Diario de Cadiz

JARAMAGOS POR LADRILLOS

- DAVID FERNÁNDEZ

NO renovar a tiempo el contrato de cesión de uso de los coches de la Policía Local puede ser casual. Y que Correos corte el servicio al Ayuntamien­to por los impagos puede obedecer a un malentendi­do. La mala suerte y los enfrentami­entos entre los técnicos también pueden influir, pero está claro que algo falla en San Juan de Dios, porque de lo contrario no se explica que el equipo de gobierno, cada vez que tiene que sacar adelante un contrato o un pliego para renovar un servicio, se complique la vida tanto, que rara vez lo logra en tiempo y forma. Al principio, el atasco en la gestión se podía justificar con la inexperien­cia, pero cuando la legislatur­a toca a su fin, no cabe más remedio que hablar de un equipo superado por las circunstan­cias. Las razones se pueden resumir en tres. La principal es que el equipo que preside José María González es tan limitado, que apenas dos concejales entran en las quinielas para repetir en la lista de Podemos. Salvo el alcalde y David Navarro, el resto presenta un escaso bagaje laboral, lo que pesa en exceso a la hora de afrontar el día a día. La renovación se prevé por tanto tan profunda como necesaria, ya que la situación se vuelve insostenib­le. Su segundo problema se lo inventaron ellos mismos al prescindir paulatinam­ente, y desde el primer día, de técnicos de gran valía y de todas las áreas —Contrataci­ón, Fomento, Deportes, Fiestas, Mujer, Vías y Obras, Servicios Sociales...— lo que les lleva a una situación caótica por momentos. Por si todo esto no fuese suficiente, Podemos y Ganar Cádiz gobiernan en minoría, y la ausencia de sintonía con la oposición alcanza a los mismos socialista­s que les auparon al poder, lo que dificulta aún más su existencia.

Para colmo, no se puede negar que ambos partidos llegaron a San Juan de Dios con mucha pasión, pero no son pragmático­s. Antes al contrario, para complicars­e aún más la vida llevan su ideología al extremo. Esto se acentúa en un área como Urbanismo. No sólo hay que rezarle a todos los santos —se crea más o menos— a la hora de invertir en un hotel, es que hasta la licencia de una tienda de chucherías, a veces, tarda un mundo en salir adelante. Tampoco la edil de Vivienda, Eva Tubío, se atreve a tomar la iniciativa, por temor a que la empresa municipal se endeude. Tanto austericid­io le lleva a ostentar el honor de no haber comprado un ladrillo en tres años y medio. Por no tirar el penalti, no se decide ni a poner en suerte ni uno de los solares que posee Procasa y que crían jaramagos desde no se sabe cuándo.

Todos olvidan, en paralelo, que la administra­ción no se rige por la política, sino por una normativa que no entiende de barcos. De ahí que el alcalde asuma riesgos, a priori innecesari­os, cuando tira hacia adelante en muchos casos en los que existen reparos del intervento­r, o simplement­e gobernando a golpe de decreto. Bien pensado, es casi milagroso que la sala de máquinas siga funcionand­o, aunque sea a trancas y barrancas. El sentido común dicta que cualquier gobierno, para evitar que la parálisis se apodere de la gestión, ha de celebrar reuniones periódicas para pasar revista a cada proyecto de cada delegación, al día a día, y de la mano de los técnicos, a fin de crear una dinámica de trabajo. Esto requiere esfuerzo, talento y mano izquierda. Y aunque no hay recetas únicas, es lógico pensar que no hay mejor fórmula para optimizar los recursos desde el análisis de las fortalezas, las debilidade­s y las oportunida­des. Lo que acaba por pasar factura es achacarlo todo a la mala suerte y a la casualidad, como hacen los repetidore­s, cuando llega fin de curso.

Para evitar el atasco en la gestión hay que pasar revista a cada delegación de la mano de los técnicos casi a diario

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