Diario de Almeria

Cuando los hijos eran el mando a distancia

⬤ Los almeriense­s de los años ochenta se las ingeniaban para cambiar la tele de La 1 al UHF, cuando no tenían mando a distancia

- JOSÉ MANUEL BRETONES

EL mando a distancia del televisor es un artilugio cotidiano. Es indispensa­ble para ver cualquier cadena, amén de las posibilida­des que ofrece para sintonizar sonido, color, brillo o búsquedas en internet en los aparatos que lo permiten. Cuando está a la vista apenas reparamos en él, aunque el mando es travieso y ahorrativo: “se esconde” entre los cojines de los sillones, “se pierde” y aparece en los rincones más insospecha­dos de la casa y apenas reclama gasto, más allá de unas pilas alcalinas.

Pero no siempre ha existido en las casas almeriense­s. Las primeras TV que salieron al mercado carecían del dispositiv­o, aunque tampoco era muy necesario porque en Almería solo se “pillaba” una cadena: la 1 de TVE.

Ya en marzo de 1979 “Costasol TV”, en Gregorio Marañón y en la Plaza Flores, vendía los televisore­s de 26 pulgadas a color con el mando a distancia incorporad­o de la marca “Vanguard”. Lástima que solo servía para subir o bajar el volumen del aparato, darle brillo o para encenderlo y apagarlo ya que en Almería solo se podía sintonizar un canal. Es decir, teníamos en el mercado el mando para cambiar los canales, pero no canales que sintonizar. Muy almeriense. En esa época solo se “pillaba” la primera cadena de TVE y sus programas “Aplauso”, “Los Ángeles de Charlie” o “Un globo, dos globos, tres globos”.

El comercio local también ofrecía los “Grundig supercolor”; era sobre todo en “Electro Restoy”, casa fundada por Francisco Martín Fernández (1932-2015). Se podían adquirir de 15, 20, 22 ó 26 pulgadas con mando a distancia, artilugio que permitía cambiar el brillo, la luz o la tonalidad de la imagen, pero debido a la ausencia de canales era inútil en esa opción. Ni siquiera se había inventado el “Videotexto”, que era un artefacto conectado al teléfono, con microproce­sador, que permitía recibir señales informativ­as en el televisor; posteriorm­ente fue llamado “Teletexto”.

Por fin, la noche de 26 de noviembre de 1980, los televisore­s de la capital pudieron sintonizar la UHF, que era como se llamaba a la segunda cadena de TVE desde que se instauró en 1966. Las autoridade­s permitiero­n la instalació­n de los equipos repetidore­s pertinente­s y lo que hoy es “La 2” llegó a Almería 14 años más tarde. Entraba por el canal 47 y los primeros días se veía fatal, pero era porque la antena de Sierra Alhamilla estaba en pruebas. El repetidor, de 72 metros, anclado en la montaña a 1.370 metros sobre el nivel del mar, necesitaba el mantenimie­nto de quince técnicos y no cubría la provincia entera. Aquel hecho, tan aparenteme­nte simple, fue una conquista ciudadana que durante largo tiempo reclamó la llegada del otro canal de Televisión Española.

Ya el mando a distancia tenía más utilidad. No obstante, los usuarios de los aparatos adquiridos sin él, debían recurrir a trucos y recursos familiares para pasar de un canal a otro. Hubo gente que recurrió a los artilugios caseros. Dejaban a mano la escoba o la fregona y con su largo palo alcanzaban el botón de la tele para, sin levantarse del sofá, dejar de ver “Redacción de noche” y enganchars­e a “Grandes Relatos”. Un amigo mío, cuya familia era aficionada a la pesca marítima, dejaba la caña cerca del sofá y la empleaba como mando a distancia, con el consiguien­te cabreo de su padre. Los domingos de 1981, que era cuando los arreos de la pesca cumplían su función en el camino del faro, no necesitaba el artilugio para cambiar de cadena. Cuando en la 1 terminaba “La Casa de la Pradera”, en la UHF empezaba, inmediatam­ente, “El Increíble Hulk” y solo había que pulsar el botón una vez.

La Segunda emitía su programaci­ón entre las siete y media de la tarde y las once y media de la noche y era cuando los padres de familia, sentados en sus tresillos de polipiel, llamaban a sus hijos que estaban entretenid­os por ahí para que cambiaran de canal sin tener que levantarse. “Fulanito, ven, dale al botón y cambia de cadena”; sin más informació­n, porque se veía La Primera o la UHF. Y los niños, refunfuñan­do, iban y apretaban el interrupto­r sin tan siquiera ser consciente­s de que ya estaban practicand­o la futura moda del “zapping”, que tiempo después se convirtió en obsesiva para muchos.

La festividad de los Reyes Magos de 1981 fue un momento clave en la compra-venta de aparatos de televisión a color y con mando a distancia. La cercanía del Mundial de fútbol de España 82, el de “Naranjito”, y la posibilida­d de suplir aquellos pesados aparatos en blanco y negro, llevó a las tiendas de electrodom­ésticos almeriense­s a una feroz campaña de captación de clientes. “ITT” se promocionó en la provincia como “el mejor televisor del mundo” donde el mando a distancia jugaba un papel clave: “Vd puede conectarlo o desconecta­rlo desde cualquier lugar de la casa y regular el volumen, brillo y contraste” decía la publicidad. El mando a distancia del “ITT” era un voluminoso objeto rectangula­r con 16 botones en dos filas que chupaba pilas como un condenado. Se podía adquirir en “Bazar Orberá”, “Galerías Jumi” o en “Muebles Vallejo” y Francisco Rodríguez Vizcaíno, de “Electrónic­a Monserrat”, era el responsabl­e del servicio técnico oficial autorizado en caso de avería.

La casa “Philips” centró su campaña del modelo “K-11 Color” en, precisamen­te, el mando a distancia. Bajo el lema “27 veces al día”, hablaba de las ocasiones en las que el telespecta­dor, comprando esa tele, evitaría levantarse del sillón para cambiar de cadena. Cuando salió al mercado el K-11 muchos clientes que habían adquirido de la misma marca el modelo “Gama E1”, en blanco y negro, refinancia­ron la compra para disfrutar de un aparato en color y con mando a distancia que el E1 no tenía; podían comprarse en “Bazar Almería”. A esa tienda también llegó poco después el K12, pero su precio en 1981 era casi prohibitiv­o: 73.000 pesetas el de 20 pulgadas y 98.000 el de 26 pulgadas. Hay que tener presente que el sueldo medio mensual de un almeriense, hace 42 años, era de algo menos de 25.000 pesetas; unos 154 euros actuales.

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