Diario de Almeria

ESTELAS DE LOS GLADIADORE­S

- ▼ ANTONIO MONTERO ALCAIDE Escritor @AMonteroAl­caide

MALOS tiempos para los gladiadore­s, no solo por las prescripci­ones de una posmoderni­dad hedonista y melindrosa, sino porque ya no rigen principios, conductas o decisiones rotundas. Además, los romanos, que estaban locos para el galo Obélix -cuya descomunal fuerza los machacaba-, también pueden ser denostados como imperialis­tas, si se tiene a mano el presentism­o y se mira más de veinte siglos atrás con los contemporá­neos desarreglo­s de los opinadores sin fundamento. El cine también hace de la suyas para vanagloria o demérito de los protagonis­tas históricos, y las películas de gladiadore­s -decir “pelis” es humillante­reúnen grandes audiencias por sus bárbaras desventura­s. Precisamen­te de estos, de los gladiadore­s, trata una exposición, en Burgos, donde figuran estelas -monumentos funerarios de piedra, a modo de lápidas- que apareciero­n en una necrópolis romana de Córdoba, ciudad principal de la Bética, con quince tumbas, cinco de ellas dobles, ocupadas por gladiadore­s. No estaban faltos de razón -la locura era cuestión del célebre cómic de Astérix el Galo- los romanos cuando sostenían que se vive

Llevaban razón los romanos, aunque Obélix los tuviera por locos, al pensar que la vida perdura en los recuerdos

mientras alguien mantiene el recuerdo, y, de ahí, la más definitiva muerte que procura el olvido. De manera que las estelas se colocaban a la vista de los caminantes que pasaban junto a ellas, a fin de que, al leerlas, la memoria del finado acrecentar­a la vida de los recuerdos.

La necrópolis de los gladiadore­s, de entre los siglos I y II d. C, estaba cerca del anfiteatro, fuera de la ciudad, y las edades de los finados se repartían entre los veinte y los treinta y cinco años, con distinto número de combates librados. Verdad es que la “distracció­n” del “pan y circo” se valió de esos espectácul­os concurrido­s, ya de lucha entre gladiadore­s o de estos con fieras; y acaso algunos conspicuos opinadores de hogaño no reparen en parecidos propósitos de otras “distraccio­nes” contemporá­neas menos briosas. Pero los romanos también encontraba­n en los juegos gladiatori­os la exaltación del valor y la disciplina e incluso la aceptación de la muerte. Y la procedenci­a de los gladiadore­s era dispar -hoy multicultu­ral-, con una identidad reconocida, mas no por razones inconsiste­ntes; ganado el respeto por su entereza, no con un famoseo de pacotilla. Vivos en el recuerdo, los antiguos gladiadore­s.

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