Bildu, la cizaña que encadena errores
⬤ El partido ‘abertzale’ está avalado por la ley española, pero no tiene reconocida la autoridad que lo legitima socialmente. Y arrastra al Partido Socialista y al Partido Popular a cometer errores de bulto
LOS ex terroristas tienen derecho a presentarse a las elecciones y a reintegrase en la sociedad. Los avalan las leyes y la Constitución, que establece que la reinserción es la base del sistema penitenciario en un país que tiene un sistema destacadamente punitivo y de los más severos de nuestro entorno. Pero los ciudadanos también tienen derecho a rechazarlos como representantes de una comunidad y a que les escandalice su mera presencia en listas electorales, donde se supone que los partidos colocan a candidatos que destacan por su probidad. Los ex etarras tienen derecho a proclamar que están a favor de la paz y del respeto a las víctimas. Pero los ciudadanos también tienen derecho a no creerlos, incluso a ni siquiera escucharlos.
Tienen ellos derecho a pedir que no se les llame terroristas porque han cumplido con las penas que les impuso la Justicia pero también tienen derecho los ciudadanos a considerar que la condición de terroristas va más allá de mero almanaque carcelario porque exige otros compromisos morales, éticos y democráticos además del paso por la cárcel y del que carecen muchas de las personas que se han encaramado a las listas de Bildu. De la misma forma que el PSOE tiene derecho a pactar con Bildu y a proclamar que se les juzga más por quienes son que por lo que han votado con ellos en el Congreso, pero la sociedad también tiene derecho a denostar ese pacto y entender que, junto a la naturalización de los independentistas, es el error más grave de la legislatura.
Es el juego de contrarios, que apunta al irresuelto debate entre legalidad y legitimidad. Fácticamente se resuelve a favor del principio de legalidad porque la primacía de la ley solo se discute en el salvaje oeste. Pero legítimamente se resuelve a favor de quienes consideran que la legitimidad es la justificación del ejercicio del poder que exige el reconocimiento de la autoridad de quienes desean ejercer ese poder público.
TRAVESTIDO, CAMUFLADO, DIVERSO… PERO BILDU ES LEGAL
La Fiscalía General del Estado ha zanjado el debate sobre la legalidad de Bildu, asunto recurrente pero sobre el que la justicia se ha pronunciado ya en varias ocasiones siempre favor de la legalidad del partido. Citando incluso al Tribunal Europeo de Derechos
Humanos, la Fiscalía recuerda que en nuestro sistema constitucional “tienen cabida todas las ideas y todos los proyectos políticos, incluso aquellos que ofenden, chocan o inquietan” con la única excepción de aquellos que defiendan sus ideas “mediante una actividad que vulnere los principios democráticos o los derechos fundamentales de los ciudadanos”.
La Ley de partidos de 2002 –impulsada por Aznar “para aplastar a la serpiente de una santa vez”– se aprobó con 302 votos: PP, PSOE, CiU, CC y el Partido Andalucista. Quedarse anclados en el contexto en el que se aprobó, cuando ETA asesinaba a
Es el juego de contrarios, que apunta al irresuelto debate entre legalidad y legitimidad
La inmensa mayoría sigue considerando terroristas a esos candidatos y no se fían
diario, es extemporáneo. De hecho, la ley prevé ilegalizar un partido cuando sirva para “fomentar, propiciar o legitimar la violencia” para conseguir objetivos políticos, supuestos que hoy no se dan por parte de Bildu. Aunque el asunto sigue ahí: que la inmensa mayoría de los ciudadanos sigue considerando terroristas a esos candidatos y no se fían de sus buenas intenciones. Travestido, adaptado a las circunstancias, sobreviviendo camuflado, como se quiera, pero Bildu no es hoy una formación política como lo fue HB, que preconizaba la violencia etarra como herramienta política. Y estas son las diferencias que legalmente sustentan el actual proyecto abertzale y la justicia ha dicho una vez más que no hay caso. Entre otras cosas porque ETA ya no existe y, en ese sentido, la ley de partidos no es aplicable.
A LA POLÍTICA
POR LA DERROTA
Es difícilmente creíble que la decisión de Bildu de descartar como concejales a los siete conde