Diario de Cadiz

INMATRICUL­AR

- FERNANDO SANTIAGO

SI ustedes no tuvieron la precaución de ir a Cotorruelo para que levantara acta al objeto de inscribir el pisito que se compraron en su día corren el riesgo de que venga Zornoza y se lo apunte. Es lo que ahora llaman inmatricul­aciones: la posibilida­d que tiene la Iglesia de inscribir a su nombre todo lo que no está inscrito a nombre de nadie. Así de claro. Lo que no es de nadie es de los curas. Miren con cuidado si fueron al registro a depositar la hipoteca no vaya a ser que venga uno con sotana y se lo quede todo, gracias a Aznar.

Lo mismo pasa con las calles y plazas. Usted iba antes a sentarse en un banco de la plaza Mina y ahora si se quiere sentar lo tiene que hacer en una terraza. LLORECA está inmatricul­ando calles y plazas de la ciudad poco a poco. Cuando nos demos cuenta tendremos que ir a pedirle permiso a Di María para pasar por las calles y nos cobrará porque nuestros hijos jueguen en las plazas. Se cerrarán al paso de peatones y solo podrán transitar

por ella los clientes de los bares y restaurant­es. Si acaso un permiso especial para residentes. Si un día llegan los servicios de emergencia, ya veremos cómo lo hacemos porque no está la cosa clara. Será un debate tipo si son galgos o podencos mientras arde el edificio o se muere el enfermo. Pero están los más altos intereses del empleo en Cádiz, de la prosperida­d de la ciudad que a lo que se ve defienden en solitario Di María y sus mariachis. Los bares podrán abrir las 24 horas al día,no habrá controles sanitarios, no habrá restriccio­nes para el ruido, los trabajador­es sin papeles, todo el que tenga angurria que se aguante que nadie se levante siquiera pa mear. Ni siquiera esa iniciativa tan tierna y tan infantil del progrifo puede ponerse en marcha no vaya a molestar a los hosteleros. Estaría bueno que alguien le diga a LLORECA qué servir a sus clientes. Esa es la distopía gaditana a la que nos encaminamo­s con la indiferenc­ia de la gente y el asentimien­to cómplice de los gobernante­s. Si alguien quiere que los niños jueguen en las plazas le dirán que eso es cosa del pasado, que se vaya a casa con la play. Ya ni siquiera se puede ir a la playa porque los chiringuit­os cada vez ocupan más y duran más tiempo. La vida es un carnaval y las penas se van bailando. Por favor, una tapa de ensaladill­a sin picos, que luego me los cobra usted. Y la cerveza en vaso normal, no me vaya a cobrar la copa fría. Y por amor de dios, no me llame usted caballero después de todo lo anterior, no vaya a haber equívocos.

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