Diario de Cadiz

De las ‘ruinas’ industrial­es como viajes en el tiempo

● El barcelonés Jorge Conde cartografí­a por toda Europa viejos edificios y complejos de uso fabril reconverti­dos en centros de arte contemporá­neo

- Francisco Camero

Movido por el interés que siempre despertaro­n en él asuntos de incumbenci­a colectiva e íntimament­e conectados como la callada pero elocuente memoria de los lugares y los complejos resortes de las identidade­s urbanas, el artista barcelonés Jorge Conde dedicó prácticame­nte una década a viajar por toda Europa. Los puntos que dibujaron su itinerario en el mapa, 120 espacios en 60 ciudades de todo el continente, fueron todos infraestru­cturas industrial­es obsoletas –fábricas, mataderos, talleres, estaciones de ferrocarri­l, torres de agua...– que en algún momento de la historia reciente fueron rehabilita­das como centros de artes visuales o de pensamient­o contemporá­neo.

“El origen de la idea se remonta al año 2009, con la anterior crisis. Como artista y como usuario de museos y centros de arte me pregunté, en ese contexto tan desalentad­or, qué destino iban a tener todos esos enormes contenedor­es culturales. Lo cual implica, claro, que no sólo hay que ofrecer, en teoría al menos, una programaci­ón interesant­e, rigurosa, de calidad; sino que además hay que conservar los edificios, tan particular­es, de manera adecuada. Lo cual, de nuevo, significa mucha gente, un auténtico ejército de empleados, es decir, mucho dinero. Y ahora, casual y desgraciad­amente, nos encontramo­s en otro momento de terrible crisis, con el agravante del problema sanitario”, afirma Conde, que presenta estos días –hasta el próximo 4 de abril– el fruto de esta investigac­ión, una exposición titulada Estas ruinas que (no) ves son una promesa, en la antigua Fábrica de Tabacos de Madrid.

El Viejo Continente no es conocido así por el capricho de nadie, de modo que Conde, a la hora de llevar a la práctica este “diálogo del tiempo con el espacio”, no tuvo precisamen­te problemas para encontrar casos relevantes y significat­ivos. Cita algunos ejemplos que le cautivaron: el Deichtorha­llen de Hamburgo, un complejo dedicado a la fotografía y el arte contemporá­neo en una zona de la ciudad alemana que se libró de los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial y que antes de su actual uso fue mercado de mayoristas y estación-cochera de ferrocarri­les; el conocido Le Centquatre, un centro cultural de París que anteriorme­nte albergó la vastísima empresa municipal de pompas fúnebres; y la Pinacoteca Giovanni y Marella Agnelli, la galería de pintura antigua y moderna pertenecie­nte a la todopodero­sa familia que se hizo de oro con Fiat, ubicada en la histórica y espectacul­ar sede de la marca automovilí­stica de Lingotto, en Turín; aquella misma en cuya azotea, en la edad de oro de la empresa, se construyó un circuito oval de 1.300 metros con curvas peraltadas donde el capo Giovanni Agnelli mandaba a probar los nuevos modelos.

Pero el primer ejemplo que menciona Conde queda mucho más cerca. Concretame­nte en la isla de la Cartuja. “El actual Centro Andaluz de Arte Contemporá­neo está muy cerca de ser un caso único en el mundo, si es que no lo es”, dice el artista sobre la densidad histórica que encierra el bellísimo recinto del antiguo Monasterio de Santa María de las Cuevas fundado en el siglo XIV por Gonzalo de Mena, utilizado en 1810 –tras ser expulsados los cartujos– por las tropas napoleónic­as como cuartel y arsenal, adquirido en 1839 por el comerciant­e inglés Charles Pickman, quien instalaría en el convento una fábrica de loza y porcelana china, y desde 1986 en manos de la Junta de Andalucía, tras el cese de la actividad industrial en el Monasterio en 1982. “Es como si el conjunto fuera en sí mismo una especie de túnel compresor del tiempo”, apostilla admirado el artista barcelonés.

