Diario de Cadiz

TRAMPAS AL SOLITARIO

- JUAN PABLO LUQUE MARTÍN

DON Pedro y su clan. Necesita voceros, altavoces que secunden sus kafkianas maniobras. Atrás quedaron conceptos como líder, carisma… Los años de Don Felipe. D. Gregorio, D. Javier, D. Alfonso… Qué diferencia. Y he aquí que cuando visualizo mentalment­e a Don Pedro, me asalta una permanente considerac­ión: la política es un asunto demasiado serio para dejarlo en manos de los políticos. No es mía la frase. Pero a veces la tienen demasiado larga. La nariz, me refiero. Pinochos de la política. Nada más. Don Pedro y Don Pablo llevan tiempo jugando una partida de mus donde uno al otro le dice llevar un solomillo, cuando en realidad, no pasan de la del tío Perete. Decía un fino y metafórico analista, que en los Consejos de Ministros juegan al pañuelo: finta va, finta viene, pero ninguno coge el trapo. A ver si el otro atraviesa la raya del error. ¿Miedo? Quizás. Eliminados, sin jugar ninguna partida más. La historia siempre juzga.

Hablar. Pero no negociar. Es la línea trazada por Don Pedro. Alguien debería decirle que tanto giro a la izquierda llevan camino de convertir al socialismo en el mayor fracaso de nuestro siglo, en el artífice del desastre histórico de estas siglas otrora fundamenta­les para el devenir democrátic­o de nuestro país. Y más si dedica sus esfuerzos, como en Andalucía, a adjudicar pena de destierro a quien no comulgue con él. Y Susana Díaz, y el histórico socialismo andaluz, llevan camino de ello. Al final, se hizo trampas al solitario y creyó ser el líder espiritual e indiscutib­le de una nación que, a duras penas, se llama España.

Pero me resisto a dedicar este artículo solo a D. Pedro, altavoces y voceros incluidos. No sería justo. Ni con él, ni con la historia, ni con la realidad socialista. Creo en un partido que en esta etapa democrátic­a ha mostrado su responsabi­lidad para con España. No puede haber futuro para este país, si no coexiste con un auténtico y leal equilibrio de fuerzas democrátic­as nacionalis­tas donde el socialismo debe recuperar el lugar que ideológica­mente le correspond­e. Creo en la pluralidad política como necesidad básica de todo estado. Y creo, lo diga quien lo diga, que Podemos, no es socialismo. Eso sólo fue spot publicitar­io de un yogurt que, por fortuna, caducó su fecha de consumo.

En las filas socialista­s hay valores y personas que saben lo que significa gobernar por encima de partidos y alternativ­as abocadas al fracaso y a la autodestru­cción. Basta con que los actuales comprendan la inutilidad de sujetarse al sillón cuando la realidad es la que es. Algún día lo entenderán, respetarán y se dejarán aconsejar por sus mayores. Mientras tanto, seguirán haciendo trampas al solitario.

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