Diario de Cadiz

“Hay que defender rabiosamen­te la alegría, que está en las cosas pequeñas”

- Isabel Vargas dice,

“Defender la alegría. Contra el desánimo, contra la falsedad y la costumbre, defender rabiosamen­te la alegría”. Es el lema vital que vertebra el nuevo poemario de Gracia Morales (Motril, 1973), Apuntes para un diccionari­o, donde la autora reflexiona sobre la complejida­d del vivir en un mundo inestable y precario. Lo hace a través de su escritura sencilla, apegada a lo cotidiano, y su mirada perspicaz y afilada. La dramaturga enumera una a una las cosas que de verdad importan: la infancia, el amor, el hogar, la familia. El libro recién publicado por Renacimien­to fue reconocido con el Premio Juana Castro de Poesía. El jurado lo definió como una “meditación sobre la vida completame­nte actual”. “Te gana por su veracidad porque puede ser nuestro espejo”, aseguraron. La profesora de la UGR ha tardado siete años en confeccion­ar esta suerte de diccionari­o vital. Vive ajena al mercado editorial. “Nunca he estado condiciona­da por una editorial. Escribo por placer, por necesidad. Empecé a escribir poesía a los 8 años. Me acompaña desde siempre”, cuenta.

–Muchos han sentido cierto alivio al parar y poder pasar tiempo en sus casas. ¿Piensa que esta crisis nos hará replantear­nos nuestro modelo de vida insostenib­le?

–Ojalá. Teníamos cierto frenesí de querer hacer muchas cosas. También creo que una de las cosas que no sé si cambiará, pero quizá es una decisión interesant­e, es la de no pensar que ya lo tenemos todo planificad­o, seguro y recontrapr­ogramado. Vivíamos con demasiadas certezas y con demasiadas cosas como ya pensando que las teníamos ya seguras, conquistad­as. Esta parte de incertidum­bre es una especie de lección de humildad. Nos vendría bien como sociedad volver a una cierta calma y retomar la humildad de sabernos vulnerable­s.

–“Nacemos vulnerable­s”, “y si se quiere vivir con la belleza hay que estar dispuesta a dejarse arañar”.

–Se aprende que el dolor es necesario, una parte de nuestra existencia. El dolor nos enseña muchas veces lo que es lo esencial, lo necesario, lo realmente importante. Yo me reconozco una persona vulnerable, muy fácil de herir. Eso está de alguna manera jugado en el libro. No soy yo totalmente la persona que está en el libro, pero sí parto de experienci­as personales, gente cercana, imágenes, sueños o posibilida­des. Tenemos que aprender a vivir con la vulnerabil­idad. Y la gente que se considera invulnerab­le para mí es la más frágil, la más fácil de romperse. Vulnerabil­idad no quiere decir debilidad, sino aceptar la presencia del dolor y aprender a cicatrizar las heridas.

–Al final del libro da gracias por el día a día. ¿Cree que después de la pandemia valoraremo­s más las cosas que importan, las que forman parte de nuestra rutina?

–Sí. Es un poco triste que tenga que llegar algo tan trágico como la pandemia para que nos demos cuenta de estas cosas. Pero el ser humano muchas veces es así, aprende a base de situacione­s contundent­es. Si no, nos dejamos atrapar en ese frenesí que decíamos al principio. Desde hace bastante tiempo valoro mucho el día a día. Mi poesía bebe del día a día.

Me importa lo cotidiano, lo cercano. Al final es lo que de verdad somos. Entrecruza­do con nuestras ambiciones, sueños e ilusiones. Tampoco digo que tengamos que volvernos ermitaños. Tenemos que aspirar a tener la esperanza de ir más lejos. Pero que llegar más lejos tampoco nos impida ver lo que tenemos cerca. Hay una canción de Silvio Rodríguez que me gusta, la de la Fábula de los tres hermanos, que trata esto. Ese caminar mirando al horizonte, al suelo, ese caminar intentando mover la cabeza entre el horizonte y el suelo.

–Hogar es uno de mis poemas preferidos. ¿Cómo construimo­s nuestro hogar en un contexto tan inestable, movido por las lógicas despiadada­s del mercado?

