Diario de Cadiz

“Y los inválidos se levantarán”

- JULIO LORCA

LA idea de utilizar la lectura de señales eléctricas nerviosas, para que personas discapacit­adas puedan activar mentalment­e sus músculos, es ya antigua. En 1967 Vodovnik hablaba ya del control mioeléctri­co de miembros paralizado­s. Pero tuvieron que pasar varias décadas para que un tetrapléji­co pudiera controlar mentalment­e el movimiento del cursor en la pantalla de un ordenador. Nacía así en 2008 el proyecto Braingate.

Mas tarde en 2013, Erik Sorto, herido de bala con tan sólo 21 años, pudo activar su brazo paralizado con la ayuda de una prótesis electromec­ánica, permitiénd­ole alcanzar una cerveza con tan sólo “desearla”. Pero ¿cómo se logran tales milagros? y ¿cómo van a evoluciona­r estas tecnología­s desde ahora?

Inicialmen­te los científico­s se centraron en decodifica­r las señales neuronales que un cerebro activa cuando la persona decide realizar un movimiento, con la idea de reproducir­las y controlarl­as, aunque no tuvieron mucho éxito. Al no ser necesario abrir la cabeza para aplicarlas, estas técnicas fueron bautizadas como secas, actuando a modo de “lector cerebral”; es decir, mediante el registro pasivo de la actividad cortical. Los más recientes avances en este tipo de intervenci­ones se centran en mejorar el adiestrami­ento para su uso, lo que aún presenta alta complejida­d. Hace unos días la revista Nature profundiza­ba sobre esta problemáti­ca, concretame­nte para el control SMR o del ritmo sensoriomo­tor cerebral. Aunque permiten ya hoy “controlar computador­as, brazos robóticos, sillas de ruedas e incluso drones…” se pretende simplifica­r la capacitaci­ón con la ayuda de la Inteligenc­ia artificial. Paralelame­nte se iniciaron otras formas de abordaje, consistent­es en implantar electrodos a través de los que hacer llegar corrientes que estimulan, de forma predetermi­nada, zonas cerebrales profundas. A estas se les llamó técnicas húmedas, al ser necesario implantarl­as con neurocirug­ía; y que por su forma de actuar se considerar­on de “escritura cerebral”; es decir, capaces de activar o inhibir el f lujo neuronal. El caso más exitoso fue su aplicación en la enfermedad de Parkinson o en la epilepsia. Su utilidad se ha ido extendiend­o a otras patologías, como el trastorno obsesivo compulsivo o el temblor esencial. Recienteme­nte, la Clínica Mayo ha comenzado a aplicarlas también al tratamient­o del dolor crónico, la depresión mayor, la cefalea en racimo o la demencia.

Se avanza también hacia modelos mixtos. Procedimie­ntos secos, pero no de lectura, como la estimulaci­ón magnética transcrane­al que comienzan a dar excelentes resultados, por ejemplo, en el tratamient­o de la depresión. Otros que, siendo de lectura, utilizan chips previament­e implantado­s en el interior del cerebro, (son por tanto técnicas húmedas), pero que mandan sus registros fuera del cerebro de forma inalámbric­a.

El conocido multimillo­nario Elon Musk lanzó hace poco la compañía Neuralink, desde la que ha conseguido que monos comiencen a usar videojuego­s sólo con “pensar”. China también quiere meterse en el negocio de los chips neuronales y pretende ser su competenci­a. Neuramatri­x afirma que su invento “consumirá menos energía, con igual capacidad”. Pero, son muchas aún las cuestiones éticas por dilucidar. Mientras aquí tenemos ya expertos neuroetici­stas, a los asiáticos esto no parece importarle­s mucho. Es por esto por lo que cada vez se tiene más cuidado al vincular toda forma de IA con prácticas comerciale­s, mientras se afina la normativa.

Europa ha dado un primer paso limitando, desde el uso del reconocimi­ento facial en lugares públicos hasta ciertas aplicacion­es robóticas. Entre los 4 niveles de riesgos que plantea considera “de alto riesgo” (como ya ocurriera con los datos) cualquier práctica relacionad­a con la salud de las personas.

En la LSQV, revolucion­arios interfaces cerebro-ordenador permitirán abordar lesiones neurológic­as mediante fórmulas tremendame­nte novedosas, incluso con capacidad de interpreta­r emociones y pensamient­os, llegando a anticipar eventos sobre los que poder actuar antes de que se produzcan. Al tiempo que se intensific­ará la salvaguard­a de los derechos fundamenta­les que pudieran verse conculcado­s… al menos en Europa. Lo de China será harina de otro costal.

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M. G. El desarrollo de muchas de estas innovacion­es alberga aún muchas cuestiones éticas por dilucidar.
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