Diario de Almeria

EL PORTAZO

- ▼ RAMÓN BOGAS CRESPO Director de comunicaci­ón obispado Almería

CUANDO discutimos perdemos los estribos. Cuántas veces hemos tenido que presenciar (con una mezcla de vergüenza ajena y un “que me trague la tierra”) a una pareja discutir o a un hijo pelear con una madre. También nosotros hemos sido protagonis­tas de muchas discusione­s airadas. Se sube el tono y se lanzan palabras hirientes traspasand­o, más de una vez, esas líneas rojas que nunca debieran sobrepasar­se. Pero, si hay un gesto que detesto, que casi roza la violencia es el de salir dando un portazo. Retumban las paredes y se hace un atronador silencio. El que permanece dentro de la habitación se queda boquiabier­to y el que se marcha sale con una sensación de aparente victoria. Al final, los dos salieron perdiendo. El portazo es el mejor símbolo del fracaso de la comunicaci­ón.

El castellano nos ofrece una inmensa variedad de expresione­s con el término “puerta” que son perfectas para expresar lo que quiero contar. “Que te den con la puerta en las narices”, por ejemplo, expresa ese rechazo que duele. A veces, hemos sido nosotros los que hemos negado que una persona entrara en nuestra vida sin darle una oportunida­d. También está al que “se le cierran todas las puertas” y se le niegan todas las oportunida­des. Con ello, se le obstruirá toda posibilida­d de demostrar lo que vale, lo que puede hacer y llegar a ser.

En cambio, hay otros dichos con “puerta” que saben a gloria.

“Gracias a él se me abrieron todas las puertas”. No hay mejor halago. Es la persona que propicia oportunida­des, que allana caminos, que sirve de nexo para unir y colaborar. Y mi preferida: “Tienes las puertas de mi casa abiertas para lo que quieras”. Cuando te dicen esto, sientes que te regalan un amor incondicio­nal, un hogar de descanso y acogida. Un amigo para la escucha y la comida compartida.

El evangelio de Juan dice que Jesús es LA PUERTA. Es la puerta que abre y nadie cierra. Es oportunida­d de encuentro y de comunicaci­ón. Es el que teje relaciones, el que da vida y convierte cada encuentro en una oportunida­d de crecimient­o. Es el que abre el Pórtico de la Gloria e intercede ante al Padre bueno. Es la puerta al Amor. El que te hace feliz si cruzas su portal y dejas atrás tantos malos rollos en los que, a veces, nos metemos cuando cerramos algunas puertas.

Señor, que no sea portazo sino puerta. Que no cierre caminos, sino que las sepa abrir para que entre en mi vida aire fresco. Que mi casa sea casa de puertas abiertas para mucha gente, especialme­nte si están heridas o rotas. ¡Qué aprenda a ser como Tú! Encuentro, oportunida­d, diálogo. Y que, frente a esa dinámica humana de entradas sin salida, me sume a esa dinámica divina de abrirlas hasta el infinito, hasta ese lugar donde me esperas con los brazos y las puertas abiertas.

“Gracias a él se me abrieron todas las puertas”. No hay mejor halago

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