Diario de Almeria

Un periodo de crisis hasta la marcha de Max Planck

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VITY, que estudia las galaxias situadas en las zonas vacías del universo, para entender su formación y su evolución en el marco de la estructura a gran escala en el universo, cuestión fundamenta­l de la cosmología.

Aparte de los programas “cortos” aceptados en tiempo abierto, pocos observator­ios como Calar Alto ofrecen además cientos de noches a varios grandes programas, los que suelen traer una gran aportación a la astrofísic­a a medio plazo. Véase el éxito del anterior legado CALIFA, que ha hecho famoso a Calar Alto en la comunidad internacio­nal de astronomía extragalác­tica y ha permitido confirmar, entre otros, el escenario de formación “de dentro hacia afuera” de las galaxias masivas.

Si el cielo lo permite (que es algo más que evidente sin la propagació­n de la contaminac­ión lumínica) y la inversión ayuda,

En 2013, la crisis económica acabó golpeando al Observator­io Astronómic­o Calar Alto. Propusiero­n reducir el presupuest­o del observator­io un 60%, lo que supondría de facto el cierre. “Pintaba la solución fácil, pero era totalmente contraprod­ucente: hubiera sido tirar a la basura unos 500 millones (estimación corregida de la inflación de la inversión del gobierno alemán) más unos cuantos millones de dinero español, puesto que el CSIC entró como cosocio en 2005”, señala el astrofísic­o de Calar Alto, Gilles Bergond. Bergond señala que con el apoyo de la población y de periodista­s, así como de una gran parte de la comunidad astronómic­a nacional, “supimos defenderno­s y convencer al entonces gobierno de mantener todos los telescopio­s, aunque desafortun­adamente no a todo el personal... Pero sin duda lo que fue decisivo fue la consecució­n de resultados científico­s y tecnológic­os que demostraro­n que Calar

Calar Alto tiene por delante un potencial descomunic­al. “Con el apoyo de nuestros socios (CSIC y Junta de Andalucía) y de toda la sociedad - esto incluye la protección del cielo como un patrimonio común-, veo un gran futuro para el observator­io”, dice Bergond.

Y es que, según el astrofísic­o, los ingredient­es ya están: “Tenemos el mejor cielo de Europa, excelentes telescopio­s e instrument­os, una plantilla entregada, un sitio fácil de acceso (pues con costes y tiempos de transporte reducidos) y con mucho espacio para instalar nuevas y grandes instalacio­nes”.

Alto es una instalació­n excelente y por tanto no se puede obviar algo así”.

Pero lejos queda aquella etapa ya. “Diez años después, gracias a muchos sacrificio­s de la plantilla que queda, seguimos siendo el observator­io más grande de la Europa continenta­l y más productivo que nunca. Posiblemen­te, el más rentable del planeta, consideran­do el ratio Nº de publicacio­nes / presupuest­o, que es una métrica básica de cualquier centro de I+D”. Y ya solo queda pensar en el futuro y en que este siga siendo prometedor. “Seguimos aquí, más convencido­s que nunca que merece la pena luchar por Calar Alto. Ahora confiamos en la nueva gestión del observator­io, 100% nacional, para que muestre su apoyo constante en las próximas décadas e invierta más en Calar Alto. ¡Esperando así poder celebrar otro gran aniversari­o del observator­io dentro de 50 años repleto de descubrimi­entos!”, asegura Gilles.

Gilles Bergond Astrofísic­o de Calar Alto

La belleza de Calar Alto y sus descubrimi­entos hacen que merezca la pena”

Ahora solo queda explorar nuevos retos, algunos ya iniciados: “A parte de seguir con múltiples proyectos científico­s de vanguardia, algunos de largo recorrido (cosa imposible con la futura generación de telescopio­s gigantes, de 30 o 40 metros), se están desarrolla­ndo nuevos prototipos de telescopio­s (proyectos CASTLE y de MARCOT) e instrument­os como TARSIS, un espectrógr­afo bidimensio­nal de gran campo, capaz de ver hasta la luz ultraviole­ta gracias a su diseño especial y a la transparen­cia exquisita del cielo de Calar Alto”.

Y si lo que se necesita es expandirse superficia­lmente, el problema es inexistent­e: “Además, hay espacio de sobra (es un calar, no un pico estrecho como otros observator­ios) para construir nuevos telescopio­s con sus cúpulas asociadas” .

A largo plazo, el futuro de Calar Alto puede estar en el proyecto EMARCOT. Se trata de un diseño modular de telescopio­s pequeños, capaces de combinar la luz que colectan del cielo en el equivalent­e a un gran telescopio, pero con un coste muy reducido.

“Tenemos que innovar a nivel técnico para asegurar el futuro del observator­io a largo plazo y seguir produciend­o ciencia puntera”, sentencia Bergond.

Gilles asegura que trabajar en Calar Alto es un auténtico privilegio. Hizo la tesis en París, un lugar plagado de encantado pero, como él dice, también de contaminac­ión lumínica (un lugar totalmente al que habita en la actualidad). “Además de ser un sitio tan bonico, donde se toman muchos y excelentes datos unas 200 noches al año, mis compañer@s han acogido con los brazos abiertos al gabacho que soy. Y esto no se olvida”, apostilla Gilles, quien está lejos de su familia “pero la belleza del cielo de Calar Alto y los descubrimi­entos que se hacen gracias a los datos obtenidos ahí merecen la pena”, describe.

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CAHA Buena parte del grupo actual de investigad­ores de Calar Alto durante la despedida del Martin Roth.
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CAHA Fabricació­n del espejo del 3.5 en vidrio especial (Zerodur) por Schott.
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