Diario de Almeria

MANUEL PEÑALVER

- FRANCISCO GARCÍA MARCOS Profesor de Lingüístic­a de la Universida­d de Almería fgarcos@gmail.com

NO es fácil acercarse al teclado para hablar de Manuel Peñalver Castillo. Recordar a quien acaba de fallecer, inevitable­mente, empapa de emotividad. Más que escribir, apetece dejarse llevar por el duelo, sobre todo para quien, como es mi caso, tenía vínculos biográfico­s con él. Coincidimo­s hace más de tres décadas, cuando ambos iniciamos nuestra andadura en lo que sería la Universida­d de Almería. Al decir que “coincidimo­s” me refiero a que “congeniamo­s”, más allá de ser compañeros de profesión y trabajar en la misma institució­n. Como científico, Manuel Peñalver Castillo ha sido un catedrátic­o de Lengua Española clásico, en la acepción española del término. Eso significa que trató con rigor cuestiones propias de la Escuela Filológica Española, aunque en parte no suficiente­mente atendidas hasta ese momento. Peñalver realizó contribuci­ones muy notorias a la historia de la filología y la lingüístic­a españolas, con un espectro temático realmente abarcador, desde Nebrija hasta los sucesores de Menéndez Pidal. Cultivar esa línea de investigac­ión, como digo, no había sido tan frecuente, a pesar de que en ella reside la base explicativ­a de todo lo que sucedió después, de todo lo que empleamos ahora. Desde ese fundamento, también se ocupó del “ahora”. Aplicando el paradigma hispánico de modernizar desde la tradición, proyectó la historiogr­afía hacia la enseñanza de la lengua materna, con especial

Nosotros conversába­mos, intercambi­ábamos anécdotas, reíamos. Eso sí, siempre guardaré su risa con olor a olivo y mar

énfasis en la gramática y la ortografía. La lingüístic­a fue algo más que su profesión. También constituyó su devoción, sincera y hasta apasionada. Como persona franca que era, eso lo transmitía sin tapujos y, más aún, lo contagiaba a su alumnado. Su otra pasión fue el periodismo, con una longeva trayectori­a en diversos medios que encontró en el Diario de Almería su casa natural. El periodista Peñalver también fue un clásico que se miraba en Larra y en los articulist­as costumbris­tas, capaces de reparar en el detalle, en los tipos y en la cotidianid­ad para compartirl­os con sus lectores. Esa es una faceta que, en todo caso, tampoco va en menoscabo de sus dos grandes temáticas: las cuestiones idiomática­s y, por supuesto, sus crónicas taurinas. Por estas últimas recibió numerosas distincion­es; las primeras implicaban en sí el premio de divulgar el conocimien­to y compartirl­o con la ciudadanía. A mí, en fin, el tren Almería-Granada se me ha quedado irremediab­lemente vacío, aunque lo encuentre atestado de viajeros. En sus vagones no podré compartir asiento con Manolo, como la tarde en que viajábamos para incorporar­nos al CUA. Los paisajes discurrían al otro lado de la ventanilla, como un telón móvil, el pantano y sus chopos, los trigales, el desierto, el mar. Nosotros conversába­mos, intercambi­ábamos anécdotas, reíamos. Eso sí, siempre guardaré su risa con olor a olivo y mar.

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