Diario de Cadiz

Manuel Domecq Zurita fallece a los 87 años por coronaviru­s

● Antiguo ejecutivo de Domecq, era propietari­o de la casa-palacio de Campo Real junto a su mujer, Carmen, y un gran defensor del jerez

- A. Cala

Manuel Domecq-Zurita (Jerez, 1933) falleció en la tarde de ayer viernes, a los 87 años de edad, por coronaviru­s tras un empeoramie­nto, a pesar de que la enfermedad parecía haber remitido en las últimos días.

Antiguo ejecutivo de Domecq, pasó 40 años en la bodega llenos de vino, de copas, de salidas y entradas y de intenso trabajo. Estudió Económicas en Suiza, trabajó para la base de Rota, la Pepsi-Cola por insistenci­a de Joan Crawford, Urbis y se marchó a México a buscar a su padre, aunque comenzó a trabajar en un banco.

Religioso y de costumbres fijas, y hasta que llegó la maldita pandemia, acudía casi a diario a ‘su’ bodega —ahora llamada Fundador y propiedad de Andrew Tan— para tomarse un oloroso en La Tapería.

Vivía en la casa-palacio de Campo Real, que pertenece a su familia desde hace más de 700 años, por la que luchó en su fuerte defensa del patrimonio. Deja viuda, Carmen López de Solé, y tres hijas. Los que lo conocieron lo definen como “encantador, un señor”.

A tío Manolo, como le llaman entre los suyos, no le quedaban asignatura­s pendientes. Ha recorrido medio mundo y un buen día dijo que bastaría con que en su epitafio se leyera ‘He vivido’.

Un hombre que decía que fue “permeable a todo lo bueno... Y a lo malo. He sufrido muchas cosas que he tratado de olvidar. He sacado lo bueno de lo negativo siempre, que pienso que es una virtud, no lo niego. Creo que he heredado esto de mi madre, que tuvo conformida­d y se mantuvo esperanzad­a siempre”, dijo en una entrevista con motivo de la publicació­n de sus memorias, ‘Las lágrimas del vino. Trazos de memoria de Manuel Domecq Zurita’, por Carmen Oteo.

Hacía de la risa su mejor amiga. “Reírse es un milagro de Dios. La risa ayuda a compensar todo. En el trabajo había muchas cosas que evitaban que te rieras, antes se reía uno menos. Pero la verdad es que he llorado en la misma medida”.

Elegante figura de representa­nte del jerez en la tierra, con una sencillez fuera de concurso, le gustaba , sobre todo, recibir en su casa a los investigad­ores e historiado­res afanados por conocer más del patrimonio jerezano. Y él les contaba la historia que fuera falta”.

Se va un hombre que ha formado parte de la mejor época de Jerez y de sus vinos, que fue la primera mitad del siglo pasado. “Trabajó en Domecq y su padre (Pedro Domecq González) fue el impulsor y el verdadero creador de Domecq-México hasta tal punto que se facturaba más allí que aquí”, dicen sus memorias. Un hombre, Manuel, “que también ha trabajado en Jerez, que se ha pateado medio mundo con el vino de Jerez y lo ha llevado a los bares, hoteles, casas..., y tiene esa mundología que caracteriz­a al apellido. Ellos mismos eran el producto”.

Era un gran amante de la ópera y del f lamenco, poseía una biblioteca impagable. Y su afición por los vinos de gran categoría sólo era comparable a su pasión por la buena conversaci­ón. De hecho, el palacio, según él mismo y su esposa decían, guarda una joya del siglo XV que es la bodega, donde además se rodó ‘La Templanza’.

Descanse en paz.

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MIGUEL ÁNGEL GONZÁLEZ Manuel Domecq-Zurita, en la casa-palacio de Campo Real, en Jerez.

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