Una papel esencial en la historia reciente
El gobierno aprobó en 1929 la constitución de la Zona Franca de Cádiz, a la vez que daba paso a la de Barcelona, esta última con mejores beneficios económicos pues, se decía, la gaditana ya podía disponer de un puerto franco.
La ciudad recibió con alborozo la noticia, especialmente en tiempos de crisis y de un elevado desempleo en la ciudad. La Zona Franca, sin embargo, tardó en ser una realidad. Aunque se empezaron las obras en el final de la ciudad, en Puntales, la falta de dinero y otros impedimentos políticos y administrativos retrasaron el proyecto.
Por el camino se topó con el acuerdo entre dos dictadores, el español Franco y el argentino Perón, para la construcción en el saco de la Bahía de Cádiz de la Zona Franca Argentina, junto a la Zona Franca Internacional. Un plan de tal calado que incluía una ciudad interior para los trabajadores. El proyecto, evidentemente, no se ejecutó y la Zona Franca gaditana fue creciendo en su lugar natural, de complicada ejecución por los rellenos a realizar, con lentitud y sin conseguir la llegada de una empresa que se convirtiese en el gran motor económico para la comarca, como sí pasó en Barcelona y tiempo después en Vigo.
A la vez, se creó un polígono exterior, de pequeñas y medianas empresas en su mayoría conectadas con la industria naval que fue floreciente mientras que el Astillero dio carga de trabajo, y que entró en quiebra a la vez que éste se metía de lleno en una profunda crisis.
Solventando escándalos internos y delegados conflictivos, el Consorcio busca ahora su papel en Cádiz.