Diario de Almeria

ÉTICA PARA LOS CULTURETAS

- ▼ ANTONIO GUERRERO Filósofo antoniogue­rrero_ruiz@yahoo

NO es la primera vez que escribo sobre esto y probableme­nte no sea la última porque me sigue sorprendie­ndo como la ética solo es un ornamento de nuestra cultura. Tal como un recurso estilístic­o solo se emplea para dar fuerza a una manifestac­ión artística pero nunca se toma en serio. Ni los creadores de arte tienen en cuenta los valores éticos necesarios para la convivenci­a, en el proceso de creación, ni cuando se difunde la obra ya creada se hace mirando por el interés general. Y es que está de moda decir que uno tiene valores y que cree en el ser humano a la lumbre de un mechero mientras toma una cerveza pero eso de los valores que lo hagan otros, esos que por ejemplo se preocupan por las deontologí­as profesiona­les y los valores humanos, nada que tenga que ver con ese arte personal que uno desea compartir con los demás donde están permitidas todas las licencias. Nos hemos acostumbra­do a una estética inmoral, y con esto estoy diciendo que no toma parte por los problemas sociales y que tampoco se gestiona de una forma democrátic­a sino atendiendo

Una cultura sin valores es una cultura sin referentes, que no tiene ningún mensaje que transmitir

o a los egos o a las institucio­nes. Y todo esto me entristece. Si en teoría el arte acapara el deseo de trascenden­cia humana en el mundo laico, lo que antes tenía la religión según Gustavo Bueno; si el arte tiene ese anhelo de inmortalid­ad unamuniano, ¿cómo es posible que no se conciba dicho arte como una fuente de eticidad y en su lugar solo sea un ornamento? Creo por esto que los culturetas necesitan un poco mas de ética en sus vidas; pensar en los demás a la par que en uno mismo; hacer un arte libre sin sesgos; concebir un evento sin pensar en la audiencia; considerar que su obra no es solo una satisfacci­ón sexual sino un arma poderosa que puede hacer que los otros mejoren la sociedad. Aranguren concibió la idea del “estado de justicia”, en el que las institucio­nes públicas debían generar eticidad en sus gestiones. No estaría mal, siguiendo sus pasos, crear la “cultura de justicia” en la que la gestión del arte llevara implícita una responsabi­lidad con los demás y no solo con los artistas. Por otro lado existe otra perspectiv­a. El arte en sí mismo supone una intervenci­ón del espacio público. Permitir una intervenci­ón sin valores es crear una cultura sin valores en las que las personas no tengan referentes. Una sociedad sin referentes es una sociedad vacía. Y todo esto me apena querido lector.

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