Diario de Cadiz

Un legado único pero en peligro

● La Diócesis de Cádiz invierte casi 4 millones de euros al año para preservar sus edificios

- Pablo–Manuel Durio

“Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”, dice el evangelio de San Mateo que le dijo Jesús a Pedro. Una piedra que a lo largo de la historia se ha multiplica­do y ha sido revestida con el mejor arte de todos los tiempos para crear, en el caso de Cádiz, un completísi­mo entramado de catedrales, templos y capillas que en muchos casos suman siglos de historia y que en prácticame­nte todos ellos requiere de una constante preocupaci­ón e intervenci­ón, cuando no de actuacione­s y rehabilita­ciones que se escapan a las posibilida­des económicas y que ponen en peligro los propios edificios. El patrimonio religioso de la ciudad es una de sus grandes fortalezas, uno de los aspectos más caracterís­ticos; pero al mismo tiempo, su conservaci­ón y cuidado se ha convertido en una dura guerra de los responsabl­es de las iglesias y del propio Obispado contra los edificios, una especie de penitencia que requiere esfuerzos y sobreesfue­rzos para mantener en pie toda esa piedra que reivindica la presencia de la Iglesia en Cádiz.

La caída de cascotes en la fachada de la Catedral hace unos días ha vuelto a poner el foco en la difícil conservaci­ón del amplio y valioso patrimonio religioso de la ciudad. El hecho de que el principal templo no sólo de Cádiz capital sino de la diócesis, ejemplo además de gestión por la labor que el Cabildo viene realizando de apertura al público y de rehabilita­ción y restauraci­ón desde hace años, sea víctima de este tipo de incidentes revela un problema de salud de los edificios que se extiende prácticame­nte a todas las iglesias de la ciudad, especialme­nte a las del casco histórico por su mayor antigüedad. Grandes edificios de pesadas estructura­s que requieren una atención constante y unas inversione­s que muchas veces se escapan a las posibilida­des de la diócesis.

“Edificios así requieren mucho sacrificio y estar siempre muy pendiente de él. Si no, es imposible”, afirma el dominico Pascual Saturio, en constante preocupaci­ón por la iglesia de Santo Domingo, a la que de manera casi continua va haciendo obras de conservaci­ón y mantenimie­nto. Ello lo consigue gracias a una gestión minuciosa de los ingresos que percibe el templo que preside la Patrona de la ciudad. “Las colectas son generosas, si se tiene en cuenta que en el casco histórico hay 22 iglesias y seremos poco más de veinte mil vecinos. Luego están también las bodas, las celebracio­nes extraordin­arias como la novena de la Patrona o el 7 de octubre… Con todo eso se mantiene el edificio”, explica. Esos ingresos sirven para el sostenimie­nto diario (luz, limpieza, personal que atiende la iglesia, elementos del culto y otros gastos) y para que “cada año podamos ir haciendo algo que sea más importante o urgente”.

Así, en Santo Domingo en los últimos treinta años se han repintado hasta en tres ocasiones las naves laterales y los testeros del altar mayor, o se ha resanado ya dos veces la nave anexa al claustro, “que tiene problemas de humedad”. Demasiadas intervenci­ones para tan poco tiempo, muestra clara del constante mantenimie­nto que necesita un edificio de esas caracterís­ticas. “Lo próximo que queremos hacer es restaurar el frontal del coro, donde se localizan las yeserías originales del templo”, avanza Saturio.

Esta fórmula que emplean los

dominicos está permitiend­o mantener una iglesia que ha necesitado de hasta tres reconstruc­ciones en el siglo XX (tras los asaltos de 1931 y de 1936 y luego tras la explosión de 1947) y que hizo su última gran obra en la década de los 90. Pero los problemas se magnifican cuando surgen la necesidad de una intervenci­ón de calado, que requiere una fuerte financiaci­ón.

Según las cifras del Obispado, en el año 2019 (último ejercicio del que se conocen las cuentas) el mantenimie­nto y puesta en funcionami­ento de los edificios de la diócesis supuso un coste de 3.736.272,24 euros. Por contra, la explotació­n del patrimonio religioso dejó unos ingresos de 1.438.083 euros, que provienen principalm­ente de la apertura de la Catedral a las visitas. A esta partida se le puede unir los beneficios por el arrendamie­nto de inmuebles, que supusieron otros 405.942,31 euros (sobre todo por el alquiler del edificio anexo al Oratorio de San Felipe Neri). Partidas, como se puede comprobar, del todo insuficien­tes para hacer frente al mantenimie­nto de los edificios, lo que hace casi imposible acometer las grandes intervenci­ones que llevan años pendientes y que sólo en Cádiz capital suma un buen número de iglesias.

“Las aportacion­es de los fieles no llegan ni al 15% de lo que suponen las obras; el resto lo está asumiendo la provincia agustinian­a”, traslada el párroco de San Agustín, Marcos Peña, respecto a las grandes intervenci­ones que en esta céntrica iglesia se están realizando desde el año 2017, con motivo del cuarto centenario de la presencia de esta orden religiosa en la ciudad. “Las reconstruc­ciones del siglo XX fueron posibles gracias a los donativos de la gente; familias y comercios de la ciudad que se volcaban con estas actuacione­s. Pero esas donaciones desaparece­n, porque las grandes familias se marchan a El Puerto y a otros sitios y se pierde el arraigo, también del comercio. Desde entonces, todas las obras corren a cargo de los dominicos”, apunta también Pascual Saturio.

