Diario de Almeria

QUÉ MALAS SON LAS DESPEDIDAS

- ▼ RAMÓN BOGAS CRESPO

Director de comunicaci­ón obispado Almería

QUÉ malas son las despedidas! Solemos decir. Y es verdad. Yo las odio. Soy de los que suelen despedirse “a la francesa” en bodas, fiestas, eventos… Me da pereza escuchar: “¿Ya te vas? Quédate un ratito más”, “Pero si ahora viene lo mejor”… y para más INRI, como no soy muy de dar besos y abrazos, me queda la “tortura” de tener que repartir a todos los presentes esos afectos que tanto me cuesta expresar.

Despedirse es parte de la vida. Nadie puede zafarse de ello. Tendremos que decir adiós a nuestros padres y seres queridos. Despedirno­s de los hijos que levantan el vuelo, de nuestra intensa vida laboral, del destino donde fuimos felices, de aquella etapa que dejamos atrás. Y si no que nos lo digan a los curas que, por obediencia, tenemos que hacer un “máster” en despedidas. Y ¿sabéis qué? Probableme­nte, la madurez espiritual llegará cuando aprendamos a despedirno­s.

La despedida ideal vendrá cuando MIREMOS EL PASADO y sepamos agradecer a esa persona, a esa etapa vivida todo lo que nos ha hecho crecer. Gracias a ellas, somos mejores y más sabios. Y, a la par, CONTEMPLEM­OS EL FUTURO convencido­s

Te vas, Señor, pero nos prometes que vas a estar, de otra forma, con nosotros

de que estamos preparados para seguir siendo felices a pesar de la ausencia. De que poseemos los recursos personales y las habilidade­s emocionale­s para seguir exprimiend­o el regalo de la vida. Dicen que el corazón es un músculo que duele cuando te despides, pero es porque ESTÁ EN CONTINUO CRECIMIENT­O. Y crece para acoger a más gente, más experienci­as, más vida…

Jesús en estos días del tiempo litúrgico se está despidiend­o: “Me voy. Pero no os dejaré huérfanos. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad” (Jn 14, 15-21). Y me parece que es una despedida serena, confiada y necesaria. Les pide a sus amigos que miren hacia atrás y recuerden el calado de su mensaje liberador y sanador. Que no olviden su forma de orar, mirar, tocar y amar. Pero que sigan adelante con ese “Espíritu” que será fuerza y guía para que continúen siendo testigos de ese mensaje que abre mentes y sana heridas. Se despide, como lo hace todo el Maestro, de una manera sabia y humilde. Consciente de que ahora les toca a ellos (y a nosotros) ser testigos del Amor.

Te vas, Señor, pero nos prometes que vas a estar, de otra forma, con nosotros. Que yo también sepa vivir mis despedidas con gratitud y sin malos rollos. Que, ojalá, sepa cerrar la puerta de un ciclo sin dar portazos. De finalizar etapas consciente y agradecido por lo vivido, pero sabiendo mirar adelante con esperanza y confianza en Ti. Así, sereno, sin ataduras, con la certeza de que TÚ estás siempre conmigo.

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