Con bachillerato taurino gaditano
Juan Corrales Mateos, de barbero sangrador a novelista y director de periódico Firmó cronicas taurinas en La Habana a mediados del Siglo XIX y escribió tratados sobre el toreo
En el Siglo XIX hay tres grandes cronistas taurinos gaditanos que merecen destacarse: Joaquín de Lara y Fopiani “El doctor Quinraaladejo” que fue secretario del Ayuntamiento y publicó en “El Comercio”; El poeta Víctor Caballero y Valero que firmó con varios apodos, más cesante que titular de un modesto empleo con los gobiernos progresistas, y que publicó sobre todo cartas tauromáquicas, llamadas hojillas en Cádiz, y Juan José Corrales Mateos “El bachiller Taurmaquia”.
No hemos datos del nacimiento de Corrales aunque en sus escritos suele hablar de Cádiz como su patria. Utilizaba giros y recuerdos gaditanos en sus artículos sobre el toreo y costumbristas. Era barbero sangrador y en 1845 ya estaba afincado como flebotomista en La Habana, con establecimiento de venta de sanguijuelas y firmando a la vez crónicas taurinas y artículos en Diario
de la Marina. En esa temporada fue testigo de la muerte de un matador de toros paisano, José Díaz Cantoral “Mosquita”, cogido en la plaza de toros de Regla en junio de 1845.
Sin embargo Corrales no hizo crónica de aquel festejo en el que murió su paisano. Alcanzó fama en La Isla por su inteligencia en tauromaquia y sus sabrosas crónicas, que firmaba como “El bachiller tauromaquia”; un titulo superior que era toda una declaración de intenciones de como auto calibraba su nivel de su conocimiento del toreo.
También firmó en otros medios de la prensa cubana como “El Faro Industrial” o “El Avisador”. Una prueba de su fama: En Santiago de Cuba “El Redactor” en 1849, al anunciar la corrida del 14 de mayo de ese año en la plaza de la segunda ciudad de la isla, avisaba que el sevillano Tío Carando hace la crónica y dice que no tiene la sandunga de Abenamar “ni el chiste del Bachiller Tauromaquia que es el que hace el de La Habana”.
Como los cronistas de su tiempo, era feroz. No tuvo piedad con Manuel Díaz Cantoral “Lavi”, de
cuyas temporadas habaneras fue testigo. Del gaditano escribiría en 1857 que los aficionados de verdad “no aplauden las payasadas del famoso Lavi” torero que a su juicio era en la tauromaquia “el más autorizado clown. Empezó ayer sus ejercicios con enseñarle la tripita al toro, alguna que otra coz, y concluyó su parte grotesca con hincarse de rodillas”.
Tampoco partía peras con el toreo mexicano, en una crónica habanera de 1851 habla de los picadores Mosquita de Cádiz y el mexicano Cenobio Morado, comparó al garboso picador gaditano en representación de la tauromaquia española con sus botines jerezanos, su cucarda y su chambergo y “el otro como representante del bastardeado arte con el que se lidian los toros en la tierra de Moctezuma” con calzones y chapeau californiano y una pierna metida en una “cosa grande
redonda”.
Sin embargo mantuvo amistad con Bernardo Gaviño, responsables de los cánones de aquel toreo a pie mexicano, y aplaudió en 1846 la llegada de la cuadrilla mexicana a La Habana que capitaneaba el legendario diestro de Puerto Real.
De hecho en 1854 Corrales contrató la plaza de La Habana como empresario para dar una corrida en el ruedo de Belascoáin a su beneficio, en la que anunció a la cuadrilla mexicana de Bernardo Gaviño. Al tiempo había escrito y publicado una biografía del torero de Puerto Real, carteles en seda del festejo y un jugoso “bando tauromáquico” que por desgracia no se conserva.
Ese año de 1854, el 24 de junio, se dio una corrida en homenaje a los cronistas taurinos locales que nos permite conocer a los colegas en La Habana de Corrales Mateos: El toro que abría plaza lo toreó El Lavi y estaba dedicado al Bachiller. En la terna, otros dos gaditanos: José Ponce y José Ortega Díaz “Negrito”. Los demás cronistas, “por orden de lidia” si sus descendientes me perdonan la expresión, fueron “El Tío Macán”, “Pedro Garrocha”, “Chafarote”, “Fray Alonso” y “Prójimo”.
Por fin el 18 de septiembre de 1854 se celebró al corrida a beneficio del Bachiller Tauromaquia. Se anunció para el 17 pero ese día llovió y como era costumbre para la afición habanera, si no llovía también, se daba la corrida suspendida el domingo al día siguiente lunes. Se llenó.
Juan José Corrales Mateos hizo caja y se embarcó para Cádiz en la fragata Santa Petronila el siguiente 18 de octubre de 1854. Se labró una carrera como periodista en Madrid.
Volvería a Cuba para morir al poco, en 1870, falleciendo en la total indigencia.
Fue testigo de la mortal cogida de Mosquita y de feroz con pluma con su hermano Manuel Lavi