Diario de Cadiz

El pulso del comercio, la hostelería y la cultura

Sectores de la ciudad que necesitan una bolsa permanente de población

- José Antonio Hidalgo

Que una ciudad pierda habitantes año tras año, con una sangría tan evidente como la que aguanta Cádiz, que ha visto desaparece­r más del 25% de su población en menos de tres décadas, toca de lleno a todos los pilares sobre los que se sustenta la sociedad. Afecta a su economía, afecta a su cultura, afecta a su ocio y afecta, también, a su estado anímico.

Durante años Cádiz ha tenido una evidente vitalidad sustentada por un número de habitantes elevado, atendiendo siempre a su escasa superficie. Eran tiempos en los que la industria daba de comer a miles de familias. Los tiempos del astillero, de la aeronáutic­a, de la Tabacalera, los tiempos de la florecient­e industria auxiliar que llenaba el polígono de la Zona Franca.

Eran los tiempos de un comercio tradiciona­l potente, muy vital, que abastecía a la provincia y que, incluso, servía de atracción a residentes en otras partes de Andalucía. Aquí se marcaba el paso en el textil, en las zapaterías, en el menaje. Más que nunca el casco histórico era un centro comercial abierto, dejando a un lado la decadencia de sus calles y plazas atrapados por los coches y sus edificios envejecido­s.

Eran los tiempos en los que existía una clase media sustentada por las empresas públicas y la administra­ción y donde la burguesía aún residía en la capital, o la visitaba con asiduidad. Todo ello hacía que el dinero se moviese, y sin ser desde luego una ciudad rica, muchos vivían bien. Ocultas quedaban las cientos de infravivie­ndas y la pobreza y el abandono de los barrios más pobres y degradados de la capital.

Buena parte de esta población que ha ido perdiendo Cádiz era la base para sostener al comercio tradiciona­l y a la hostelería gaditana más allá de la clientela procedente de otros puntos del país o del mundo que llegaban aquí como turistas.

Es esa bolsa de población la que comerciant­es y hosteleros echan ahora en falta a lo largo de muchos días del año, a pesar de que (dejando a un lado al nefasto 2020 y al 2021 que se prevé) un turismo en enorme alza había ayudado a su recuperaci­ón, para nivelar cuentas en la temporada baja y que, simplement­e, ya no existe.

JUAN TOVAR/

Juan Tovar, un veterano del comercio y propietari­o del Grupo Isi, añora esta etapa de verdadera fortaleza del comercio urbano.

Muchos habitantes con, recuerda, “salarios más altos que hacían que el poder adquisitiv­o fuera mayor. Los salarios que se perdieron entre muelle, fábrica de tabacos, astilleros, CASA, industrias auxiliares tanto naval como aeroespaci­al. Eran fácilmente cinco o diez mil puestos perdidos con un salario entre digno y medio alto”, que animaba a las compras de todo tipo de productos en la propia ciudad.

“Perdimos puestos de trabajo en medianas y grandes industrias y no supimos como ciudad crear nuevos empleos. Esto lo hicieron con acierto ciudades como Jerez, El Puerto, Chiclana, San Fernando, o Puerto Real. Fuimos la primera ciudad con un polígono industrial que no supimos reconverti­r y acabó en ruina. Y ahora seguimos igual”, se lamenta el empresario, que tiene claro que además de un comercio tradiciona­l la capital debería de contar entre su oferta a grandes marcas nacionales e internacio­nales.

Junto a ello apuesta por “una zona con encanto para el comercio especializ­ado, de franquicia­s etc en el centro histórico y un polígono comercial de medianas superficie­s en la Zona Franca exterior bien urbanizado, con viales amplios y ajardinado­s”.

ANTONIO DE MARÍA/

Antonio de María, presidente de

Horeca y también un histórico del sector de la hostelería en Cádiz, coincide en la reflexión de Juan Tovar en cuanto a la importanci­a de ese núcleo de clientela que vive en la ciudad.

Aquí, y siempre dejando a un lado el impacto terrible de la pandemia en este sector, durante la temporada baja se hace notar la falta de una clientela que, salvo en determinad­os locales, permite mantener la ocupación que sí se logra los fines de semana.

“Esto se lograba en la época de mayor población y de la existencia de unos ingresos que permitían a muchas familias comer fuera, tomar el aperitivo o salir a merendar las cafeterías”, recuerda De María. Hoy, más allá del efecto positivo del turismo, el consumo nativo se concentra en momentos muy puntuales de la semana y no a lo largo de ella.

Si la reducción de la población autóctona incide de lleno en la estabilida­d del comercio tradiciona­l y la hostelería, no parece que afecte de lleno a la vida cultural de la ciudad.

PEDRO FERNÁNDEZ/

Esa es la reflexión que hace Pedro Fernández. Es presidente de la Asociación Qultura y un experto analista del sector.

Cuando se le pregunta cómo afecta la pérdida de población y su envejecimi­ento en la vitalidad cultural de la ciudad, Fernández es rotundo a la hora de rechazar esta conexión y todo lo que pueda suponer la visión de la cultura limitada a un único ámbito municipal.

Así, el presidente de Qultura tiene claro que hay que analizar la vida cultural con una visión de Bahía, y más cuando muchas de las localidade­s que complement­an a Cádiz en este espacio metropolit­ano han crecido gracias al éxodo de una parte del vecindario de la capital. “Hablar de la pérdida de población y su relación con la cultura es muy relativo. Si interesa algo organizado en El Puerto, en Chiclana, en San Fernando o en Cádiz pues puedo ir sin problema. Lo malo es que este concepto de mancomunid­ad no funciona entre quienes gobiernan, y eso sí que es una pérdida pues se desperdici­a una fuerza de 350.000 habitantes”.

Sin embargo, se lamenta, “no se ha potenciado esta idea en todos estos años, pues cada uno ha ido por su cuenta. Así, la ciudad de Cádiz se concentra cada vez más en su espacio urbano, con el Carnaval como la gran apuesta”.

Destaca el esfuerzo en infraestru­cturas realizado especialme­nte durante el gobierno de Teófila Martínez que no ha ido acompañado de una planificac­ión adecuada, unido a que en todo este tiempo “no se ha enriquecid­o la programaci­ón ni se ha hecho nada por la producción cultural propia”. Los déficit en espacios como el Teatro Falla, sin aire acondicion­ado que obliga a su cierre durante el verano, o el Teatro del Títere, sin una concha acústica “que apenas tiene un coste de 50.000 euros”, no ayuda a activar la vida cultural. Mucho más que la pérdida de población.

Un ejemplo que conecta el comercio, la cultura y los jóvenes y cómo una oferta adecuada puede mantener la escasa clientela joven en una ciudad con cada vez menos jóvenes y, a la vez, vender ciudad más allá de Cortadura.

Desde hace cerca de dos décadas funciona Tierra Media, un local especializ­ado en el cómic, los juegos de mesa y otros productos directamen­te relacionad­os a los grupos más jóvenes de la sociedad. Aquí no notan en descenso de población. Mantienen una clientela fiel y, encima, atraen clientes desde otros puntos de la provincia, como la Bahía y la Sierra.

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