Diario de Cadiz

El alma por una foto

La inversión de Amazon plasma el poderío de la nueva economía digital

- DAVID FERNÁNDEZ

EL discreto y suave aterrizaje de Amazon en El Puerto se ha conocido con las obras ya en marcha, algo de lo más extraño, a tenor de lo que le gusta a nuestros dirigentes colocar una primera piedra. La firma líder en la distribuci­ón de productos de gran consumo no anunció su inversión tres años antes, ni anticipó su inminente llegada con una gran campaña, ni concedió una triste foto de cara a la galería con la primera autoridad. Aun así el alcalde, como si se tratara de uno de esos días que los gobernante­s suelen calificar de históricos, no dejó la ocasión de posar, sobre un terreno aún baldío, señalando América en el horizonte. Germán Beardo no tuvo por ahora el gusto de conocer a Jeff Bezos, el hombre más rico del mundo, que acaba de endosarle a las pymes españolas la tasa digital del 3%, pero sí pudo consolarse con la visita del empresario gaditano Rafael Fernández al Ayuntamien­to. Y lo recibió encantado.

El propietari­o de Bayport, aprovechan­do el rebufo de la inversión de Amazon y tras distraer a la Zona Franca con sus muchas dudas, confirmó que trasladará su empresa al polígono de Las Salinas. Su inversión, si todo marcha según lo previsto, tendrá que materializ­arla a medio plazo. Lo que ya no tiene marcha atrás es el traslado de la actividad de Dia, en cuya planta se instalará Byport, a Dos Hermanas. La Zona Franca se desquitó del mal trago a la misma hora —ya es casualidad, en una Bahía tan acostumbra­da a los fantasmas— al anunciar que la firma alimentari­a Mare Cádiz invertirá 20 millones en la antigua nave que ocupaba Procosur. Sin duda, la suya es la apuesta más ambiciosa por la Bahía, pero el desembarco de Amazon generó más comentario­s, por más que sus movimiento­s fueran silencioso­s, para no llamar la atención. La explicació­n es sencilla: no se le escapa a nadie que el comercio tradiciona­l está muy tocado.

La prudencia de Amazon contrasta con el ruido que generó en su día Ikea cuando confirmó su llegada a la provincia. Amazon colocó una chincheta en el mapa y nadie se enteró. En cambio, desde que la multinacio­nal sueca subastara sus encantos, en 2005, la rivalidad entre los municipios fue tan terrible como lamentable, sin olvidarnos del papelón de la Junta andaluza, que puso a sus pies hasta cinco consejería­s con un claro afán partidista en favor de Jerez, para ruina de su centro y del comercio de toda la vida. Hernán Díaz llegó a asegurar entonces que tenía ganada la batalla que originó la inversión de Ikea “al 90%”, pero cantó victoria antes de tiempo. Hasta Puerto Real se tiró en plancha en aquella puja junto a Jerez. Y ni siquiera Medina se resistió, ofreciendo aquel polígono donde también estaba previsto que Polanco abriera sus puertas de par en par, para aprovechar su tirón. Todos los alcaldes pugnaron por dar el pelotazo de su vida sin pensar en los daños colaterale­s y el impacto real sobre la economía. Los suecos sólo tuvieron que hacer de sí mismos y esperar a que sólo quedara uno en pie.

La Junta no ocultó su favoritism­o y primó la campiña jerezana con todo tipo de incentivos. De esta suerte, todas las dudas que tenía Ikea se disiparon por ensalmo y la compañía dio marcha atrás en su idea original. Pacheco, que competía al tiempo con ex alcaldesa jerezana Pilar Sánchez por colgarse la medalla, ya había apalabrado lo más importante de la operación: suelo hasta el infinito y más allá, muy bien conectado y a un precio regalado. Conocía el terreno mejor que nadie. Y proyectó un parque tan irresistib­le y ambicioso, que Ikea pasó de anunciar su segunda tienda andaluza, con una inversión prevista de 50 millones, como la de Sevilla, a promover —por primera vez directamen­te— la mayor superficie comercial de Andalucía. Para lograrlo, dispuso de una pieza gigantesca de un millón de metros. Y llegó a ofrecer 300 millones para garantizar­se la explotació­n del parque de medianas y grandes superficie­s, a través de Inter Ikea. Como es lógico, su negocio fue mucho más allá de la venta de las estantería­s. Y no sólo el comercio tradiciona­l jerezano se resentiría, tras la irrupción del gigante sueco, pero esto ya es sabido y las razones son múltiples. Hoy, las multinacio­nales como Amazon han aprendido que el ruido no les favorece, y lo primero que exigen es justo lo contrario. Quienes no parecen haber entendido nada, a la vista de los últimos y sonoros fiascos en la Bahía, son nuestros representa­ntes, de todos los colores y de todas las latitudes, aún capaces de vender el alma al diablo, con tal de salir en la foto.

El suave aterrizaje de Amazon contrasta con todo el ruido que generó la llegada de Ikea

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Germán Beardo, junto a la delegada de Urbanismo, Danuxia Enciso.
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