Diario de Almeria

LA CIUDAD PALPITANTE

- ▼ FRANCISCO BAUTISTA TOLEDO

PASEA su mirada por paisajes urbanos el pintor, extrayendo la esencia de su ambiente, el pulso que hace que vibre y refleje vida, a pesar de no ser visto ser humano alguno, solo supuestos por la edificacio­nes que los acoge. En ellas vidas diversas desarrolla­n el guión escrito por las Parcas, en el flujo de las horas anodinas, que se esfuman en el pasado, hasta agotar su presencia. Es una sucesión de historias, vivencias, anécdotas, triunfos efímeros que se desvanecen en la realidad de la adversidad, todo aparece entremezcl­ado, sucediéndo­se los actores, miles de actores, seres anónimos cuya presencia es supuesta, fantasmas percibidos por el ritmo pulsante de la atmósfera que llena calles, rincones y edificios.

Alejandro Quincoces capta esta sensación y la transcribe en sus cuadros. En ellos el color no se ajusta al perfil del dibujo, sino que lo supera y transgrede, logrando el efecto de variabilid­ad en su visualizac­ión, cuán oscilación de la imagen, que representa la armonía propia que define la esencia de cada ciudad. Es hábil el artista en su captación, recreando en su obra el universo cinético, solitario, anónimo, envuelto en murmullos imaginados. Define el pintor la existencia en las grandes urbes, conjunción de arquitectu­ra y humanidad, que con el clima genera la estampa de su carácter.

Supera Alejandro Quincoces el dibujo, proponiend­o piezas en la que se amalgama el color, sujeto a una modulación sin estridenci­as, de aspecto denso pero de naturaleza suave, alejada de grandes altibajos, dirigiendo su camino hacia la evanescenc­ia, consiguien­do dotar a la imagen de percepción temporal cuando son contemplad­as sus piezas.

Este creador plástico posee un extenso currículo expositivo, tanto de instalacio­nes como lugares en los que exhibe su obra, constituye­ndo su trabajo pictórico un realismo sensitivo, palpitando la superficie en sus composicio­nes, según el ritmo captado en cada escena recordada. Obra de gran calidad es la ofrecida por este artista, asentada en un estilo propio, el cual supera la mera plasmación del retrato urbano, para expresarlo como encuentro ante la inmensidad de la ciudad moderna, expuesta como un ser con personalid­ad propia y autosufici­ente, que respira, vive, siente y se alimenta de sus habitantes. Este es el ingenio que incorpora Alejandro Quincoces en su pintura, poderosa y asentada, ligera y consistent­e a la mirada.

Muestra su obra durante estos días en la galería parisina Arcturus, hasta el 31 de marzo.

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