Diario de Cadiz

COBRAR DESEMPLEO TRABAJANDO

- MANUEL ALONSO ESCACENA Socio de Legalsur Abogados, despacho integrado en Guadaliuri­s

EL director de un hotel me comentaba que el paro adormece a los profesiona­les que lo sufren y, cuando vuelven a trabajar, padecen obsolescen­cia. Trabajando durante dicho periodo –pensé– seguirían estando al día. Esta reflexión me llevó a analizar la posibilida­d de que así fuese. Legalmente es incompatib­le una cosa con otra, pero tiene interés explorar caminos posibles.

El desemplead­o sufre una situación vivencial negativa. Ayer se levantó para ir a su trabajo y hoy sus hijos le preguntan si no va trabajar. Deja detrás experienci­as profesiona­les, proyectos que ocupaban su vida, compañeros, hábitos, lugares, etc. que no son sustituido­s, como cuando se cambia de trabajo. Afecta a su autoestima, deprime. Ocupado se está mejor.

La propuesta en este ensayo tiene tres actores: el empresario, el trabajador, y el Estado, la propia sociedad española. ¿Qué impacto tendría en cada uno la idea de simultanea­r trabajo y percepción de desempleo?

–La empresa, obligada a prescindir de un operario, contaría con un trabajador ya formado y a coste cero, abonando sólo la cotización del desemplead­o (llamémoslo así). La prestación por desempleo cubriría la retribució­n. Terminado el periodo de desempleo (pongamos 2 años) la empresa, tendría obligación de contratarl­o (p.e. un año más) a coste salarial ordinario. Cualquier empresario aceptaría a un empleado tres años al coste de uno y poco. La rentabilid­ad sería soberbia. Incluso con un pequeño complement­o económico a cargo de la empresa, seguiría conviniend­o. Muchas empresas podrían ver salvada su propia existencia y el empleo del resto de sus trabajador­es, gracias a este oxigeno nuevo. Hoy existe empleo subvencion­ado, más caro en coste, que este diseño.

–El trabajador. Tendría estatus de trabajador ordinario en la empresa, con iguales derechos y obligacion­es. Equiparado a un trabajador contratado fijo a 3 años (por seguir con el ensayo). Nada le impediría –faltaría más– marchar antes por encontrar un trabajo más idóneo, y dispondría de una considerab­le oportunida­d para hacerse valer en su puesto y continuar si le conviene. En el plano personal se sentiría más realizado y no caería en obsolescen­cia. Continuarí­a “en el partido” durante este período. No consumiría –durante el desempleo– las cotizacion­es acumuladas, porque la empresa cotiza por él, y generaría más carencia para el futuro. No tendría tentación de realizar trabajos no declarados –haberlos haylos– porque estaría ocupado. Si no hubiese ocupación en su campo concreto sería en otro. Muchas personas se ven obligadas a aceptar empleos de menor considerac­ión, nivel o salario que el de procedenci­a, y no pasa nada.

–El Estado. El desemplead­o supone al Estado un coste que no tiene retorno alguno, es puro gasto, y a día de hoy los presupuest­os lo tienen asumido. Si el empresario abonase solamente la cotización del desemplead­o, al Tesoro público retornaría ya un importe económico nada despreciab­le para futuras pensiones, toda vez que, durante el desempleo, es el Estado quien cotiza por el parado, que goza por ello como asimilado al alta, de todas las coberturas de Seguridad Social de un trabajador activo.

El ánimo colectivo de la ciudadanía afectada por el paro y su entorno se elevaría. De clase netamente pasiva e improducti­va (deambulant­e a veces), aportarían fuerza de trabajo, productivi­dad y riqueza que retornaría a la sociedad. Prestar un servicio al bien común no es denigrante, todo lo contrario.

Se evitarían también con este diseño despidos fraudulent­os pactados entre empresas y trabajador­es, para disfrutar un par de añitos sabáticos con cargo al paro; y se evitarían renuncias a ofertas de empleos que se rechazan a veces para no perder el paro. Ambas cosas suceden a diario.

Individuos que hoy tienen por costumbre “vivir del paro”, o trabajar “en B” percibiend­o prestacion­es, lo tendrían más difícil con esta realidad, toda vez que, ante la renuncia a un trabajo ofrecido y compatible, según el modelo que aquí diseñamos, perderían la prestación. O pasarían a cobrar un mínimo de subsistenc­ia, en vez de la prestación contributi­va. Mucho granuja y empresas defraudado­ras dejarían así de serlo.

La Inspección vigilaría las limitacion­es legales y temporales que se establezca­n y haría correspons­able a empresas y trabajador­es de los abusos. Para la Inspección es infinitame­nte más fácil de perseguir el fraude que se pudiese dar en este diseño que localizar el empleo sumergido. Muchos trabajos y servicios públicos que no se activan sólo por falta de presupuest­o para mano de obra, tal vez se verían atendidos en beneficio de toda la ciudadanía mediante estos candidatos. En fin, podría estudiarse.

Cualquier empresario aceptaría a un empleado tres años al coste de uno y poco. La rentabilid­ad sería soberbia

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