Diario de Almeria

ARSENIO Y EL SUPERDÉPOR

Penal y gol es gol

- JORGE COLIPE @JorgeColip­e

HACE unos días nos enteramos del fallecimie­nto de Arsenio Iglesias. A los 92 años su cuerpo dijo basta después de una larga enfermedad degenerati­va. Pero si hablamos de fútbol, el nombre de O Bruxo de Arteixo ocupa un lugar destacado en los anales de este deporte. El apodo le llegó por su capacidad de haber convertido el agua en vino. No por sus dotes como futbolista, de delantero del montón, sino por haber elevado a los cielos al Deportivo La Coruña en el que todos nos vimos reflejados; el Superdépor que enamoró al planeta con Arsenio Iglesias en el banquillo y Augusto César Lendoiro en el sillón. Sus ascensos, subcampeon­atos y la obtención de la Copa del Rey cautivaron al mundo entero. Desde mi Argentina natal hinché por el Superdépor, como también lo hice por el Deportivo Alavés de Mané. Pero lo que hacía el Deportivo de La Coruña con el Brujo en la batuta y Mauro Silva, Fran y Bebeto como ejecutores, era de otro mundo. El técnico había pulido las piedras y las reconvirti­ó en diamantes. A lo mejor por ser uno de los nueve hijos de una familia de labradores, conocía el oficio de pulir, de trabajar el interior, de ir a las fuentes cuando en las sudaderas del técnico se podía leer la palabra coach, tan sobrevalor­ada en la época actual. Ejerció de gallego y deportivis­ta toda su vida, de sabio de la tribu, por eso en un comunicado oficial del club, se le ha definido como la mayor influencia directa en los 116 años de la entidad. Miles de aficionado­s se dieron cita en el estadio de Riazor para darle la despedida. La capilla ardiente se ubicó junto al acceso desde donde los jugadores salen al campo, el féretro blanco franqueado por la Copa del Rey obtenida en el 95, su familia junto a él, las bufandas blanquiazu­les y los ultras cantando “Arsenio eres Dios”, completaba­n el sábado este ritual pagano que se produce cuando se despide a un gurú. Arsenio Iglesias es lo más parecido a una divinidad para los deportivis­tas que hoy sufren orgullosos, su descenso a los infiernos del fútbol nacional. “Nunca una derrota fue tan bonita”.

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