Diario de Cadiz

ME VIGILAN

- ANA SOFÍA PÉREZBUSTA­MANTE

HE visto el documental El dilema de las redes sociales y sé que me vigilan. La prueba: cada vez que juego al Candycrush si quiero conseguir una vida me hacen ver un anuncio, y siempre me sale el mismo; es de Greenpeace y trata de Ecoembes. ¿Ha pagado Greenpeace

para que todos los habitantes del planeta que juegan al Candycrush tengan que denunciar a Ecoembes? No creo que tengan dinero para eso. Más bien calculo que será un algoritmo que me tiene fichada por mis pasos en internet y saca la conclusión de que soy carne verde.

No tengo nada contra Greenpeace, pero me temo que comparte con el Sistema si no los fines sí los medios, y me preocupa, porque al final el flujo de dinero y la metodologí­a hermanan y hacen su propia economía circular.

¿Y Ecoembes? En el contenedor que veo pone que allí solo van envases y tetrabriks. Yo meto todo lo demás (bolsas, botones, films transparen­tes…) porque si no es allí, ¿dónde? No me considero “engañada” porque las instruccio­nes del contenedor son claras, lo que pasa es que no tengo otra opción. Aquí es donde entra ya la publicidad engañosa: si te metes en la página web de Ecoembes creerás haber llegado al Edén de la Jungla, en armónico matrimonio con el Ministerio de Transición Ecológica (MITECO) y la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP). Entonces, ¿de quién son los vertederos clandestin­os de plástico?

A pie de calle lo que veo es la dejadez particular. Paseo mucho por la playa y allí están tirados en la arena todos los envases del mundo: el plastiquil­lo de cada una de las pajitas de los botes de zumo, la esquina que se arranca de cada bolsa de pipas, las latas de cerveza y cocacola medio llenas (¡medio llenas!)...

Pero lo que me tiene muy intrigada es que de un tiempo a esta parte aparecen en la orilla grandes bidones de plástico de los de combustibl­e. Al principio pensé que podrían ser restos mortales de pateras. Pero son muchos bidones, y muy nuevos, y vengo sospechand­o que proceden de las lanchas planeadora­s del narcotráfi­co, que han cambiado las rutas en vista de la presión policial. Y el caso es que no sé a quién llamar: si a Greenpeace, a Ecoembes o a la policía. Vigilar, sé que me vigilan; pero no me hacen caso.

Cada vez que juego al Candycrush me sale el mismo anuncio de Greenpeace

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