Diario de Almeria

“La Transición fue una auténtica revolución política”

El jurado por unanimidad ha decidido otorgar el XI Premio Clavero a un protagonis­ta de la lucha por la democracia y la transición política. Eduardo Saborido Galán participó activament­e como miembro de CCOO en el paso de la dictadura franquista a las liber

- LUIS SÁNCHEZMOL­INÍ lmolini@diariodese­villa.es

EDUARDO Saborido (Sevilla, 1940) sigue viviendo en el piso de la Avenida de la Paz al que se mudó a mediados de los setenta. Un barrio trabajador con su bar de toda la vida y sin pamplinas, el J. B. Ico, donde se desarrolla la entrevista. De menú, cerveza y aceitunas de categoría. Es una mañana fresca y con viento. “No me gusta el viento, no sirve para nada”, dice este sindicalis­ta histórico que sufrió la cárcel, el destierro y la clandestin­idad durante el franquismo. Lo que más sorprende es su falta de rencor y su cercanía. Recuerda con una sonrisa sus años de tuno de la escuela de Náutica y el himno oficioso de CCOO que compuso en la cárcel de Sevilla. Posa para el fotógrafo en un bulevar en el que revientan de amarillo las tipuanas. “Esto era un erial, pero yo cogí a un concejal y le dije: hay que plantar árboles, que se note que ha llegado la Democracia”.

–Presumo que sus orígenes no debieron ser fáciles.

–Mi madre era de Badajoz y vino a Sevilla a trabajar en las casas de gentes acomodadas; mi padre, de Granada, y estaba empleado de chapista en la Fábrica Balbontín, muy conocida en aquella época. Tenía una enfermedad en el corazón y falleció cuando yo apenas había cumplido un año. Nací en 1940, recién terminada la Guerra Civil.

–Un año duro.

–El año del hambre. Un tiempo durísimo.

–¿Recuerda la sensación física del hambre?

–Sí, porque el hambre duró una década. No había cosas básicas como el azúcar y el pan era negro. Recuerdo

una vez que se me rompió el paquete de azúcar a por el que me habían enviado... ¡La bronca que me echaron! Fue peor que un crimen. Viví las colas del carbón, las cartillas de racionamie­nto y las peleas para comer. Entonces, lo habitual era tener una cuenta “de fiado” en la tienda de comestible­s del barrio... Mi madre, que trabajaba en la Pirotecnia Militar, se volvió a casar con un trabajador de la Maestranza Aérea y empezaron a llegar los hermanos. La cosa fue a peor. Lo curioso es que ella me preguntó si podía volver a casarse y yo, que tenía seis años, dije que sí. No sabía lo que me esperaba. Tuve que compartir el cariño de mi madre con tres nuevos hermanos.

–¿Dónde vivía?

–En la Puerta Real, en el barrio del Museo, en una azotea donde hacía mucho frío en invierno y mucho calor en verano. Terminé cogiendo una tuberculos­is, pero me salvé porque entonces empezaban los medicament­os para curarla. La manchita que me descubrier­on en los pulmones la sigo teniendo hoy en día. A raíz de la enfermedad me mudé a casa de mi abuela paterna, en la calle Redes. Allí vivía un poco mejor, podía comer un huevo, algo de chocolate, café con leche y tostadas con mantequill­a. En poco tiempo me recuperé.

–¿Estudió?

–Estudié Bachillera­to por libre. Mi primer trabajo, con doce años, fue de botones de un abogado de la calle Sierpes, José Montes, que fue muy amigo de Luis Cernuda. Un día vi un anuncio en un periódico para trabajar en Hispano-Aviación, la fábrica de aviones de combate que estaba en San Jacinto. Entré en la oficina que llevaba todo el tema de la producción de aviones como el Saeta.

–¿Qué fue antes, el sindicalis­mo o la política?

–Antes fue la política. Entonces, Hispano Aviación era muy buena fábrica. La plantilla era de 1.000 obreros y se cobraba más que en muchos otros sitios; se aprendían cosas nuevas, había gente muy preparada... Para mí fue un cambio radical. Existía un gran ambiente y se hablaba de todo: de política, de fútbol, de reivindica­ciones laborales... Era un mundo completame­nte desconocid­o para mí, más libre y crítico. Ahí empezó a despertars­e en mí una inquietud

Eduardo Saborido, premio Manuel Clavero.

política. Aquello cambió mi vida. Esa fábrica fue muy adelantada y por ello sufrió mucho la represión. Había un agente de la Brigada Político Social que vivía por allí y se pasaba diariament­e por la oficina de personal para detectar puntos negros.

–¿Y cómo se hizo del Partido Comunista de España?

–Un día descubrí que había un periodiqui­llo que circulaba por la fábrica de mano en mano, con mucho tiento. Era Mundo Obrero.

Comprendí que si el Partido Comunista tenía un periódico que llegaba a una fábrica de Sevilla significab­a que no era cualquier cosa, que tenía presencia. Ingresé en 1960 ó 1961, no me acuerdo. No se ha enseñado bien y sistemátic­amente en los colegios lo que fueron aquellos años, lo que fue el fascismo. Por eso surgen algunos fenómenos que estamos viendo ahora.

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REPORTAJE GRÁFICO: JOSÉ ÁNGEL GARCÍA
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