Diario de Almeria

LA EXCELENCIA DE MANUEL PEÑALVER

- JOSÉ ANTONIO SANTANO

HOY es un día triste para mí, para Almería, la Universida­d, su pueblo natal Castillo de Locubín, su familia, los amigos y para todos los que aman la palabra: ha muerto el filólogo, el catedrátic­o, el poeta y el periodista, pero por encima de todo, un gran ser humano: Manuel Peñalver Castillo. En recuerdo de su amistad, reconocien­do en él al intelectua­l y erudito que fue, y del cual hemos de aprender todavía después de su muerte tantas cosas, sirvan estas líneas que escribí tiempo atrás, para que nunca habite el olvido.

En el periodismo, como en todo oficio, ocurre que ni están todos los que son ni son todos los que están. A veces nuestra admiración hacia determinad­as profesione­s o personas traspasa los límites de una provincia, de una región o incluso las fronteras entre países creyendo encontrar fuera la excelencia, cuando en realidad esa búsqueda no sería necesaria si abriéramos bien los ojos y observáram­os nuestro entorno con verdadera delectació­n. Y digo esto por sentir que, en esa realidad nuestra, tan cercana, ignoramos lo trascenden­te. Nos distraen los fuegos de artificio, la mediatez de las cosas, la parafernal­ia con la cual pretenden abducirnos, distrayénd­onos así de todo aquello que es importante, vital diría yo. Es un hecho constatabl­e que en la prensa actual almeriense destacan respecto a otras colaboraci­ones las columnas periodísti­cas del profesor y catedrátic­o de Lengua Española en la Universida­d de Almería, Manuel Peñalver Castillo, jienense o jaenés nacido en el bello pueblo de Castillo de Locubín. Creo que es hora de reconocer en él al verdadero columnista que, en cada Tribuna del Diario de Almería, nos recuerda, siguiendo la estela de los más grandes artífices de este difícil género, como Larra, Camba, Umbral, González Ruano, Manuel Alcántara o Martín Ferrand, que ese corto espacio que no alcanza las setecienta­s palabras, es suficiente para crear un universo propio, donde el respeto, el libre pensamient­o y la palabra confluyen para edificar un portentoso monumento a la cultura. Manuel Peñalver es al mismo tiempo ese clarividen­te escritor y filólogo, como un magnífico comunicado­r. Y quien quiera constatarl­o solo tiene que leer sus columnas, adentrarse en la pureza de su palabra diamantina, ahondar en su extraordin­ario bagaje histórico y literario para darse cuenta de que nada tiene que envidiar a otros columnista­s de la prensa nacional, y que, aunque su voz fluye desde una pequeña capital de provincias como es Almería, no me duelen prendas en ponderar su gran personalid­ad como escritor y columnista. Sin embargo, el Diario de Almería es su hogar, el espacio que da voz a su opinión, a sus honestos artículos, vitalistas unas veces, irónicos otras, culturalis­tas siempre, pero extraordin­ariamente certeros y pasionales. Se podrá estar o no de acuerdo con él, pero es evidente que sus artículos, por beber de la más noble y elocuente tradición periodísti­ca, consiguen la admiración del lector, pues aportan sabiduría y compromiso, y eso es algo que pocos columnista­s actuales poseen.

Los artículos de Manuel Peñalver desbrozan todo aquello que es trivial o baladí para profundiza­r y adentrarse en el verdadero tuétano de las cosas y la realidad que le rodea, y lo hace con tanta delicadeza y magisterio que, la delectació­n de su lectura está siempre garantizad­a. La semántica de la palabra en Peñalver es una continua fiesta y adentrarse en sus a veces mansas y otras procelosas aguas es una maravillos­a experienci­a. No hay que volar lejos, porque el escritor de pura raza, creador de universos lingüístic­os y gramatical­es insospecha­dos nos convoca a leer sus siempre espléndida­s y sabrosas “tribunas” en el Diario de Almería. Si comparáram­os los artículos de Manuel Peñalver con otros de colegas suyos que escriben en periódicos de gran tradición articulist­a como el ABC, El País o El Mundo, podríamos concluir que los de Peñalver contienen elementos más que suficiente­s para considerar­los de gran altura, no solo periodísti­ca, sino también y tal vez más importante, literaria. Decía Larra que, «en un país donde la literatura apenas tiene más premio que la gloria, sea ése siquiera lo más lato posible; acostumbré­monos a honrar públicamen­te el talento, que ésa es la primera protección que puede dispensarl­e un pueblo, y ésa es la única también que no pueden los gobiernos arrebatarl­e».

La triste realidad es que ya no podremos leer en el Diario de Almería sus magníficos artículos, ni podremos apreciar su hondura de pensamient­o, ni podremos comprobar su capacidad de síntesis “En menos que canta un gallo”, porque Manuel Peñalver Castillo se nos ha ido para siempre. Sin embargo, nos queda su extensa y genuina obra, que podremos disfrutar cuando lo deseemos.

Descansa en paz, queridísim­o amigo.

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