BLANCA CABAÑAS Y UNA CHICLANA DE THRILLER
Chiclana, y como ni siquiera somos capaces de imaginar, también es un escenario de suspense, de intriga, de misterio, de novela. Blanca Cabañas (Chiclana, 1991) lo ha sabido ver con un extraordinario thriller, “Perro que no ladra”, que siegue cautivando, sumando lectores, sorprendiendo. “La novela se está leyendo en toda España –afirma la propia Blanca–. Toda la repercusión que está teniendo en las redes sociales y en los medios, como en el boca a boca, influye a que la ola de ‘Perro que no ladra’ crezca y no solo a nivel provincial”. Una de las claves es que la adictiva trama sobre la que se desliza la novela, ese escenario al que su protagonista, Lara Ortiz, regresa con su perro, Chiqui, es la propia Chiclana: “Seguramente podría haber funcionado en cualquier parte, pero yo me sentía más cómoda ambientándola aquí. Porque es la localidad donde vivo y he vivido toda mi vida, y también me daba ese juego de poder mirar Chiclana desde otra perspectiva, desde esa atmósfera de misterio”.
Lara vuelve a su casa familiar de San Andrés Golf, que la propia Lara define como casi “un segundo pueblo independiente de Chiclana”. Y que Blanca Cabañas, la autora, describe como “un medio rural, con familias que viven de una manera diferente que en la ciudad y que, como dice uno de los personajes, es como una urbanización, una pequeña ciudad dentro de otra ciudad. Fundamental por su cercanía a esa antigua N-340 tan abandonada, pues me daba la posibilidad de que las niñas por ahí llegarán al Pinar de Hierro”.
Ese paraje del parque forestal del Pinar de Hierro y de la Espartosa es un protagonista más de la novela. En el juegan Lara, Carla, Emma, Isabel, las amigas de San Andrés Golf, hasta que un suceso obligará a Lara a dejar Chiclana. “El pinar de Hierro me ofrecía esas características que yo necesitaba para la novela –relata Blanca–. Un lugar así, inhóspito, poco transitado, poco conocido también, porque mucha gente de Chiclana no ha estado nunca. Esto mismo lo hacía especial. Su misterio, que esté tan alejado, tan solitario y, además, cerca de esa parte residencial de San Andrés Golf, me daba me daba pie a todo lo que se sucede”.
“Perro que no ladra” es también un recorrido, una mirada, por la propia ciudad. Porque Lara se va reencontrando con la Chiclana de dejó catorce años atrás: la plaza de las Bodegas, el centro, la Iglesia Mayor, la venta Florentina, la venta Campano, la Torre del Puerco, la marisma. “He tenido que documentarme e investigar sobre los sitios que menciono para para dar una información fidedigna y sin duda me ha ayudado a conocer mejor Chiclana –reconoce–. También a darle valor a lugares que, a lo mejor por estar aquí y verlos todos los días, no le damos la importancia que tienen. Sí, estoy muy contenta de esa decisión de haber ambientado aquí la novela y creo que parte de su éxito es ese”.
Más allá del paisaje, Blanca Cabañas ha construido, además, una novela de personajes. Y esos personajes, como en algún momento Lara describe a otro de los protagonistas, “son de Chiclana de toda la vida”. Y eso significa que la autora se asoma también a la forma de vida, a las gentes, al carácter, a la personalidad, a la particularidad, sobre todo en la propia familia de Lara. “Es un thriller, pero su punto fuerte quizás es la construcción de los personajes, que no son muchos porque es un núcleo familiar, todo sucede en casa, en la familia, pero cada uno tiene muchas luces y sobre todo muchas sombras”, admite la novelista.
Lo que sucede –y lo que pasó hace catorce años– tendrá que descubrirlo el lector. “Estoy muy satisfecha y si tuviera que decirle algo a una persona para que la leyera le diría que aún no siendo un lector habitual, seguramente se enganche, porque es una novela de lenguaje llano, muy visual, muy cinematográfica, que te traslada a esos lugares y que vas a vivir al límite y no vas a saber por dónde te van a llegar las sorpresas”.
Lo único, si acaso, que debe saber el lector es que Lara tiene en común con la propia Blanca el sueño de la literatura. “Yo siempre he sabido que quería ser escritora, lo que pasa es que, al final, la vida te lleva por otros derroteros. La responsabilidad, también. Porque es muy difícil vivir de esto. Yo acabé estudiando y encaminando mi vida hacia la docencia, pero siempre me rondó por la cabeza publicar. Y mi manera de reconectar con la escritura fue a través de los certámenes literarios en los que participé y que fui ganando. Me permitieron adquirir esa confianza que me faltaba para publicar una novela sin más pretensiones que ver mi sueño realizado y decir que esto lo he escrito yo”.
Esos premios en Dos Hermanas, Calamonte o Cornellá-El Prat, dieron paso a esta novela, rematada durante el confinamiento y autopublicada hace seis meses. Todo un éxito. “Ver que está gustando tanto me hace súper feliz y me ha dado ganas para continuar escribiendo. Aunque todavía no me lo creo. Solo quería sentirme realizada. No tenía grandes expectativas, no aspiraba a nada, aunque si llega muchísimo mejor. Me haría mucha ilusión, la verdad, sobre todo que Chiclana llegue a tanta gente”. Enhorabuena, y también muchas gracias.
Más allá del paisaje, Blanca Cabañas ha construido, además, una novela de personajes