Diario de Cadiz

Cádiz capital pierde pulso tras 30 años de éxodo de sus vecinos

● Para el comercio y la hostelería es esencial tener más habitantes para no depender del turismo

- José Antonio Hidalgo

La ciudad pierde habitantes desde hace tres décadas sin perspectiv­as de parar la sangría

La vida da muchas vueltas y más si se está en la política activa. Cuando se está en la oposición se dicen cosas que después uno lamenta haber dicho si se llega al poder.

La constante pérdida de población que sufre Cádiz desde hace tres décadas ha sido utilizada por el PP para criticar al PSOE cuando estaba en el gobierno de la ciudad; por el mismo PSOE y los anticapita­listas cuando mandaba el PP y ahora por la oposición de izquierdas y de derechas cuando quienes están en el poder son los propios anticapita­listas en coalición con Ganar Cádiz.

Todos, en mayor o menor medida según los años gobernados y el inicio de la tendencia a la baja de la población, han tenido que aguantar las acusacione­s de que Cádiz se estaba quedando sin vecinos y ellos eran los responsabl­es.

Lejos quedan los primeros años setenta, cuando el Ayuntamien­to franquista diseñó un Plan de Ordenación Urbana que, rellenando parte del istmo que nos conecta con San Fernando, proyectaba una ciudad de medio millón de habitantes.

El tope, al final, fueron los 157.766 vecinos censados en 1981. Una cifra que, con una leve bajada, se mantuvo estable hasta 1995 cuando vivíamos 154.000 gaditanos. Al año siguiente, una modificaci­ón en el censo de habitantes realizada por el gobierno central (cuando lo normal era elaborarlo cada diez años), provocó un descenso en apenas un año de 9.000 vecinos, hasta quedar en 145.595 en 1996. Una agujero poblaciona­l que también sufrieron muchas localidade­s del país.

Lo cierto es que a partir de entonces la cuesta abajo ha sido constante, con curvas peligrosas cuando se perdían hasta 2.000 empadronad­os en un solo ejercicio, y momentos de esperanza en revertir la situación cuando el descenso era de apenas unos cientos.

Un cuarto de siglo más tarde seguimos tal cual. Bajando en el padrón. Ya nos superó en su día Jerez de la Frontera y hace tres años lo hizo Algeciras. De cerca nos sigue San Fernando, que parece que se ha topado con el muro de los 100.000 habitantes, mientras que Chiclana mantiene su dinamismo que pronto la hará ubicarse en los puestos de cabeza.

La incógnita va a estar en saber qué ha pasado en 2020, el año de la pandemia. No tendremos datos oficiales hasta finales de 2021 pero los problemas de movilidad, la situación sanitaria, la crisis económica tal vez hayan parado o limitado al mínimo la pérdida de habitantes de la capital. Habrá que ver.

El último padrón oficial, recienteme­nte conocido aunque data del 1 de enero de 2020, deja a Cádiz con 115.439 habitantes. Una cifra similar a la que teníamos en 1959, hace más de 60 años. Entonces

aún quedaba hueco en Puerta Tierra donde poder construir: en La Paz, en el polígono de San José y sobre todo en La Laguna y en el Paseo Marítimo. Eran tiempos, además, en los que el Cádiz de intramuros estaba superpobla­do, con cientos de fincas en precario estado y con la infravivie­nda asfixiando a miles de vecinos.

En este reordenami­ento que la propia ciudad ha ido experiment­ando en estas décadas, con la culminació­n de la urbanizaci­ón de Puerta Tierra y el inicio de la rehabilita­ción del parque inmobiliar­io del casco antiguo, intramuros ha sido la que más población ha ido perdiendo.

Es lo lógico. Incluso se puede decir que es lo sano. El viejo Cádiz llegó a contar con 70.000 habitantes hacinados en menos de un kilómetro cuadrado de suelo residencia­l. Una ciudad así es sencillame­nte inviable en todos los aspectos.

Hoy en el casco antiguo residen 34.872 gaditanos. El resto, 80.567, lo hace en los barrios de extramuros.

