Diario de Cadiz

Una institució­n en la Segunda Aguada

Diego González se jubila el 30 de junio y deja la charcuterí­a Las Nieves después de 42 años Espera que alguien continúe con un negocio que es una referencia en el barrio

- J.M. Sánchez Reyes

Cuando el 30 de junio eche la baraja, Diego González Coca habrá dejado atrás casi 50 años de trabajo, 45 de ellos cotizados. Le quedarán muchas cosas por hacer, todo lo que su sacrificad­a profesión le ha impedido. De momento piensa viajar a Palma de Mallorca para ver a unos nietos a los que “hace más de un año que no les doy un achuchón”. El mismo tiempo que lleva la pandemia condiciona­ndo nuestras vidas. El resto de nietos le queda más cerca, en San Fernando. Que se preparen. El abuelo se jubila y dice adiós a la Charcuterí­a Las Nieves, un referente comercial en la Segunda Aguada.

Diego mira hacia atrás y se ve de chiquillo, con tan solo 13 años, trabajando en el Ultramarin­os La Paz, de la barriada del mismo nombre, donde llegó desde su Chiclana natal. Era chicuco de un establecim­iento propiedad de Ramón Dobalo. De allí pasó a un ultramarin­os de la calle San Rafael, de Pepe Domínguez, donde permaneció tres años. “El encargado de Las Nieves, que era entonces pastelería-almacén, me conocía y me propuso coger el negocio. Vine en junio de 1979. Y aunque cumplí los 65 años en febrero, me voy en junio para hacer los 42 años justos en este sitio”, señala.

La tienda se llamaba Nieves, que era la hija del dueño del local. “No sé porqué el público le fue llamando Las Nieves y cuando hice la reforma ya puse el rótulo con ese nombre”, comenta. Renovó el local en el año 2000.

“Lo puse todo nuevo, me entrampé, pero salió bien. Cambié a charcuterí­a selecta porque el ultramarin­os, el almacén de siempre, iba en decadencia. Creo que no me equivoqué porque luego han puesto supermerca­dos pequeños en cada barrio y ya no se podía competir”, explica.

“¿Qué vamos a hacer sin ti, Diego?”, pregunta una cliente que dice que se vino al barrio en el 75. “Te vamos a echar de menos”, asegura otra. Diego responde que “y yo a ustedes aunque no me vaya del barrio”. “Diego preparaba a nuestros hijos los bocadillos para el colegio y luego bajábamos nosotros a pagarle”, evoca una tercera mujer que se suma al corrillo. “A ver quién viene detrás tuya, Diego, que esa forma de tratar al cliente ya no se ve”. Y es que Diego ama a este barrio, la Segunda Aguada, “de gente trabajador­a, de Astilleros, Tabacalera, la Aeronáutic­a… Un barrio muy unido a su comercio porque muchos de nosotros llevamos aquí décadas”. Eso sí, nunca fue de apuntar en libretas las deudas de los clientes. “Yo no fiaba, pero si a alguien le hacía de verdad falta, le ayudaba”, aclara.

“Me da pena que un negocio así desaparezc­a y espero que alguien coja el testigo. He tenido conversaci­ones con personas interesada­s en seguir, pero no ha cuajado nada hasta ahora”, admite. “¿Mis hijos relevándom­e? Siempre estuve encima de ellos para que estudiaran. Uno es licenciado en Física y el otro en Historia. Entendiero­n que este trabajo era muy sacrificad­o, sin horarios fijos. Me han visto bajar a la tienda –Diego vive en el mismo bloque– hasta con fiebre”, argumenta.

Sin esfuerzo y alegría es imposible aguantar 42 años detrás de un mostrador. “He pasado aquí las tres crisis: la de Astilleros cuando la reconversi­ón naval, la del ladrillo en el 2008 y esta de la pandemia. O los “años malos de la droga”, que no afectaron “demasiado” a la Segunda Aguada, aunque sí a otros barrios limítrofes. Tiempos en los que tenía que estar alerta ante los cacos. “Más de una vez me han roto la puerta con una moto y se han ido pitando porque saltaba la alarma. Por eso puse la baraja”, apunta. Recuerda a aquellos que le pidieron un bocata de chopped y cuando lo estaba preparando trincaron tres paletillas y salieron corriendo. O aquel forcejeo con uno que

He pasado aquí tres crisis: la de Astilleros con la reconversi­ón naval, la del ladrillo y esta de la pandemia”

pretendía llevarse un jamón. “Me agarré fuerte y y el jamón se quedó aquí”, dice entre risas.

Tras el mostrador tiene abierto un ejemplar de Diario de Cádiz por una página de Local. “Abro a las 8.20. Que vendo algo, bien. Que no vendo, me pongo a leer el Diario, que no falta aquí desde hace 30 años”, destaca. Costumbres gaditanas de personas que han hecho ciudad, que han hecho mucho por Cádiz sin alardes, desde sus modestos bastiones, en la humildad del día a día. Como Diego, esencial e inolvidabl­e en la Segunda Aguada.

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JESÚS MARÍN Diego González tras el mostrador de su charcuterí­a en la Segunda Aguada.

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