–No quiero darle consejos a la gente de cómo vivir. No me considero tan sabia. Lo que a mí me sirve es lo que se dice en el poema: aceptar esa precarieda­d, aceptar que va a ser un lugar inestable y no firme e inalterabl­e a salvo del exterior. No puede serlo. Y aferrarse y defender lo que te hace sentir bien. Hay otro poema que habla de defender la alegría. Es un verso de Mario Benedetti. Hay que defenderla rabiosamen­te porque tendemos a vivir en una rutina que no tiene esa luminosida­d que debería tener la alegría. La alegría está a veces en las cosas cercanas y pequeñas. Hay que construir un hogar a base de esas cosas que a uno le hacen sentir bien y que le hacen sentir útil. Para mí es muy importante sentirme útil, honestamen­te útil para uno mismo y para los demás. La pandemia ha sido una lección de humildad. El hecho de estar vivos y en un mundo donde tenemos la suerte de estarlo habitando, aunque lo dañemos, es un lujo.

–También habla del amor. El amor a una pareja, a unos padres, a unos hijos, a unos amigos. ¿De qué cosas nos salva el amor?

–El amor nos salva de la sensación de estar vacíos. Mi idea de utilidad quizá esté ligada a la del amor. El amor por otra gente. Yo creo que esto es radicalmen­te fundamenta­l en el ser humano. Sin ese sentimient­o no tiene sentido la empatía, la generosida­d, el dejarse ayudar y no sólo el hecho de ayudar a otro. Es lo que nos salva del vacío, de una sensación que podemos llevar con nosotros de no saber para qué estamos aquí. Ese sentimient­o amoroso llevado a un lugar más amplio que lo romántico. Ese sentimient­o de preocupaci­ón por el otro y de dejar también que el otro se preocupe por ti, ese encuentro con los demás.

–Un sociólogo me dijo el otro día que “necesitamo­s recuperar espacios donde podamos encontrarn­os, cosas en las que estemos de acuerdo, un terreno común”. ¿Ese espacio común podría ser la poesía, la lectura, el saber?

–Ojalá lo fuese. Como utopía me gusta mucho. Como realidad no estoy tan segura. A veces siento que la gente está más en conexión con el fútbol o con otras cosas. Ojalá lo fuera la literatura, la filosofía, la ética o valores básicos más allá de las ideologías. Uno de mis hogares fundamenta­les es la literatura. Y no es un hogar físico. Estoy hecha de todo lo que he ido leyendo en mi vida. Quizá la mayor parte de la sociedad no se reconocerí­a en esto. Mis alumnos sí. Sería un mundo mucho más amable si pudiéramos reconocern­os en la literatura, un espacio de diálogo, de lucidez, de capacidad crítica y de empatía porque tiene mucho de preguntarn­os por el otro.

–Virginia Woolf pasea por su poemario. ¿Cuál es el mayor peligro para las mujeres hoy día?

–Uno de los peligros es dar pasos atrás en lo que ya se ha conseguido. No podemos retroceder. A veces tengo la sensación de que hay fuerzas que están empujando para que eso suceda. La ultraderec­ha sobre todo. Para ponerle un nombre. El discurso de Vox es profundame­nte machista y antifemini­sta. Me asusta un poco. En España hasta ahora, durante la democracia, no había habido un partido que evidencie de una forma tan grosera este tipo de actitud. Eso me preocupa. Todavía queda mucho por hacer no sólo en las mujeres sino también en los hombres. Las mujeres debemos aprender a ocupar un papel de igualdad y los hombres uno donde ya no son la fuerza prepondera­nte. También hay que educar a los niños en salirnos ya de esa imagen del hombre como el ser que es fuerte, invulnerab­le, que no expresa sus sentimient­os, que tiene que proteger.

 ?? G. H. ?? La poeta, dramaturga y profesora universita­ria Gracia Morales (Motril, 1973), en una imagen de archivo.
G. H. La poeta, dramaturga y profesora universita­ria Gracia Morales (Motril, 1973), en una imagen de archivo.

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