NO ENTENDIMOS NADA
ERA agosto y a final de mes comenzó a hablarse de un grupo de canteranos de los que había que estar atentos. Conocía sólo a Rachad Fettal de las apariciones que hizo el curso anterior con el primer equipo juvenil. Viendo los resultados de la pretemporada y el papel de los chicos de Alberto Lasarte en Liga Nacional, tenía esperanzas en grandes objetivos. Lograr la clasificación copera y hacer una buena campaña en División de Honor pensaba que era el techo. No había entendido nada hasta entonces. La rebeldía e irreverencia de estos futbolistas la noté el primer día que los vi en directo. Contra el Sevilla, una de
Este vestuario se ha identificado con las personas que iban a verlos a Huércal
las mejores canteras de España. Perdieron ese partido, pero poco importaba.
Los objetivos que tracé en mi mente fueron rápidamente destruidos en mil pedazos. Finalistas de Copa y luchando en el campeonato liguero hasta el último día. Alcanzando la gloria con remontadas, goles en los últimos minutos y una verdadera alma de campeón. No han bajado los brazos contra ningún rival. Porque quizás en esa inconsciencia de juventud se halla el pundonor de un grupo que ha abierto la puerta a una nueva hornada de jugadores que inician el proyecto de la nueva Ciudad Deportiva.
Han conseguido captar el interés mediático en una ciudad que nunca se había preocupado por estar informada de un equipo juvenil. Han conseguido colgar el cartel de ‘no hay billetes’ en el Francisco Pomedio por un encuentro de Copa del Rey. Han conseguido vencer treinta de 39 partidos con apasionantes tardes de fútbol. Hasta el último segundo. Pero han conseguido algo mucho más importante que ganar. Han calado en el aficionado rojiblanco. Este vestuario, a través del amor hacia unos colores, se ha identificado con las personas que iban a verlos jugar a Huércal de Almería. Una relación de tú a tú. Porque el escudo que había en sus pechos es tan de ellos como del seguidor. Haber logrado eso es impagable. Una generación para el recuerdo.