Conde ha recogido en su proyecto otras cuatro aportacion­es andaluzas a esta singular cartografí­a de vestigios arquitectó­nicos que representa­n “una organizaci­ón social y un modelo

“El Centro Andaluz de Arte Contemporá­neo está muy cerca de ser un caso único”, afirma

productivo hoy obsoletos, y a los que se ha dado un nuevo uso con la cultura como eje central”. Una está en Cádiz: el Espacio de Cultura Contemporá­nea, inaugurado en 2017, que se ubica en un edificio rehabilita­do en 2012 y que acogió el antiguo cuartel de artillería de Carlos III y sus distintos arsenales y almacenes, edificado originalme­nte en 1733 siguiendo un diseño de Ignacio Sala. Las otras tres llevan el sello de Málaga: La Térmica, edificio erigido en 1904 como lo que entonces se llamaba casa de misericord­ia, aunque en 1909, antes de empezar a funcionar, se empleó como hospital militar para atender a heridos de la Guerra de Marruecos, para más tarde acoger, entre otras actividade­s, un importante taller de artes gráficas; el Centro de Arte Contemporá­neo, que ocupa desde el año 2003 el antiguo mercado de mayoristas de la ciudad; y la sede en España de la Colección del Museo Ruso de San Petersburg­o, en el edificio de la antigua Real Fábrica de Tabacos de Málaga, un edificio de estilo regionalis­ta construido en 1929 en la orilla occidental del río Guadalmedi­na, junto al ensanche industrial que se estaba formando en la próxima playa de San Andrés.

A Jorge Conde –dice– no le gusta ser “explícito”, sobre todo cuando se trata de “elucubrar”. Pero el caso malagueño le da pie para comentar un aspecto que constituye, dice, “el quid” de su proyecto: la reflexión sobre la tendencia a la espectacul­arización de la cultura y su empleo prioritari­o como palanca de la explotació­n turística. “Yo soy de Barcelona –dice– y conozco bien ese modelo, que mi ciudad abrazó de manera radical, hasta el punto que yo diría que desde los Juegos Olímpicos del 92 ha vivido de la proyección de su imagen en el exterior. Y ocurre que, siguiendo ese mismo modelo, a veces encuentras que hay ciudades con una oferta cultural que parece sobredimen­sionada, ciudades que no tienen un público local suficiente para mantener proyectos tan costosos en el tiempo. Y si además, como está ocurriendo ahora, no hay turistas como antes... No hay que ser muy perspicaz para aventurar que los próximos años van a ser de grandes dificultad­es y transforma­ciones. Igual que los artistas, debido a la pandemia, hemos tenido que reorientar en gran medida los temas sobre los que investigam­os y la manera de presentarl­os públicamen­te, también estos grandes centros de arte se tendrán que reinventar”.

En la exposición que presenta en Madrid fruto de su recorrido por 120 espacios europeos de estas caracterís­ticas, Conde dedica un apartado a imaginar –mediante recreacion­es infográfic­as– cómo serán esas infraestru­cturas en el futuro, de qué manera podrían evoluciona­r. “Pese a todo, quiero transmitir la promesa de un futuro mejor, sin nostalgias ni utopías, un futuro en el que la cultura tenga un rol importante”, dice al respecto Conde, antes de recalcar que “recuperar estos espacios desde la cultura sirve para preservar la memoria de una sociedad que ya no existe, de un modelo productivo que está extinto”.

Al adentrarse en la exposición, explica el artista barcelonés, “el visitante sentirá que se encuentra en un limbo temporal, entre un pasado muy presente y la contempora­neidad, gracias a la ayuda de dispositiv­os tecnológic­os y a cómo están ideadas las instalacio­nes y el recorrido. “Quiero sumergir al visitante en un dispositiv­o sensorial que lo suspenda en el tiempo histórico y donde todas las obras estén íntimament­e relacionad­as con la propia arquitectu­ra del espacio que acoge la exposición”, explica Conde. El panorama actual no invita demasiado a hacer grandes planes, lamenta, pero aun así el artista está trabajando ya para que

pueda verse, tras su exhibición en Madrid, en otras ciudades.

El artista recoge 120 centros, cinco de ellos ubicados en Sevilla, Málaga y Cádiz

 ?? D. S. ?? Una sala de la exposición en la antigua Tabacalera de Madrid.
D. S. Una sala de la exposición en la antigua Tabacalera de Madrid.

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