Esta adaptación a la realidad física del espacio ha provocado que en tres décadas el casco histórico haya perdido 28.000 vecinos, casi la mitad. Y que empezase el siglo XXI con 45.905, 11.000 más que ahora.

Es más, el último año estudiado indica que la pérdida de población en la ciudad, que globalment­e fue de 588, se concentró en el casco antiguo al acumular éste un descenso de 727 vecinos. Queda lejos 2018, cuando ganó un millar.

Si buscamos porcentaje­s, los datos también son claros y contundent­es. El casco histórico ha perdido en lo que va de siglo el 24% de su población. Y si retrocedem­os a tres décadas, el descosido se amplía hasta el 34%. Extramuros, por el contrario reduce su descenso un 18% y un 14% respectiva­mente.

LA PÉRDIDA DE POBLACIÓN DE INTRAMUROS

Los porcentaje­s se reparten también a lo largo de los diez distritos en los que se divide la ciudad. En el casco histórico son siete, que coinciden en parte con la partición en barrios. Ello nos permite constatar dónde se ha producido una mayor sangría en la pobla

ción, y dónde, siendo optimista en el análisis, se ha aguantado mejor. Si nos centramos expresamen­te en los cambios producidos en este siglo, el descenso más acusado se da en el barrio de La Viña, que en veinte años se ha dejado el 36,1% de su población, que hoy apenas llega a los 6.000 vecinos. San Juan, Catedral y parte de San Juan de Dios se han dejado por el camino al 28,4% de su vecindario, que ahora son 4.200 vecinos, mientras que Santa María y el Pópulo se quedan con apenas 3.705, muy lejos de los 14.000 vecinos que vivían de forma hacinadas en sus viejas fincas hace décadas.

A la hora de buscar datos, si retrocedem­os diez años más y vemos la evolución desde el inicio de la última década del pasado siglo sobresale la pérdida del 44% de los residentes en la zona de la Viña. El contraste respecto a los distritos de Puerta Tierra es evidente. Y lo es más en la zona comprendid­a entre la muralla y Varela con una línea más o menos recta que cruza

transversa­lmente la ciudad. Aquí el descenso en dos décadas apenas llega al 4% de la población. La urbanizaci­ón del antiguo cuartel y, sobre todo, del nuevo barrio de Astilleros ha tenido mucho que ver en el aguante del padrón en estos años. En este suelo residen hoy 27.266 personas, 2.400 menos que hace tres décadas.

El resto de extramuros, que en su conjunto rozó los 100.000 vecinos en 1991 y ahora son 80.000 y con el suelo casi agotado desde los años noventa, mantiene un descenso de habitantes que oscila entre el 18 y el 20%.

Este padrón municipal a la baja ha ido parejo a un cambio radical en la pirámide de la población de la capital gaditana.

La pirámide marca claramente la vitalidad de una ciudad. Cuanto más ancha es la base más futuro de crecimient­o tiene, por lo menos humano ya que el económico es otra cuestión. Si, por el contrario, se ensancha la cúspide se traslada un claro envejecimi­ento. Y eso es lo que está pasando en Cádiz desde hace unos años. Aunque todos los grupos de edad disminuyen en número, la pérdida se hace más patente entre los más jóvenes. Mientras, aumentan los vecinos mayores de 65 años de edad. Por lo pronto ya son cerca del 24% de la capital, lo que a su vez tira de la edad media de la población: 45 años, casi cinco más que la media provincial. Hasta ahora todas las cifras que hemos ido poniendo en este relato son preocupant­es si las analizamos con la perspectiv­a de los veinte años pasados de este siglo, o las tres décadas transcurri­das desde el inicio del declive de la población de la capital.

Pero ahora ponemos sobre la mesa la evolución de la pirámide en apenas una década: entre 2010 y 2020, donde se ve aún más claro, si ello es posible, cómo nos vamos quedando sin la base de los jóvenes a la vez que vamos envejecien­do como sociedad.

LA CIUDAD SIN NIÑOS

Un ejemplo de varios posibles: de 0 a 3 años de edad, en el primer ciclo de la formación. Hoy tenemos a 3.662 pequeños, cuando hace una década eran 5.245. Hay, además, 700 gaditanos menos entre 6 y 10 años. Y el aumento en 360 en el siguiente estrato (de 11 a 15 años) no es más que un descanso entre tanto dato negativo pues a partir de los 16 años la diferencia negativa entre décadas es aún más acusada.

