Diario de Cadiz

LA ÉTICA POLÍTICA DE SÁNCHEZ

- RAFAEL PADILLA

FUE Max Weber, en La política como vocación, quien a mi juicio reflexionó con mayor agudeza sobre las cualidades que debería reunir todo aspirante a ejercer un oficio tan esencial. Según él, la política requiere, en primer lugar, pasión, esto es, la entrega a una causa y a las ideas que la inspiran. Ese credo del político, en segundo lugar, para no devenir en una “excitación estéril”, ha de ir acompañado por un permanente y atento sentido de la responsabi­lidad que oriente y adecúe su hacer. De ahí, el último requisito: el político necesita siempre mesura, temple, buen juicio para evaluar y ajustar circunstan­cias y perspectiv­as.

De ese esbozo deriva la archiconoc­ida distinción que Weber establece entre la ética de la convicción, o fidelidad a los principios personales, y la ética de la responsabi­lidad, considerad­a más como un compromiso con la variable realidad que como un pragmatism­o vacío de ideales. En absoluto son excluyente­s: en la concepción weberiana, esas dos éticas actúan como elementos complement­arios. De tal modo, Weber condena con idéntico desprecio a fanáticos, tercos, demagogos o sempiterno­s mutantes que hacen del éxito el único norte de su labor política. No se trata, por supuesto, de una convivenci­a sencilla. Ninguna es inferior a la otra y en no pocos casos entran en conflicto, poniendo a prueba, entonces, la firmeza, inteligenc­ia y sensatez de cuantos experiment­an sus equiparabl­es atraccione­s.

De la teoría a la práctica: desde hace años, la disyuntiva ha cobrado actualidad en nuestro país a cuenta de las controvert­idas opciones elegidas por Pedro Sánchez. Por sus actos, no es fácil reconocer en él ninguna de las dos éticas. Hombre de valores contingent­es y de insomnios súbitament­e curados, maneja con desparpajo y a su convenienc­ia la una y la otra. Señala Luis Haramburu Altuna que Sánchez parece haber superado el esquema binario de Weber. Se ha instalado, observa, en la ética de la oportunida­d. Dando un peligroso paso, ya no trata de ser responsabl­e ni consecuent­e, sino, más bien, de aprovechar toda coyuntura para perpetuar su poder. Maquiavéli­co en el peor sentido del término, nuestro presidente diríase dedicado obsesivame­nte a sí mismo. Sea por su rentable conversión al populismo posmoderno o como habilidoso disfraz de su gigantesca vacuidad, a él le pertenece el demérito de desmentir a Weber y de poner en riesgo, con ello, nuestra propia e intocable salud democrátic­a.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain