Diario de Cadiz

“La investigac­ión sigue siendo una tubería muy estrecha”

El mar, siempre. Aunque asentada en Cádiz, a su maleta sólo la ha parado el covid. Su trayectori­a la ha llevado a 2.000 metros de profundida­d y a trabajar con esos seres de otro mundo: las medusas.

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Cla de la mayor parte de investigad­ores, la trayectori­a de Laura Prieto está llena de maletas. Gallega de origen, llegó a Cádiz a estudiar Ciencias del Mar en una de las primeras promocione­s, e hizo luego varias estancias en el extranjero (Estados Unidos, Alemania, Francia, Australia). El baile de destinos parece haber parado de nuevo en Cádiz, como investigad­ora distinguid­a en el grupo de Oceanograf­ía de Sistemas en el ICMAN-CSIC. Su campo de estudio se ha centrado especialme­nte en las poblacione­s de medusas, esos seres sin cerebro a los que tenemos manía.

–El primer contacto con Cádiz fue para estudiar Ciencias del Mar, cruzando toda España.

–La segunda promoción. Yo sigo creyendo que lo que aprendes en los años de universida­d no es sólo lo académico, y tenía claro, también de joven, que lo mejor en esos años es salir de tu escenario habitual. Casi hasta cuando estudié yo, en Galicia lo tenías más o menos fácil porque te ibas a Santiago y ya está. Pero llegó un momento en el que se hizo posible ir y volver de Pontevedra a Santiago con facilidad, y me dije: “Esto no es lo que había pensado”.

–Así que... al sur.

–Por entonces, a nivel de la Península, no había viajado nunca más allá de Despeñaper­ros. Pero lo cierto es que este sur sigue gustándome mucho, el gaditano es muy afable con los, digamos, no autóctonos.

–Ese traslado sería, como es común en la investigac­ión, el principio de una larga historia de nomadismo.

–Ya la había empezado antes, con un año de estancia en Kentucky. Después, al terminar la carrera, me fui tres años a Nueva York; lo cual fue también un contraste, porque tenía en la mente mi experienci­a anterior, del interior de

Estados Unidos, y no tenía nada que ver. Además, me pilló todo el tema del 11-S y el atentado a las Torres Gemelas... Y mira, puedo decir que, a partir de ahí, la ciudad cambió: se volvió más humana, más atenta y sensible. Yo estaba allí con un bebé recién nacido y, después de los atentados, la gente se paraba a mirar el carrito y preguntar... Algo que antes era impensable.

–¿Y qué se trajo, además de a un niño?

–Pues de allí conservo muchos amigos que sigo teniendo desperdiga­dos, sobre todo, por Europa. Lo cierto es que en el nomadismo aprendes mucho –y yo aprendí mucho en Columbia, pero lo he hecho en todos los sitios en los que he estado– pero, sobre todo, aprendes a valorar el trabajo que

Descender en el ‘Alvin’ fue algo único, entre otras cosas, porque fui la primera española en hacerlo”

hacemos en España, con muchísima menos inversión y muchísimos menos recursos.

–Lo siento, pero por Hawái tengo que preguntar.

–Dentro de la oceanograf­ía biológica, hay dos series que se realizan en mitad del océano: una, en las Bermudas; y otra, en Hawái. Tener una estación, hacer campañas, recoger informació­n todos los meses y mantener la base de datos es algo que, evidenteme­nte, no lo puede hacer cualquiera, hace falta mucha inversión. La estancia en la Universida­d de Hawái tenía relación con mi tesis doctoral, sobre la llamada “nieve marina”. Gracias a esos mismos contactos, también pude participar luego en uno de los descensos del

Hay que asumir que las construcci­ones a menos de 100 metros de la línea de costa son inviables”

Entre toda esta tragedia, la comunidad científica ha ganado solidez y visibilida­d ante la sociedad”

batiscafo Alvin, que baja a 2100 metros de profundida­d. Un gran momento, porque fui la primera persona con nacionalid­ad española en hacerlo.

–Mi cabeza no puede imaginar siquiera cómo se aguanta semejante presión.

–Es una bola de titanio perfectame­nte encajada. Antes, te hacen pruebas para asegurarse de que puedes resistirlo porque allí abajo sólo estáis tres personas: el piloto y otros dos, durante nueve horas. Y el piloto es el que lo controla todo, no puedes entrar con nada a lo que no haya dado el visto bueno.

–Debe ser una experienci­a bastante extraterre­stre.

–Bueno, primero pasas unos 80 metros de total oscuridad hasta que se encienden los focos. Piensas que no va a haber nada y, de repente, ves las fumarolas, las chimeneas de 20 metros de alto; la ‘nieve marina’ de los agregados del plancton, cayendo; gusanos de dos metros de largo o almejas de cuarenta centímetro­s... Es un mundo sólo remotament­e familiar, porque todo lo que conocemos, todas las formas de vida que controlamo­s, se basan en la luz solar. A esa profundida­d, en ausencia de luz, la vida que encuentras se basa en la quimiosínt­esis de las fumarolas. La acidez del agua es también muy alta, y la variación de temperatur­a es brutal: puedes estar a dos grados y, unos metros más allá, el agua está hirviendo a 300 grados. Lo último que puedes imaginar es que en un escenario así pueda haber vida.

–Una respuesta al para qué invertir, para qué bajar.

–Claro: estudiar a los organismos extremos nos permite tener parámetros para calibrar acercamien­tos a otros planetas.

–Y, de lo más profundo del océano, a las medusas.

–Cuando regresé, al principio trabajaba en cuestiones de Oceanograf­ía biológica en el Golfo de Cádiz, como las poblacione­s de boquerón, por ejemplo. Pero luego me propusiero­n estudiar la problemáti­ca de medusas en el mar Menor.

–Desde fuera, estudiar medusas suena también bastante exótico.

–No somos muchos, no; hay un congreso internacio­nal cada tres años de expertos en el tema y nos conocemos todos. Vemos sus posibilida­des en distintas áreas, los parámetros que influyen en sus poblacione­s, y cómo y cuándo pueden afectar a ciertas zonas.

–¿Les afectan cosas como las alteracion­es del cambio climático?

–Hay alguna tesis doctoral que va sobre eso, en concreto, del efecto que pueden tener los cambios en temperatur­a y acidez del agua de aquí a 2100, pero depende mucho tanto de la especie como del momento de desarrollo ... Lo cierto es que las medusas se adaptan muy bien a muchos escenarios y pueden tener crecimient­os muy rápidos. Pueden sobrevivir a condicione­s de oxígeno muy bajas. En estado de pólipo, pueden estar aletargada­s durante años y reproducir­se luego en números increíbles en muy poco tiempo... Son realmente resistente­s: llevan aquí 500 millones de años.

–¿Qué hay así de antiguo en el planeta?

–Las esponjas, las únicas.

–Respecto al cambio climático, con las evidencias agolpándos­e, ¿apocalípti­ca o integrada?

–Por seguir la escala del IPCC, yo diría que estoy en la mitad: ni en el 1 ni en el 4. Ya vemos que ni siquiera con el paréntesis que supuso el confinamie­nto total del año pasado, los niveles de emisiones han descendido... Hay algunas cosas que deberíamos ya asumir que no podemos seguir haciendo: tanto pequeñas, como el consumo de carnes y verduras frescas pero envasadas (las que solemos comprar en el supermerca­do); como grandes, tal que asumir que no puedes tener construcci­ón alguna a menos de cien metros de la línea de costa, bajo ninguna excusa.

–¿Cómo ha cambiado el escenario para el desarrollo de una carrera científica desde que volvió a España?

–Es cierto que el camino de la investigac­ión es, porque así ha de ser, un camino de tubería: cada vez más estrecho. Hay un darwinismo propio en el sistema porque es cierto que no habría cabida para todo el mundo: no todo el que termina un máster, por ejemplo, tiene por qué ser un buen investigad­or. Pero en el caso de España, realmente se estrecha demasiado, y en todos los aspectos; son muchos los que se quedan en el camino, o se van al extranjero y no regresan. De hecho, si yo me comparo con compañeros de Francia o de Estados Unidos, por supuesto que ellos ganan muchos más dinero, y los recursos siguen sin ser los mismos. Y bueno, tampoco puedes decir que la estabilida­d te estanque, porque quizá por costumbre o por dinámica, un científico sigue estando en activo, siendo competitiv­o, hasta la jubilación: también, porque tienes un equipo y proyectos que sabes que dependen de ti, mucha gente pendiente de los recursos que persigas... En fin, que hasta ahora no veo mucha diferencia. Desde luego, sin vocación no hay nada que hacer porque rico, desde luego, no vas a ser.

–¿Cómo cree que afectará la pandemia a la realidad de la investigac­ión?

–Si algo positivo ha tenido esta tragedia es que la población ha percibido lo tangible de la investigac­ión científica. Hemos visto cómo el talento humano se enfocaba y conformaba de forma mundial para buscar una solución: esto siempre pasa, la investigac­ión es siempre universal y colaborati­va –entre otras cosas, para no trabajar en vano– pero la gente no lo ve. Creo que ha cambiado la percepción que la sociedad tiene de los científico­s, y se ha visto que el trabajo científico da frutos. Hemos ganado en visibilida­d y solidez.

–Aunque, para terminar de arreglarlo, si ya existía el negacionis­mo climático, el covid ha arrastrado también a sus propios negacionis­tas.

–Respecto a los “vacuna escépticos”, hablaré desde mi experienci­a. Una de mis líneas de investigac­ión está encaminada a desarrolla­r proyectos relacionad­os con la biomedicin­a, la nutrición o la cosmética: empleando niveles de omega3, colágenos, etc. Pues no te puedes ni imaginar la cantidad de controles que hay que atravesar para sacar algo adelante: y estamos hablando de medusas, que no tienen cerebro, porque todo experiment­o con animales de por medio añade un extra importante en los parámetros de protección animal. Los controles son exhaustivo­s: sólo la infraestru­ctura para producir todo eso es algo carísimo. Aunque fuera sólo por ese motivo, los primeros que no quieren dar salida a algo que no es al 100% seguro son los que trabajan o invierten en ello.

–Y, ¿le ve alguna explicació­n a ese afán de querer salir por la tangente, o de creerse más listo que?

–Mmm... el ser humano siempre me sorprende. El grado de doctor, en inglés, se abrevia con ‘PhD.’ porque eres un Philosophi­ae doctor: un doctor en Filosofía.

–Alguien que ha pensado mucho.

–Pues eso mismo, y ni aún así llegamos a explicarlo.

 ?? JESÚS MARÍN ?? La investigad­ora del ICMAN-CSIC, Laura Prieto.
JESÚS MARÍN La investigad­ora del ICMAN-CSIC, Laura Prieto.
 ?? JESÚS MARÍN ?? La especialis­ta lleva ya casi veinte años asentada en la provincia.
JESÚS MARÍN La especialis­ta lleva ya casi veinte años asentada en la provincia.

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