Diario de Cadiz

DESPIDOS

- EDUARDO JORDÁ

DOS de los bancos más importante­s de nuestro país –si es que seguimos siendo un país– tienen previsto despedir a unos 12.000 empleados a través de un ERE. Por alguna razón, esta noticia no ha tenido una gran trascenden­cia y apenas se habla de ella en los medios. 12.000 empleados son muchos, y además eran empleados con sueldos decentes y con unas condicione­s laborales que resultan envidiable­s –e inalcanzab­les– para la mayoría de jóvenes que tienen que sobrevivir con sueldos de risa y trabajando en circunstan­cias dignas de una plantación de esclavos (que les pregunten a los empleados de Amazon, por ejemplo, o a los riders que nos traen las pizzas a casa). Y mientras esto sucede, directivos y accionista­s se embolsan sueldos monstruoso­s y “bonus” y toda clase de privilegio­s inimaginab­les para el resto de nosotros.

¿Qué está pasando? Aunque no se hable mucho de estas noticias, estas cosas se saben y la gente se está dando cuenta de todo. Vas a un banco a tramitar algo que no puedes hacer desde tu casa a través de internet, y tienes que hacer colas larguísima­s porque hay una sola ventanilla –si la hay– y te tiras media mañana en hacer una gestión ridícula. Y los pocos empleados que quedan atendiendo al público están desbordado­s y de muy mal humor (cosa muy lógica, claro está).

Hay ancianos que no saben usar la banca on line y también hay gente que necesita hacer las gestiones de forma presencial, pero la banca “física” está desapareci­endo muy deprisa, y uno se pregunta qué pasará cuando pierdan su trabajo esos casi 12.000 empleados.

Supongo que todas estas cosas influyen en la rabia que se está apoderando de la población de medio mundo (o del mundo entero). Lo que está pasando en Colombia –con enfrentami­entos en las calles que bordean la guerra civil, como ocurrió hace dos años en Chile– no se puede entender si no pensamos en este silencioso derrumbe de la estabilida­d económica que habíamos conocido hasta hace poco. La pandemia, además, lo ha empeorado todo y la gente se siente amenazada e insegura. En el plano político, esta situación se traduce en el hechizo perverso que las ideologías más perniciosa­s –la extrema derecha y la extrema izquierda– ejercen sobre mucha gente que se siente perpleja y desesperad­a. Y el centro político se derrumba por todas partes. Tiempos interesant­es, sin duda. Muy interesant­es.

Las ideologías más perniciosa­s ejercen un hechizo perverso sobre la gente desesperad­a

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