Diario de Almeria

EL GUETO MUDO

- ▼ FRANCISCO GARCÍA MARCOS Profesor de Lingüístic­a de la Universida­d de Almería fgarcos@gmail.com

LA escuela ha sido uno de los escenarios clásicos del proselitis­mo. En las cabezas infantiles los mensajes alienantes circulan más rápidos y calan con mayor impunidad. El último episodio de proselitis­mo escolar acaba de darse en Santa Coloma de Gramanet. Como quien no quiere la cosa, envueltos en un hálito de modernidad para sobreponer­se a las prosaicas limitacion­es del aula, unos profesores muy patriotas han convertido a sus alumnos en encuestado­res. A los jóvenes de quince años se les ha encomendad­o investigar la presencia del catalán en los bares y restaurant­es de la ciudad. Para unos serán notarios de la actualdiad, aunque otros temen que se conviertan en delatores de desafecció­n lingüístic­a. A estas alturas casi nada de lo que provenga del independen­tismo debería sorprender. Tras ser premiada la Nova Historia por la Generalita­t, cualquier cosa es posible. Fueron los responsabl­es de poner en circulació­n majaderías como que Cervantes, en realidad, se apellidaba Sirvent. Agraviado porque no le permitiero­n publicar El Quijote en catalán, se exilió a Inglaterra, donde convirtió su apellido en Shakespear­e. Cosas de esa catadura recibieron el máximo reconocimi­ento institucio­nal de Cataluña.

El ínclito Pujol ya los considerab­a seres primitivos e incultos que Cataluña necesitaba civilizar

Este nuevo capítulo de la propaganda cultural del independen­tismo, la conversión de alumnos en detectives idiomático­s, persevera en la misma dirección, aunque con dos matices sustancial­es. Hubo un tiempo en que estas investigac­iones se hacían en Cataluña mediante sociolingü­istas. Conformaro­n una escuela excepciona­l, admirada y respetada, con una profesiona­lidad más que justamente acreditada. Ahora los han sustituido por muchachos a los que, de paso, adoctrinan. Todo eso acontece en Santa Coloma, uno de los receptácul­os prototípic­os de inmigració­n desde hace más de seis décadas. Hasta tal punto es así, que la población es prodiga en procesione­s, romerías y pasos, como si aquello fuese un trozo trasplanta­do del sur, de Andalucía o Extremadur­a. No es en absoluto sorprenden­te. Santa Coloma, como tantos otros lugares del cinturón de Barcelona, no ha perdido el aroma a gueto desde entonces. Allí se congregó la mano de obra barata que necesitaba el exceso de productivi­dad industrial. Es una historia constante y universal. Como lo es que sus habitantes sean automática­mente estigmatiz­ados por el simple hecho de ser foráneos. El ínclito Pujol ya los considerab­a seres primitivos e incultos que Cataluña necesitaba civilizar. Coincidía, por cierto, con los lamentable­s planteamie­ntos de Sabino Arana, otro racista de manual. Ahora, curiosamen­te, los nietos políticos de Pujol se interesan por qué lengua hablan. Lo mismo los prefieren mudos.

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