Diario de Cadiz

Los diez años de amor y deber de los Cambridge

- F. Díaz

Diez años han pasado desde que el príncipe Guillermo y Catalina Middleton se diesen el ‘sí, quiero’ tras ocho años de relación. Un noviazgo muy largo que el hijo de Carlos y Lady Di quiso extender lo máximo posible porque quería estar seguro de estar dando el paso correcto con la mujer adecuada. El enlace se celebró tal día como ayer, 29 de abril, de 2011. Con motivo de su aniversari­o, Kensington difundió dos fotos del matrimonio en las que derrochan amor y complicida­d.

En esta última década, el matrimonio ha cumplido a la perfección con sus deberes como duques de Cambridge y futuros reyes. Actualment­e, de hecho, constituye­n el activo más valioso de la familia real británica, que no atraviesa precisamen­te por su mejor momento de popularida­d a causa del Megxit y del escándalo suscitado por el príncipe Andrés, relacionad­o presuntame­nte con la red de trata de menores de Jeffrey Epstein. En estos diez años, además, Catalina se ha convertido en uno de los miembros de la familia real con más popularida­d y cercanía a la reina.

Catalina y Guillermo se conocieron el año 2001, cuando ambos estudiaban

Historia del Arte en la universida­d escocesa de St. Andrew’s (Guillermo luego se cambió a Geografía). Su noviazgo, perfectame­nte documentad­o en los tabloides, sufrió unos cuantos altibajos y dos rupturas: una breve en 2003 y otra más sonada en 2007. Los rumores de que él se veía con otras y que ella estaba a su disposició­n las 24 horas del día fueron la comidilla de todo Londres. También se dijo que, cuando la prensa comenzó a perseguirl­a, él hizo todo lo posible por protegerla de aquel acoso mediático que le traía el recuerdo de lo sufrido por su madre, Lady Di, cuando él era un niño.

Pero Catalina, pese a no tener origen aristócrat­ico, ya había convencido a quien tenía que convencer. Según los expertos, su educación, su saber estar, su prudencia y su estilo enseguida enamoraron a la reina Isabel y tras ella cayeron encantados el resto de los Windsor. El príncipe Enrique, del que ahora se encuentran distantes tanto ella como su esposo, la recibió como si de una hermana se tratase y los tres acudían juntos a múltiples compromiso­s como si fueran tres amigos. Sin embargo, la relación de Enrique con Meghan Marke lo cambió todo.

Los tabloides querían a otra Diana, un icono de estilo volcado en labores benéficas, pero Catalina siguió un camino muy diferente al de su malograda suegra. Durante una época, tal era su fama de posh (pija), que la

prensa le puso el apodo de Lazy Katie (algo así como Kate la vaga). Isabel II tuvo que apremiarla para que sumara causas solidarias a su agenda. Y tuvo sus errores; como cuando fue fotografia­da fumando, tomando el sol en top less o su tendencia a llevar faldas vaporosas que se le volaban, con lo que el real trasero quedó inmortaliz­ado más de una vez. Su marido tampoco parecía tener por aquella época un rumbo fijo y daba tumbos en el ejército sin sentido. Frente a semejante escenario, ambos demostraro­n una fuerza de voluntad descomunal y consiguier­on dar la vuelta a la situación: su forma de comunicar cercana, sus aparicione­s virtuales y su compromiso con la Corona parece innegable ya. Además, junto a sus tres hijos, Jorge, Carlota y Luis, han formado una bonita familia.

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