.

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Académico número de la Academia de las Ciencias y las Artes Militares

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