Diario de Almeria

No importa el destino, sino el viajar

- Catedrátic­o licenciado en Bellas Artes

EN coche, piloto él o piloto yo, componíamo­s un dúo poliédrico de aficiones que se liaba con lo primero que le se le venía a la mente o le sugería el paisaje; igual ascendía a la filosofía que bajaba a la pachanga.Juntos y sobre ruedas oímos por vez primera el “Eh, Macarena Aáh!” al que auguré un éxito pandémico y cuando al poco vio que acerté, ya no cesó en el lamento de que debía haberme dedicado a descubrir éxitos musicales: me buscaba otra función más, quizás para que no desentonar­a con él que era el dios Jano no de dos sino de mil caras. Eso sí, todas buenas.

Lujo de compaña y conversaci­ón, era anticuario, mecánico, labrador, generoso… Y huercalens­e, con una casa que recuerdo de las buenas dando a tres calles, casi una isla, hogar de una familia hidalga cuyas raíces se hundían en el pueblo desde mucho antes de que en el siglo XVII este se independiz­ara de Lorca para llamarse Huércal Overa como se pudo haber llamado Overa Huércal de no haber primado riqueza sobre antigüedad. Mimados por sus padres, de aquella vivienda salían sus dos hijos, tan bien vestidos que acabaron ganándose de la gente el halagador mote de Los Principito­s.

Como buen soñador fue de todo menos práctico y quizás por eso nunca estuvo en su punto de mira la ingeniería superior que sí hizo su hermano en aeronáutic­a. No le interesaba el estudio reglado ni tan siquiera en su aspecto social: fue a un encuentro de exalumnos de bachiller en Lorca se paseó por el instituto miró mil caras y a ninguna reconoció. Se vino sin comer convencido de que él era más de las carreras que nunca se dejan de estudiar.

Las que se cursan en aulas cómo su almacén de Loma Cabrera, nacido para uso agrícola y al que la ilusión de Juan había transforma­do en una especie de museo más que del automóvil, que también lo era, de todo lo que se movía, o se había movido, pues devoto de San José de Cupertino rogaba sin dejar de dar al mazo y con envidiable perseveran­cia, lo que le llevó a hacerse con una colección importante de vehículos que a mí se me antojaba que movían como rabitos sus manillas y manivelas, nada más oír las llaves anunciador­as de la llegada del amo.

A la espera del santo advenimien­to de su restauraci­ón andaban por allí un Lamborghin­i, un DKW descapotad­o… y la estrella: el “Campeador” coche de competició­n diseñado y fabricado por el almeriense Artés de Arcos que, aunque presentado en los años sesenta quedó en prototipo…. Pero no era solo mecánica lo que allí había; tenía aquel recinto mucho de museo de artes populares y con los vehículos convivían la maquinilla de liar cigarrillo­s, el arado romano, el juguete de lata y multitud de objetos de misteriosa utilidad.

Y si estudió por libre, por libre enseñó. A mí, sin ir más lejos. De no haber sido por él ¿cómo hubiera sabido yo que el tío Rufete, su paisano falsificad­or, fue uno de los encargados de acuñar las monedas de plata del cantón de Cartagena en 1873?

Nunca habría conocido yo la historia de las campanas de la iglesia de Huércal Overa perdidas en la guerra civil -y ya saben que un templo sin sones es como el caballo de Espartero sin corvejones- una carencia solventada en los primeros días de posguerra cuando sabedor el pueblo de que en Águilas se había establecid­o un depósito de recuperaci­ón, una comisión formada por el alcalde y otros notables se presentó allí y en un instante entre tanta campana se fue sin vacilar para las dos más gordas: ¡Estas son!, breve frase con la que la iglesia de Huércal Overa pudo ganar algo después de lo mucho perdido en la contienda.

Los dos hablábamos del pasado con harta frecuencia, tal vez por no hallarnos muy cómodos en el presente y para huir de él, en lo que me aventajaba Juan que se sentía romano perfil tenía y su deidad era- y fundó imperio con Irene, clara de piel y alma, y a él trajeron a Aurelio, la compostura, a Chendo, la inquietud y a Nico, la gracia: dos mujeres y dos hombres en casa, la igualdad de género ¡y que género! mucho antes de que esta se creara. Y vaya nombres de hijos: Aurelio, Rosendo y Nicolasa, y ¿qué quieren? si hasta nieto y hermano fue de Ambrosio y primo de Antero.

Su valor al bautizar le venía de casta haciéndole siempre sitio a la tradición que algunas veces se tiraba por lo castizo y seguro estoy que de haber venido un cuarto príncipe a aquel reino de Ciudad Jardín hubiera recibido el nombre de Miguel en honor del célebre arcángel de su devoción. He visto a Juan santiguars­e al divisar desde la carretera la blanca ermita de San Miguel de Overa lugar de romería de todos los descendien­tes de don Diego de Mena y Llerena, regidor y alguacil mayor perpetuo de Huércal Overa creador documental en 1711 del templo desde el que el santo domador de Satanás domina el Campico de Nubla y todos los horizontes y por supuesto el de la fe de mi amigo que la tenía, y envidiable, eso sí, siempre al estilo de su ciudad natal: ya en el negro de

Su valor al bautizar le venía de casta haciéndole sitio a la tradición que a veces se tiraba por lo castizo

su Semana Santa o en el blanco habitual de caballero de la orden del Santo Sepulcro.

Pero ni su fe, ni su vitalidad ni aún el tener tierra junto al Hospital de Huércal le evitaron la enfermedad que lo retiró de la calle con la salvedad de sus visitas del brazo de alguno de sus hijos al café-video de la calle San Francisco en que nos veíamos; su ilusión en debilidad me producía una ternura infinita y así estuvo hasta que por estos días de hace veintiún años dejó de aparecer por aquel sótano…

No tienen los dioses la ordinaria costumbre de morirse, se quedan entre nosotros para aparecerse, foto, en el cajón de la cómoda o en la lata de galletas o, imagen, en la memoria o en mitad de cualquier sueño y hasta a sentarse llegan por sorpresa a nuestro lado; ahora mismo, parado en un semáforo, se me está colando alguien por la puerta del coche… ¡El dios Juan Mena en persona está junto a mí de copiloto! ¡Qué alegría! No sé para dónde tirar ¿A Gádor, Juan, a La Cañá? Y qué más da: contigo no importa el destino, sino el viajar.

 ?? ILUSTRACIÓ­N DE LA ERMITA DE SAN MIGUEL: JOSÉ LUIS RUZ MÁRQUEZ ??
ILUSTRACIÓ­N DE LA ERMITA DE SAN MIGUEL: JOSÉ LUIS RUZ MÁRQUEZ
 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain