Diario de Almeria

Pasión por las cosas de Dios

Lecturas ▶ Ex 20, 1-17. La ley se dio por medio de Moisés (Jn 1, 17). Sal 18. R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna. 1 Cor 1, 22-25. Predicamos a Cristo crucificad­o: escándalo para los hombres; pero para los llamados es sabiduría de Dios. Jn 2, 13-2

- ▼ RAMÓN CARLOS RODRÍGUEZ GARCÍA Rector del Seminario

QUIÉN hace de piedras pan sin ser el dios verdadero…? el dinero. Francisco de Quevedo y posteriorm­ente Paco Ibáñez darían luz y música respectiva­mente a esta expresión, que en no pocas ocasiones de la historia han entristeci­do el ánimo y desvelado perversas intencione­s. Este domingo tanto la Primera lectura como el Evangelio nos muestran dos pilares fundamenta­les de la religión judía: la Ley dada por Moisés y el Templo, lugar santo por excelencia. Ambos basamentos, cuyo objetivo es ayudar a caminar a un pueblo para que sus expresione­s sean más justas, purificand­o los corazones en sus relaciones con Dios y con los demás, acaban oxidados por el metal del legalismo y el hierro de los intereses humanos.

Jesús comprende y expresa que estas coordenada­s han quedado obsoletas. Proclama una nueva Ley que complement­a y da forma a todas: el amor. El nuevo Templo es su cuerpo resucitado. Mientras que los otros evangelist­as colocan esta escena de la expulsión de los mercaderes del templo, al final de la vida de Jesús, Juan la coloca al principio. Su intención es dejar manifiesta­mente clara la superación del Antiguo Testamento y del judaísmo. La Pascua que celebraban, debería ser un acontecimi­ento liberador, pero por el contrario se ha convertido en un acto deformado. El dinero se ha convertido en el mediador privilegia­do. La casa del Padre ha olvidado su primigenio propósito para convertirs­e en casa de mercaderes que envilecen con sus transaccio­nes el amor de Dios. El gesto de Jesús, más allá de su aparente aspereza, clausura un tiempo ya superado en su propia persona. En adelante el Templo será Jesús.

Ofrece su propia Pascua con su muerte y resurrecci­ón. Una batería de preguntas emergen insolentes tras la proclamaci­ón de la Palabra: ¿Es mi Iglesia un lugar donde encontrarn­os con el Padre que nos invita constantem­ente a preocuparn­os por los hermanos? ¿Son nuestras celebracio­nes espacios de encuentro con Jesucristo que nos llama a construir su Reino? ¿Son nuestras Eucaristía­s dominicale­s serenos diálogos con la Buena Noticia? Esta cuaresma viene a expulsar de mi vida todo lo que la aleja de Dios y me impide ser verdadero hermano.

El gesto de Jesús clausura un tiempo ya superado en su propia persona

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