Sin grandes donaciones que permitan sufragar las intervenci­ones necesarias, la penúltima ventana que buscan los responsabl­es de las iglesias gaditanas es la de las administra­ciones, aunque precisamen­te en los últimos años las ayudas para rehabilita­ciones de patrimonio religioso escasean. El Ayuntamien­to, que suscribió varios convenios y financió obras varias en tiempos de Teófila Martínez, cortó el grifo por completo desde la llegada de Podemos en 2015; la Junta de Andalucía hace años que no ayuda en nada, teniendo pendiente entre otras intervenci­ones la rehabilita­ción de Santa María a la que se comprometi­ó en víspera electoral la consejera de Cultura; y el Estado sí es ahora el principal actor, asumiendo íntegramen­te la rehabilita­ción de la Castrense y

habiendo aprobado recienteme­nte una subvención de 237.287,35 euros para obras de rehabilita­ción en la parroquia de Santa Cruz.

“En la hermandad estamos pendientes siempre de subvencion­es y ayudas que puedan convocarse para optar a ellas”, explica al respecto Juan Antonio García, el hermano mayor de la Santa Caridad, que es la propietari­a de la iglesia de San Juan de Dios. Redes de protección envuelven la puerta de acceso o la torre de este templo, lo que desde el exterior denota la necesidad de intervenci­ón. “Pero es que hay actuacione­s de calado que no se pueden asumir”, reconoce García.

Por tanto, sin la ayuda de las administra­ciones –salvo el goteo de contadas excepcione­s–, sin las donaciones de otros tiempos y sin fondos propios suficiente­s, la gran solución pasa por mantener lo que hay hasta donde sea posible. Ya lo decía por enésima vez hace unos días el que fuera arquitecto de la Catedral durante más de treinta años, Juan José Jiménez Mata: el mantenimie­nto periódico es más efectivo que tener que recurrir a grandes obras cuando el deterioro se ha agravado por años sin intervenir. Hasta tal punto llega la defensa de su posición, que Jiménez Mata propone la creación del puesto de arquitecto–conservado­r de la Catedral, que además tenga a su cargo una cuadrilla de albañiles que trabaje de manera constante en el templo.

Esta fórmula del mantenimie­nto continuo es a la que recurren los rectores de los templos. “Siempre estamos pendientes”, asegura

Marcos Peña, que además precisa que todos los años “a principios de curso se comprueban azoteas, y cuando llueve recorremos la casa entera para ver qué ha podido pasar”. Lo mismo ocurre, por ejemplo, en la parroquia de San Antonio, cuyo párroco, Óscar González, explica que siempre que hay lluvias en la ciudad “surge alguna cosa que hay que resolver de inmediato para evitar que vaya a mayores”, además de obligarse a tener un cuidado continuo de las cubiertas de este templo, “que ocupa una manzana entera”. “En Cádiz ya sabes que como dejes una farola sin pintar o el zocalillo de una casa sin cuidar, se viene todo abajo; hay que estar siempre pendiente de estos edificios, porque si no luego los problemas son muy difíciles de solucionar”, comenta Saturio.

Un cuidado constante, un mantenimie­nto preventivo y la reparación urgente de los problemas que vayan surgiendo parecen ser, por tanto, la fórmula que los responsabl­es emplean para conservar el amplio y rico patrimonio de la ciudad. Pero, como apunta el agustino Marcos Peña, “es un edificio de 400 años y en cualquier momento puede dar la cara”.

 ?? LOURDES DE VICENTE ?? Variias iimágenes de un alltar de ll ai igllesiia de San Franciisco de Cádii z, , resguardad­as tras un pllástiico..
LOURDES DE VICENTE Variias iimágenes de un alltar de ll ai igllesiia de San Franciisco de Cádii z, , resguardad­as tras un pllástiico..
 ?? LOURDES DE VICENTE ?? El altar de San Luis de la iglesia de San Francisco luce cubierto por plásticos por unas obras.
LOURDES DE VICENTE El altar de San Luis de la iglesia de San Francisco luce cubierto por plásticos por unas obras.
 ?? LOURDES DE VICENTE ?? Un obrero recorre los andamios de la fachada de la Castrense. A la izquierda, detalle del mal estado de la portada de piedra de San Antonio.
LOURDES DE VICENTE Un obrero recorre los andamios de la fachada de la Castrense. A la izquierda, detalle del mal estado de la portada de piedra de San Antonio.
 ??  ??
 ?? LOURDES DE VICENTE ?? Puerta sellada de acceso a la iglesia de San Juan de Dios, que la está restaurand­o para su reposición.
LOURDES DE VICENTE Puerta sellada de acceso a la iglesia de San Juan de Dios, que la está restaurand­o para su reposición.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain