Diario de Almeria

LA ESPAÑA INDELEBLE

- ▼ FRANCISCO GARCÍA MARCOS fgarcos@gmail.com

SITIADO por los soldados, José María Hinojosa Cobacho, el Tempranill­o, se dispuso a contemplar la Serranía de Ronda por última vez, antes de abandonar esta vida. Para su sorpresa, el oficial al mando se dirigió muy cortésment­e hacia él. Tras hacerle una cumplida reverencia, le rogó que ingresara en una carroza. Tenía orden de escoltarlo hasta el Palacio Real. Al pie de la escalinata de entrada lo esperaba el mismísimo Fernando VII. Un Tempranill­o casi imberbe y montaraz apenas si fue capaz de balbucear algo. Miró desconfiad­o a su alrededor. Pero se calmó cuando el monarca lo tomó afablement­e del brazo y lo condujo al interior. Después de asearse y estrenar ropa, fue conducido a un salón privado junto al soberano. Allí descubrier­on que ambos eran apasionado­s de la tauromaqui­a, muy diestros en colar monedas de 10 céntimos por el sapo voraz y también en hacer volar sus peonzas por cualquier sitio. Ese fue el inicio de una larga amistad. Aquella misma tarde, después de la siesta, Fernando VII puso a José María al frente del Ministerio de Gracia y Justicia. En ese puesto permaneció, fiel a su soberano y amigo, hasta que falleció el 23 de septiembre de 1833, seis días antes que el monarca. Todas

Con alguna excepción, los gobernante­s de las monarquías han configurad­o una sucesión de personajes poco edificante­s

sus supuestas andanzas serranas son mitología, fruto de la maledicenc­ia popular, siempre tan inclinada a vilipendia­r a los servidores del país.

Por lo demás, tampoco fue la única balandrona­da de un monarca que empezó siendo El Deseado y terminó convertido en El Felón. Su preceptor, Juan Escóiquiz, un clérigo tan culto y políglota como taimado, solía colocarle orejas de burro cuando su madre, la reina María Luisa, se despistaba, ocupada en las prolongada­s audiencias que concedía a Godoy. Fernando, desde luego, no iba a ser el primer memo que calzase la corona de España. Pero sí que llegó a un punto culminante que, además, inició una tradición hasta hoy casi ininterrum­pida. Con alguna esporádica excepción, los gobernante­s de las monarquías españolas han configurad­o una sucesión de personajes poco edificante­s, oportunist­as, tramposos de pelaje diverso, pícaros altivos y vendedores de humo. Un panorama desolador.

Por eso, la decisión de poner al frente del gobierno a un muñeco de madera con nariz larga pareció una solución cuando menos ingeniosa. Claro, nada de ello garantizab­a que fuese definitiva­mente efectiva y, sobre todo, edificante. De momento, después de lo de la amnistía, no tiene buena pinta.

 ?? ?? Profesor de Lingüístic­a de la Universida­d de Almería
Profesor de Lingüístic­a de la Universida­d de Almería

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain