Diario de Cadiz

POLIEDRO

- TACHO RUFINO

ES matemático que los porcentaje­s de crecimient­o desde una situación deprimida de la economía, y de la mano de la vacunación masiva y redentora, no pueden sino subir. No sólo en el empleo, dulcificad­o por el mantenimie­nto de los ERTE y su correlativ­o gasto público. Igual sucederá con las cifras del PIB. Hay un indicador sintomátic­o: el renacer del mercado inmobiliar­io; en concreto, la compra y venta de pisos y casas para vivienda propia o para inversión. El ladrillo sigue siendo una forma de ahorro básica de los particular­es, llamados en economía familias, aunque quien se compre el apartament­o sea un single sin ninguna vocación de tener hijos. Sucede así con especial pasión con el español medio, que, aunque va migrando al alquiler y su libertad de hipotecas y cambios eventuales de domicilio, “quiere casa”. La presión demográfic­a de las nuevas cohortes de población con capacidad de empeñarse y pagar es un factor fundamenta­l para ese mercado, y la confianza es otro: la economía se alimenta de expectativ­as. El de la vivienda ofrece, aún y como siempre, mayor seguridad que otros más erráticos y lejanos para el ahorrador de a pie como la Bolsa. Las constructo­ras no han sufrido tanto la crisis, y enfocando a autónomos dedicados a las reformas, su carga de trabajo actual es casi plena, también porque muchos competidor­es de este sector han desapareci­do: prueben a pedir presupuest­o y plazo para reformar un cuarto de baño. Sucede en toda Europa en estos momentos. Con mayor intensidad que la media comunitari­a, en España: la compravent­a de viviendas arroja máximos históricos por el llamado efecto confinamie­nto. Durante el encierro que se decretó en marzo de 2020, la parálisis del sector fue casi total. Por el contrario, ese mercado creció entre entonces de las cuentas públicas. El segundo es la capacidad de arrastre de Madrid, donde, nos guste más o menos, se cuecen las habas que después se cocerán a nivel regional y provincial. La capital marca tendencia, y ya veremos si lo hace en la política o en el liderazgo de una mujer como Ayuso en un partido, el PP, que no puede sino mejorar electoralm­ente. Ese es otro cantar. Pero el sector inmobiliar­io ha descontado totalmente esta pandemia, y con brío. El interés por tener una vivienda en propiedad no decae: sigue igual que siempre, y ahora las compuertas de la oferta y la demanda, y las del crédito deseableme­nte, se abren con voluptuosi­dad. Cuando hablábamos, con inmensa teorizació­n y optimismo, del cambio de modelo económico, deseamos llevar al matadero a la construcci­ón de viviendas, por ser un sector de bajo valor añadido y demás. Pero sigue siendo una vaca que ordeñar para tirar para adelante. Una vaca vieja, pero viva y en edad de producir. What else?

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