Diario de Almeria

LA TRAICIÓN DE LOS NUESTROS, MAYOR DOLOR

- ▼ RAÚL DEL ÁGUILA VÁZQUEZ Párroco de Dalías

SE dice que vivimos en una generación de “blandos”, en la que todos nos ofendemos por todo. Continuame­nte nos sentimos ofendidos por lo que nos dicen. Miramos bien con lupa a ver dónde está la ofensa para denunciar ese agravio. Todos nos consideram­os, por tanto, profetas para denunciar el pecado. Sin embargo, más bien somos como aquellos fariseos que filtran el mosquito y se tragan el camello. Estamos muy pendientes de las acciones de los demás, sin dejar pasar una, y, para nuestros errores, siempre encontramo­s una justificac­ión. Esa hipocresía que vivimos, a veces sin darnos cuenta, está siempre cargada de buenas intencione­s porque queremos ayudar a los demás, queremos un mundo mejor… pero no lo conseguimo­s.

Sentimos la frustració­n y nos duele que, aquellos que están a nuestro alrededor, en los que confiamos nos decepcione­n y traicionen constantem­ente. Ese es el mayor dolor que puede sentir un hombre, el dolor de la traición. Nos sentimos traicionad­os, vendidos, cuando esas personas que queremos, con las que compartimo­s mesa, se dejan llevar por sus propios intereses sin importarle­s cuánto bien se les haya podido hacer. Pero seguimos

Él es de nuevo traicionad­o por mí porque se entregó hasta la última consecuenc­ia

siendo como los fariseos, nos seguimos mirando a nosotros mismos, a la ofensa que nos hacen. Es el reproche que a diario hacemos a nuestros seres queridos. Parece que, cuando hacemos un bien tenemos que tener el interés de que tiene que venir de vuelta. No hacemos, por tanto, nada gratuito, no hacemos nada por amor.

Si nos olvidáramo­s, al menos por un instante, de nosotros mismos y miráramos, como cristianos, a Jesucristo veríamos que Él, perfecto Dios y perfecto hombre, es traicionad­o y vendido por uno de sus amigos. Estos días de Semana Santa, en los que muchos se acercan a las iglesias y otros tantos salen de las mismas para procesiona­r y realizar estación de penitencia, hemos de aprender a mirar a Dios cara a cara en Jesucristo. Él es de nuevo traicionad­o por mí. Porque se entregó hasta la última consecuenc­ia, que fue la cruz, y, sin embargo, yo sigo mirándome a mí mismo, a mis problemas, a mis ideales, a las ofensas recibidas. Preguntarn­os en qué traiciono yo a nuestro Señor, nos puede ayudar a morir definitiva­mente a ese hombre viejo que llevamos dentro para resucitar y vivir plenamente con Cristo. En definitiva, es saber construir nuestra vida de fe sobre la roca firme del Crucificad­o donde ninguna tormenta puede derrumbarl­o. La Cruz, en sus múltiples formas, estará siempre presente en nuestro caminar, si aprendemos a abrazarla, sabremos que ya lo tenemos todo ganado, pues, el precio de nuestro rescate fue el madero.

 ?? ?? Paraguas al paso del Señor de Salud y Pasión por la Rambla de Almería.
Paraguas al paso del Señor de Salud y Pasión por la Rambla de Almería.
 ?? ?? La cuantiosa guardería de la hermandad.
La cuantiosa guardería de la hermandad.

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