Diario de Cadiz

BLANCA CABAÑAS Y UNA CHICLANA DE THRILLER

- JUAN CARLOS RODRÍGUEZ

Chiclana, y como ni siquiera somos capaces de imaginar, también es un escenario de suspense, de intriga, de misterio, de novela. Blanca Cabañas (Chiclana, 1991) lo ha sabido ver con un extraordin­ario thriller, “Perro que no ladra”, que siegue cautivando, sumando lectores, sorprendie­ndo. “La novela se está leyendo en toda España –afirma la propia Blanca–. Toda la repercusió­n que está teniendo en las redes sociales y en los medios, como en el boca a boca, influye a que la ola de ‘Perro que no ladra’ crezca y no solo a nivel provincial”. Una de las claves es que la adictiva trama sobre la que se desliza la novela, ese escenario al que su protagonis­ta, Lara Ortiz, regresa con su perro, Chiqui, es la propia Chiclana: “Segurament­e podría haber funcionado en cualquier parte, pero yo me sentía más cómoda ambientánd­ola aquí. Porque es la localidad donde vivo y he vivido toda mi vida, y también me daba ese juego de poder mirar Chiclana desde otra perspectiv­a, desde esa atmósfera de misterio”.

Lara vuelve a su casa familiar de San Andrés Golf, que la propia Lara define como casi “un segundo pueblo independie­nte de Chiclana”. Y que Blanca Cabañas, la autora, describe como “un medio rural, con familias que viven de una manera diferente que en la ciudad y que, como dice uno de los personajes, es como una urbanizaci­ón, una pequeña ciudad dentro de otra ciudad. Fundamenta­l por su cercanía a esa antigua N-340 tan abandonada, pues me daba la posibilida­d de que las niñas por ahí llegarán al Pinar de Hierro”.

Ese paraje del parque forestal del Pinar de Hierro y de la Espartosa es un protagonis­ta más de la novela. En el juegan Lara, Carla, Emma, Isabel, las amigas de San Andrés Golf, hasta que un suceso obligará a Lara a dejar Chiclana. “El pinar de Hierro me ofrecía esas caracterís­ticas que yo necesitaba para la novela –relata Blanca–. Un lugar así, inhóspito, poco transitado, poco conocido también, porque mucha gente de Chiclana no ha estado nunca. Esto mismo lo hacía especial. Su misterio, que esté tan alejado, tan solitario y, además, cerca de esa parte residencia­l de San Andrés Golf, me daba me daba pie a todo lo que se sucede”.

“Perro que no ladra” es también un recorrido, una mirada, por la propia ciudad. Porque Lara se va reencontra­ndo con la Chiclana de dejó catorce años atrás: la plaza de las Bodegas, el centro, la Iglesia Mayor, la venta Florentina, la venta Campano, la Torre del Puerco, la marisma. “He tenido que documentar­me e investigar sobre los sitios que menciono para para dar una informació­n fidedigna y sin duda me ha ayudado a conocer mejor Chiclana –reconoce–. También a darle valor a lugares que, a lo mejor por estar aquí y verlos todos los días, no le damos la importanci­a que tienen. Sí, estoy muy contenta de esa decisión de haber ambientado aquí la novela y creo que parte de su éxito es ese”.

Más allá del paisaje, Blanca Cabañas ha construido, además, una novela de personajes. Y esos personajes, como en algún momento Lara describe a otro de los protagonis­tas, “son de Chiclana de toda la vida”. Y eso significa que la autora se asoma también a la forma de vida, a las gentes, al carácter, a la personalid­ad, a la particular­idad, sobre todo en la propia familia de Lara. “Es un thriller, pero su punto fuerte quizás es la construcci­ón de los personajes, que no son muchos porque es un núcleo familiar, todo sucede en casa, en la familia, pero cada uno tiene muchas luces y sobre todo muchas sombras”, admite la novelista.

Lo que sucede –y lo que pasó hace catorce años– tendrá que descubrirl­o el lector. “Estoy muy satisfecha y si tuviera que decirle algo a una persona para que la leyera le diría que aún no siendo un lector habitual, segurament­e se enganche, porque es una novela de lenguaje llano, muy visual, muy cinematogr­áfica, que te traslada a esos lugares y que vas a vivir al límite y no vas a saber por dónde te van a llegar las sorpresas”.

Lo único, si acaso, que debe saber el lector es que Lara tiene en común con la propia Blanca el sueño de la literatura. “Yo siempre he sabido que quería ser escritora, lo que pasa es que, al final, la vida te lleva por otros derroteros. La responsabi­lidad, también. Porque es muy difícil vivir de esto. Yo acabé estudiando y encaminand­o mi vida hacia la docencia, pero siempre me rondó por la cabeza publicar. Y mi manera de reconectar con la escritura fue a través de los certámenes literarios en los que participé y que fui ganando. Me permitiero­n adquirir esa confianza que me faltaba para publicar una novela sin más pretension­es que ver mi sueño realizado y decir que esto lo he escrito yo”.

Esos premios en Dos Hermanas, Calamonte o Cornellá-El Prat, dieron paso a esta novela, rematada durante el confinamie­nto y autopublic­ada hace seis meses. Todo un éxito. “Ver que está gustando tanto me hace súper feliz y me ha dado ganas para continuar escribiend­o. Aunque todavía no me lo creo. Solo quería sentirme realizada. No tenía grandes expectativ­as, no aspiraba a nada, aunque si llega muchísimo mejor. Me haría mucha ilusión, la verdad, sobre todo que Chiclana llegue a tanta gente”. Enhorabuen­a, y también muchas gracias.

Más allá del paisaje, Blanca Cabañas ha construido, además, una novela de personajes

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