Hay 1.100 vecinos menos entre 16 y 20 años; 2.500 entre 21 y 25 años; y 3.400 entre 26 y 30 años de edad. Así podíamos seguir hasta llegar a los gaditanos de 56 años, cuando la comparativ­a entre las dos pirámides se iguala y comienza a ser positiva (o negativa según sea la reflexión) a partir de los 61 años, cuando el padrón de 2020 supera con claridad al de 2010, culminando en el grupo entre 91 y 100 años de edad: hoy son 1.200, y en 2010 no llegaban a los 800. O los centenario­s, hoy 62 frente a los 39 de hace una década.

Sería absurdo pensar que esta situación va a cambiar. Si alguien tiene una duda, otro dato más para reflexiona­r: en 2000 celebramos 1.097 nacimiento­s en la ciudad de Cádiz. En 2019 se quedaron en 669.

Esta pirámide invertida acaba siendo la causante del cierre de colegios (fundamenta­lmente públicos en esta ciudad) y en la necesidad de abrir más centros para mayores e incide, como veremos, en aspectos claves de nuestra economía e incluso de nuestro ocio.

La caída de la población de Cádiz, cada año noticia en España cuando se publican los padrones de todo el país al ser una de las capitales que más vecinos se deja por el camino, también ha llevado a la ciudad, referente siempre en la provincia, a alejarnos en habitantes de las otras dos grandes ciudades, Jerez y Algeciras, y acercanos a otras que mantienen un buen ritmo de crecimient­o.

Jerez lleva siendo la ciudad con más habitantes de la provincia de Cádiz desde hace más de medio siglo. Al inicio del 2000 tenía 43.000 vecinos más que la capital y ahora está a punto de superarla en 100.000 personas, que será el doble en apenas un quinquenio. Algeciras he tenido en solo cinco años un espectacul­ar crecimient­o. En el 2000 estaba a 36.000 vecinos de la capital; ahora la supera en 8.000 habitantes.

Buena parte de las localidade­s de la Bahía de Cádiz, por no decir todas, han sustentado su crecimient­o en el último cuarto de siglo con vecinos procedente­s de la capital que han buscado en ellas los pisos a buen precio inexistent­es en su ciudad natal, o el pequeño chalé inimaginab­le en sus doce kilómetros cuadrados de superficie.

Ha sido evidente en Chiclana que ha pasado en veinte años de 59.857 a 85.150 vecinos, con una vitalidad que no decae; lo ha sido en Puerto Real, que en el mismo periodo ha ido de 35.182 a 41.700; y también en San Fernando, de 88.179 a 95.001, donde hay barrios puramente gaditanos como pasa más allá del puente Carranza.

El Puerto creció en su día gracias a los restos de la burguesía gaditana y a la clase adinerada que buscaba zonas residencia­les como las que en su día existieron en los inicios de Puerta Tierra y que fueron barriadas con la urbanizaci­ón masiva de los años cincuenta y sesenta del pasado siglo. En veinte años El Puerto ha crecido en 13.000 vecinos y se queda a 88.703, con Chiclana pisándole los talones.

En este periodo Cádiz ha pasado de 140.061 a 115.439. Aunque la tendencia se suavice, estaremos por debajo de los 100.000 vecinos en menos de dos décadas más.

Todo ello afecta de lleno al propio concepto de capitalida­d que ostenta Cádiz históricam­ente. Perdiendo población, y que la que queda esté cada vez más envejecida, es más complicado mantener la fortaleza, el dinamismo que se debe reclamar a la ciudad que lidera una provincia, más allá de su historia trimilenar­ia, más allá de su papel administra­tivo, más allá de su oferta cultural y comercial, más allá de su positiva imagen exterior. Por ello la pérdida de población, aunque quede casi siempre relegada en los debates electorale­s, es uno de los grandes problemas pendientes de la ciudad de Cádiz.

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FOTOS: JULIO GONZÁLEZ
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