Una fábrica de la luz que da más luz
Estoy leyendo uno de mis regalos de Reyes, La Fábrica de la
Luz, del autor isleño Enrique Montiel Sánchez. Advierto antes de abrir ni siquiera una página, que se trata de literatura erudita. De aquella literatura que algunos llamaron narraluza, porque coincidieron publicando sobre temas sociales, una serie de escritores de pulso y púa, Caballero Bonald, Luis Berenguer, Manuel Barrios, Alfonso Grosso, José María Vaz de Soto, José María Requena y un largo etc. de altura. Con esa intención lo abro.
Empiezo a leer y me ocurre una cosa que hace siglos no me pasaba. No puedo parar de leer por la intensidad de la acción dentro de las lecturas. Pero me da en la nariz que los relatos que fueron escritos dentro de la pandemia, como el Decamerón o el Heptamerón de Margarita de Valois, que están escritos con los relatantes aislados por una tormenta, estilo Filomena. Tirso también lo emplearía por la peste, en los Cigarrales de Toledo. Entonces, ¿qué me encuentro?
Una novela de ese estilo, encubierta, con capítulos en relatos, pero con imbricaciones, como en el Quijote en algunos de ellos. Técnica de flashback en los tiempos y en los ritmos, para que la memoria del niño narrador, ora hombre, ora adolescente, no altere la eficacia narrativa. Además, es un libro donde sobrenada la sombra de nuestra guerra civil, pero la guerra de las historias contadas a lo largo del tiempo de la posguerra, con medias palabras o alusiones, que marcan la imaginación del que la escucha.
Evidentemente anula la presencia del narrador omnisciente. Pues son las edades sumando recuerdos las que marcan el ritmo natural de los relatos, versos blancos, endecasílabos heroicos, “en el lado de allí de la mirada” frases decisorias tipo: “Fini dijo que tenía mala memoria,
pero buenos recuerdos”. Así. Cuentos intensos, impactantes como Las tijeras, El hermano del Ganga, El tiempo de los hijos de Don Cayetano, El libro secreto… con relatos capítulos, la memoria es un corro de personajes, distintas capas narrativas, todo con una intensidad que atrapa al lector y no lo suelta.
Intensamente desgarrador es el dedicado a Dani Nieto, Baja la pelota, en otro sentido, irónico, el titulado Escatologías, “hablo de un tiempo de escrupulosa ignorancia”…o el relato de Doña Juanita, en la memoria de aquella isla crónica de los cantes, del teatro, de rapsodas, o como Tiempo de Matones, donde el Duarte tiene tres tertulias…
La memoria es selectiva. Los recuerdos vuelven por una música, por un color, un olor, o una seria literatura.
Leyendo este libro, haces bueno su adagio de que quien descubre la lectura ha hallado el modo de no aburrirse nunca, ni atribularse, ni sentirse anulado por la pandemia. Una fábrica de la luz que da más luz, y una creatividad creciente.