Diario de Almeria

CANDIDATOS­PARACAIDIS­TAS:¿Y AQUÍQUÉPRO­BLEMASTIEN­EN?

- ▼ ANTONIO LAO alao@grupojoly.com @laoalonso

LA conversaci­ón que les narro es absolutame­nte real, aunque por estar en campaña electoral y siendo mi ánimo tratar de ser justo y equilibrad­o en todo momento prefiero obviar el candidato/a con el que ha ocurrido y la localidad. Después de meditar durante días el hecho, poner en el fiel de la balanza si contar con nombres y apellidos el caso o simplement­e recogerlo sin más, con el mínimo de daños colaterale­s, mi opción como ven ha sido esta última. Si se sienten decepciona­dos les pido disculpas de antemano y no sigan leyendo. La historia la voy a contar, pero no el nombre de los protagonis­tas y tampoco el partido. Hoy hace justo una semana de los hechos. Un fin de semana cualquiera en uno de los 103 pueblos de la provincia. Un coche aparca en la plaza, del que se bajan tres personas, dos hombres y una mujer. Se les ve resueltos, decididos, con cierta suficienci­a diría yo. Abren el maletero y sacan cientos de panfletos del partido político en cuestión y comienzan su distribuci­ón casa por casa. Nadie les abre, no porque no quieran, sino porque la mayoría de las viviendas están vacías. Nos encontramo­s en una localidad de interior, en la que la despoblaci­ón ha hecho estragos.

En un momento del recorrido se me acercan, sonrientes, amables, cercanos, con la normalidad de aquellos que buscan el voto en las próximas municipale­s, aunque todavía no podían pedirlo de forma abierta, aunque el libreto que distribuía­n los delataba. Al

Director de

Diario de Almería buenos días de rigor le sigue el intento evidente de entablar conversaci­ón, acercarse a un parroquian­o que no conocen, pero que puede ser un potencial votante el día 28 de marzo.

A la cuarta frase la candidata mes interroga:

- ¿Y aquí qué problemas tienen?

Me quedo perplejo, casi fuera de juego. No le respondo y sí hago una nueva pregunta.

-¿Quién eres?

Me mira. Es posible que no esperase por respuesta una pregunta y descolocad­a entra en el juego.

- Soy la candidata de este partido (lo obvio como les he dicho al principio) y me gustaría poder conocer algo de este pueblo.

- ¡Ah!, pero no eres de aquí.

-No, mi abuelo si lo era, aunque yo he regresado en contadas ocasiones.

- ¿Estarás empadronad­a?

-No. No me podré ni votar.

Huelga el resto de la charla y cualquier otro comentario que pueda hacer. Queda dicho todo. Un paracaidis­ta más de los muchos que tristement­e llenan las listas electorale­s de los pueblos de la provincia y de España. Políticos llegados al albur, desconozco de qué objetivos, pero que los deja en muy mal lugar a ellos y a sus partidos. Creen que todavía son capaces de engañar a los vecinos, en la creencia de que son incautos o maleables. Por fortuna, se equivocan.

Creen que son capaces de engañar a los vecinos, en la creencia de que son tontos o maleables. Se equivocan

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