El campo gaditano declara la guerra a los plaguicidas agresivos
● La erradicación de plagas a través de novedosas técnicas de biocontrol va abriéndose camino
Tuta absoluta. Tiene nombre de diva, pero es la pesadilla de las tomateras. En el mundo a su escala, Tutaa . tiene antagonistas, por supuesto. En concreto, cierta clase de chinches: Orius laevigatus y Nesidiocoris tenuis. Este último, se especializa en depredar los huevos y larvas de la Tuta, y es también útil contra las poblaciones de Minador y Araña Roja –parecen los protagonistas de alguna saga escritos en mayúscula–.
Los métodos de introducción de Organismos de Control Biológico (OCB) son una de las formas más curiosas, al ojo ajeno, de control de plagas. Implantan una suerte de guerra biológica en el terreno: bichos contra bichos, hongos contra hongos. Un ejército que recibe también la denominación de “fauna auxiliar”, término que suena sin remedio a “soldados de a pie”.
El objetivo último de estas técnicas es contribuir a la sustitución de plaguicidas de amplio espectro, que pueden terminar afectando tanto a la calidad del cultivo como de los suelos, o incluso, a fuerza de acumulación, a la propia salud. ¿Qué ocurre? Que el resultado de su aplicación es total (la función exterminadora de los plaguicidas convencionales es bastante efectiva), rápido y a buen precio. Presenta como inconveniente, sin embargo, que la administración restringe cada vez más su uso: “El uso de químicos de síntesis te permite inmediatez sin considerar nada más: trato hoy y mañana, bichos muertos –comenta Luis Mateos, de la empresa jerezana Vara y Pulgar–. Mientras que con los biológicos, tratas hoy y has de esperar resultados, y dependes de numerosas variables: el resultado a corto plazo no es comparable. Pero es cierto que el tratamiento de plagas con productos naturales y residuos cero es un abanico que se está empezando a abrir”.
Vara y Pulgar es una asesoría agrícola especializada en viticultura y en la prevención y tratamiento de plagas y enfermedades, y realiza tanto valoraciones como asesoramiento integral para muchas bodegas. Dentro de los métodos alternativos, el control con feromonas y biológico “van muy bien”, además de utilizar otros productos que están considerados de “origen natural más respetuoso, como azufres y cobres, para el oidio y el midiu”.
“Hay muchas variables, las condiciones, las situación en la que está un viñedo... –comenta–. Nosotros empleamos métodos ecológicos en bodegas con ciertas condiciones climáticas o en las que la in
cidencia de plaga está más baja, o cuenta con lineales más sueltos, etc”.
“La gente tiene miedo a usar métodos de control más ecológicos porque controla menos –comenta Francisco Martín, de Nostoc Biotech–, y aquí siempre necesitas la presencia de un técnico”. Es él quien sabe si tienes que llamar a los mirmidones o, no sé, al Regimiento de Lanceros. Dependerá de la estación, del tiempo, del momento de la cosecha, del estado de la plaga, del ciclo biológico de aquello a lo que te enfrentas: como en toda guerra, has de conocer al enemigo. “Pero es un tipo de proceso que no desestabiliza al sistema, sino que juega con sus propias armas”, continúa Martín.
En Andalucía Oriental, Martín comenta que en gran parte han desarrollado una labor didáctica. Muchos de los años que llevan funcionando, los han dedicado, afirma, a demostrar que los métodos de control con fauna auxiliar funcionaban: “Cuesta muchísimo cambiar una mentalidad de tanto tiempo adquirida, en poco tiempo. En Almería, nosotros empezamos a hablar del tema en los 90…Siempre dedicando tiempo a la formación, técnicos, cooperativas… Pero cada vez hay más gente en el ecológico: cuando entienden cómo va el sistema, la gente lo prueba y ven que es una solución más sostenible a largo plazo”.
Yolanda Gil es coordinadora, desde hace varias campañas, de los convenios de colaboración referentes a Lucha biológica entre COAG y la Diputación Provincial de Cádiz. Su experiencia es por completo opuesta, los agricultores colaboran totalmente: “El acuerdo selecciona, sobre todo, cultivos en zonas que necesitan tener un cuidado especial porque están cerca de cursos de agua, o espacios protegidos”. En estas prácticas de control sostenible en la provincia gaditana, “el primer año resultó complicado – reconoce– . Tratamos araña roja en viña, y había muchas perforaciones en las hojas: los tejidos terminan necrosando, la planta no puede realizar la fotosíntesis y puede colapsar. Quizá empezamos un poco tarde, aunque no llegó a colapsar”. Al año siguiente, lo hicieron antes y fue mucho mejor. Y en la tercera campaña, la plaga se erradicó.
Los métodos de OCB incluyen la introducción de insectos parasitoides –viva Lovecraft– y depredadores; el empleo de nematodos, gusanos que se usan “para colonizar
insectos”; la lucha ‘microbiológica’, con bacterias; o los ensayos con Trichoderma, un hongo que se usa para combatir ataques de otros hongos, como los presentes en la madera de la vid.
Yolanda Gil admite que siempre le han gustado los insectos. Que de niña llegaba a casa con saltamontes, cochinillas y grillos en los bolsillos. Ya de adulta, también le ha gustado el mundo del vino. Se formó como técnico superior en vitivinicultura y lo completó con Gestión forestal y del medio natural y, actualmente, Paisajismo y medio rural, y otros conocimientos sobre el desarrollo de insectos y plagas.
Ha evaluado, calibrado y tratado plagas en viñedos de Sanlúcar y marco de Jerez, en frutales del Campo de Gibraltar (naranja y aguacate) y otros cultivos al aire libre e invernaderos. Dentro del convenio establecido entre COAG y Diputación, también se han realizado ensayos sobre alternativas al uso del glifosato y otros herbicidas de síntesis en usos agrarios y no agrarios (acequias, caminos, etc). Un tema por el cual la institución provincial es consciente de que “le meten caña”. De hecho, se realizaron pruebas al respecto en zonas de malas hierbas en el entor
Viñas, invernaderos, naranjas y aguacates... han probado ya la introducción de OCB