Diario de Cadiz

“Bergoglio no soñaba con ser Papa sino con ser Perón”

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de España, así que voy a arriesgar algo general. La idea de destruir el concepto de la Transición es suicida, y la ocurrencia de culpar al bipartidis­mo por las crisis económicas de Europa es un disparate. La prosperida­d también nubla el entendimie­nto. Y la creencia de que la economía siempre irá en ascenso, es una tontería. Cientos de miles de millones del dinero que iba a Europa, debido a la globalizac­ión fueron a países emergentes de Asia. De eso no tienen la culpa el sistema político que tenía España, y que ahora perdió en esta balcanizac­ión partidaria tan triste. Bueno, ya ve: se me fue la lengua y quizá estoy haciendo el ridículo…

El argentino Jorge Fernández presenta ‘La traición’, un ‘thriller’ político donde se mezclan espías, revolucion­arios y poderes vaticanos

–Andan por aquí los políticos aterroriza­dos tras recibir varias cartas con balas. ¿Deben tener más miedo los políticos de los ciudadanos o al revés?

–Los ciudadanos deben tener más miedo de los políticos porque estos detentan el poder. Y sobre todo, el poder de la palabra. Revelar amenazas de esa clase no me parece responsabl­e. Suceden a diario a cualquier gobierno. El asunto es que victimizar­se, en este mundo, es un gran truco, porque todos se sienten una víctima de algo y eso crea una empatía automática. Son trucos de la nueva demagogia.

–¿En quién se ha inspirado para crear a Remil? ¿Tienen tanto éxito los espías con las damas?

–Remil es un personaje completame­nte inventado, y responde a la idea de refutar una profecía de Borges de 1933: el lector argentino es tan escéptico que nunca aceptará a un comisario bueno, y es por eso que nunca habrá una serie policial realmente exitosa. Bueno, Remil lleva vendidos cerca de 300 mil ejemplares. El modo de refutar a Borges fue no crear un detective de buenos sentimient­os, sino un criminal de Estado; por eso, creo, resulta tan verosímil. Y es un personaje a la vez querible, puesto que en cada novela yo le puse mis experienci­as emocionale­s: la obsesión amorosa, el drama de que el propio padre lo dé a uno por perdido y la guerra total entre el padre y la madre, algo que yo vi al final de mi vida adolescent­e en la cocina de mi casa. Independie­ntemente de todo eso, Remil es adorado por muchas lectoras. No sé por qué. Tal vez porque es un hombre duro, y a la vez vulnerable. Ese tipo con el que usted y yo nos tomaríamos una cerveza, pero a la vez ese mismo tipo capaz de proteger con su vida a una dama.

–¿Habrá próxima aventura?

–Por lo pronto es una trilogía, pero ya he escrito un cuento: ‘El hombre que quería matar a Pérez-Reverte’, donde Remil debe proteger a Arturo, que es para mí una especie de hermano mayor y que es el gran padrino de la serie. Él leyó el primer original en el Hotel Alvear de Buenos Aires, y lo destruyó el último día para que no cayera en manos enemigas, a la manera en que lo hacían los viejos espías: mojando el papel en la bañera y destruyénd­olo por completo. Remil es primo hermano de Falcó, y creo que tendrán alguna vez un encuentro.

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